• ¿No tenían derecho a vivir?

    El Autor

    María Gil

    Responsable de Bienestar Social en el Consejo Político del PP-CLM

    Un mal día aparece en nuestras vidas un virus que nos lo cambió todo, a todos, a los niños porque dejaron de ir la escuela; a los adultos porque tuvimos que quedarnos en casa y parar de nuestras actividades diarias -¡menos mal que siguieron al pie del cañón los  profesionales de los servicios esenciales!-; y a nuestros mayores, dejándolos solos en sus casas o en un centro residencial viviendo una de las peores pesadillas que jamás hubieran podido imaginar, – pese a que muchos de ellos han conocido y sufrido lo que es una guerra civil-; y no olvidemos a las personas con alguna dificultad, que radicalmente tuvieron que dejar de ir a sus centros de día. Sí, un mal día, un maldito virus apareció en nuestras vidas, y ya nada volvió a ser igual.

    Morían en la más absoluta soledad

    Las familias nos quedamos en casa con el dolor de que mientras lo hacíamos nuestros mayores morían en la más absoluta soledad, sin el cariño y el calor de sus seres queridos, sin que sus familiares los pudiesen siquiera despedir y tampoco enterrar dignamente. Mientras esto sucedía, algunos gobernantes de nuestra tierra, -el mismísimo presidente de Castilla-La Mancha-, decía que la explicación era que “en las residencias había gente que no podía cantar, ni bailar, personas que estaban muy malitas y que hasta una simple gripe les haría fallecer”, y, digo yo, estén malitas o no ¿no tenían derecho a vivir?

    Los centros de día donde cada mañana acudían cientos de personas a recibir sus terapias necesarias para que sus enfermedades no avanzasen, también echaron el cierre, sin contemplar que esos tratamientos eran esenciales, con lo que ello ha supuesto, y es que el estado de salud de muchas personas se ha visto gravemente afectado al verse interrumpidas sus terapias, y no me refiero solamente a personas mayores, también muchos jóvenes con ciertas dificultades que han tenido sus centros de día cerrados lo han pasado mal.

    Son hogares, no hospitales

    Las residencias hoy en día son el hogar de muchas personas mayores, no son hospitales y menos UCI, pero en ellas se atiende a nuestros mayores de manera profesional, y me atrevo a decir que, con una gran calidad humana y sensibilidad excepcional, procurándoles con los medios que disponen, que no son muchos, los cuidados y las atenciones que necesitan en su día a día.

    Son importantes, no hay duda, pues entonces hagamos un mayor esfuerzo por apoyarlas, dándoles más medios para que desarrollen su labor, tanto personales como materiales, que de esto a la fuerza algo hemos tenido que aprender, y no nos olvidemos tampoco de las necesidades afectivas, tanto de los mayores como de sus familias, reforcémoslas con seguridad, pero no las anulemos.

    Necesitan a la familia tanto como respirar

    Una persona mayor necesita tanto como comer, ver a su familiar y, desde luego, el familiar también necesita tanto como respirar poder compartir su tiempo con su ser más querido.

    Los centros de día y centros ocupacionales también desarrollan un papel esencial, no sólo para las personas que reciben allí sus tratamientos y terapias, también en muchas ocasiones alivian la sobrecarga del familiar que cuida a una persona con algún tipo de dificultad ya sea física o psíquica.

    Invirtamos más en estos servicios

    No es momento de jugar al “ensayo/error”, eso ya hemos tenido tiempo de aprenderlo, invirtamos más en estos servicios, apoyando a sus directores, a sus gerentes, a todas las personas que trabajan en el centro, a los usuarios, a sus familias, pongamos nuestros esfuerzos en un modelo de atención centrado en la persona y ello indudablemente pasa por apoyar al centro para que pueda desarrollar su labor en todos los niveles con más medios de todo tipo pensando siempre en que atienden a personas, no a números, no a expedientes, sí a personas, cada una con sus vivencias y sus particularidades, para eso estamos en un estado del bienestar, ¿verdad?

    Son personas

    Porque las personas mayores son PERSONAS que por todo lo que han pasado, vivido, sufrido, hecho por sus hijos y por sus nietos, por sus familias, merecen de nuestra atención, cuidados y, sobre todo, de nuestro cariño y respeto.

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