El 28 de julio de este 2024 fallecía en Albacete, a los 69 años, el neumólogo albaceteño Manuel Martínez Riaza, El Maestro ante el que se arrodillaban, de forma literal, los alumnos de la primera facultad de Medicina de Castilla-La Mancha, el médico que vivió libre como el viento, pero pendiente de unos pacientes a los que dedicó 46 años de su vida.
Médico por vocación, después de estudiar en Murcia acabaría ejerciendo la especialidad de su padre, el Dr Martínez Cuervo, quien fuera director del desaparecido Hospital de Los Llanos. En una familia de nueve hermanos, siete de ellos con carrera sanitaria, Manuel Martínez Riaza aprendió a valorar desde la cuna el valor de la lealtad y el respeto.
Arropó el nacimiento de la Facultad de Medicina de Albacete, la decana de Castilla-La Mancha, donde se ganó a pulso el apodo de El Maestro, ya que siempre defendió un modelo de galeno que fuese más allá de la sabiduría, que adjudicaba a la mano derecha, para insistir en esa mano izquierda tan importante para tratar al paciente más allá de la enfermedad.
Con 65 años, cuando el Dr Manuel Martínez Riaza se había ganado un merecido descanso, en lugar de jubilarse se enfrentó a la pandemia del COVID en un Servicio de Neumología desbordado. Si su padre plantó cara a la tuberculosis, él se negó a refugiarse en su casa y estuvo en la primera línea de un virus que se cebaba con los pulmones. Vivió entre el hospital albaceteño y el campo para proteger también a los suyos.
De médico a paciente
Y después de superar lo peor: las muertes, la incertidumbre, los contagios y el confinamiento, en 2021 llegó el diagnóstico de una enfermedad oncológica que le daba meses de vida. De personalidad y carisma arrolladores, el tumor tampoco lo arrugó. Se enfrentó a un tratamiento experimental y convirtió los meses en años. Sin embargo, el pasado 28 de julio, una sepsis, consecuencia de la bajada de defensas, se lo llevaba en un fin de semana. El Dr Manuel Martínez Riaza fallecía en el Hospital General Universitario de Albacete, arropado por su familia y sus compañeros, en la sanidad pública para la que había formado y trabajado durante 46 años.
Tres vidas en una
Los que lo conocen saben que se ha ido sin nada pendiente, con la conciencia tranquila de quien, si bien ha vivido por tres, lo ha hecho fiel a sus principios. Conocido entre los suyos como Marco Lolo, recorrió 52 países, sumando a su legado múltiples colecciones, libros, máscaras y recuerdos de esos viajes que, junto a la playa de Mojácar, le daban el respiro al frenético día a día de cualquier médico.
Ha sido el primero en irse de los nueve hermanos, el neumólogo, El Maestro, el padre de las gemelas y el abuelo, aunque no le gustara la palabra, de un biotecnólogo que ha aprendido del mejor. Al menos veinte generaciones de médicos llevarán en su haber ese mantra de la importancia de la mano izquierda con el paciente, lo que ahora llaman ‘humanización’ es lo que los Martínez Riaza aprendieron de su padre.