
El Dr Miguel Martínez Bernalte era un fiel discípulo de Gregorio Marañón, de esos médicos que además de curar cuidaban, que se convertían en el paño de lágrimas de sus pacientes, que cogía la mano y miraba a los ojos, que se sentaba al pie de la cama. Empujado por la vocación, acabó siendo el médico de los más vulnerables.
Albacete pierde al Dr Martínez Bernalte, una referencia
El pasado día 2 de enero fallecía el Dr Miguel Martínez Bernalte, el médico de La Casa de Misericordia, posteriormente llamada Centro Asistencial San Vicente de Paul. También trabajó en el Hospital de Las Tiesas, el conocido como el psiquiátrico más moderno de Europa, hoy cerrado, y en Asprona, la asociación que fundara el también médico Eloy Camino.
Esa vocación que llevó al Dr Martínez Bernalte a dedicarse en cuerpo y alma a sus pacientes tuvo como antecesor a su padre, el Dr Ubaldo Martínez, Don Ubaldo. El ejercicio profesional de ambos estuvo marcado por la dedicación al enfermo, especialmente al más desfavorecido, con abnegación y altruismo. Hoy recuerdan sus hijos que «jamás dejó una llamada sin contestar independientemente de la hora y el día en que se produjera, ni un enfermo sin atender».
Martínez Bernalte fue médico las 24 horas del día, los siete días de la semana, atendiendo a quienes en su mayoría solo podía dar consuelo. Sin embargo, nunca dejó de formarse. Comenzó sus estudios universitarios en Barcelona y los continuó en Madrid. Durante su dilatada vida profesional, contaba en su haber con varias especialidades médicas, entre las que destacaron la Psiquiatría y Geriatría, disciplina a la que dedicó sus últimos años de profesión.
Pacientes que lo marcaron
No desconectaba. Se llevaba el trabajo a casa, de ahí que sus hijos, incapaces de lidiar con el sufrimiento al que se enfrentó su padre, optaran por caminos ajenos a la Medicina. Aún recuerdan un caso que impresionaba a su padre. Había una joven en La Casa de Misericordia, que tenía la mentalidad y la inocencia de una niña de 3 o 4 años. El marido la golpeó y maltrató hasta que acabó metiéndole la cabeza en el horno, de ahí las secuelas físicas y mentales. Así eran los pacientes del Dr Martínez Bernalte, aquellos que necesitaban ayuda psicológica y física, un médico, un amigos y hasta un padre, porque muchos carecían de una familia.
Paño de lágrimas de pacientes y familiares
Y es que «con los enfermos, más que médico, era persona. Seguía fielmente los dictados humanistas de Gregorio Marañón y creía firmemente en que atender emocionalmente al paciente era parte indispensable de su curación. Así, en muchas ocasiones, se convertía en paño de lágrimas, no solo de sus pacientes, sino también de sus familiares y amigos, que siempre acudían a él para solventar cualquier dolencia», recuerdan hoy quienes lo llamaban en busca de consejo, pero también de consuelo.
Confiesa su familia que «su pérdida deja en cuantos lo conocían, un vacío difícil de llenar, pues nos ha dejado, no un médico, sino un buen hombre».