Tras explicar el porqué de estos textos, en qué se fundamentan las mal llamadas terapias alternativas y poner de manifiesto la estafa del Reiki, hoy trataré de explicar en qué consisten varias pseudomedicinas “con apellidos”. Dice mi amigo José Miguel Mulet, autor del libro “Medicina sin engaños” de lectura muy recomendada e inspirador de estas modestias aportaciones, que la Medicina que funciona se llama simplemente Medicina. Es aquella que los homeópatas mal llaman “alopática” y que ha demostrado su eficacia científicamente; no necesita de apellidos más o menos llamativos o mercantilistas como cuántica, ayurveda u holística.
Lo que hace pocos años era “ir al curandero”, ahora es ir al terapeuta natural, alternativo o complementario con cualquiera de los apellidos anteriormente indicados. Aunque casi todas estas pseudoterapias tienen en común que no hacen nada, que no tienen efectos secundarios ni primarios más allá del placebo, pueden llegar a ser muy peligrosas cuando el paciente abandona su tratamiento médico convencional o llamémoslo “científico”. Es verdad que la Medicina no lo cura todo, pero también es claro que estas pseudoterapias no han demostrado curar nada de forma controlada, objetiva y sistemática, que es lo mínimo que le debemos exigir a un tratamiento.
Veamos entonces en qué consisten o en qué se diferencian las pseudomedicinas ayurveda, cuántica y holística. Pues lo primero es comprobar que las tres tienen en común una cosa, además de la falta de evidencia que las avale, y que dicen tratar al paciente como un todo, la unión de la mente y el cuerpo. En la pseudomedicina holística entran en juego otras pseudoterapias como la homeopatía, la acupuntura, la fitoterapia, las flores de Bach o la aromaterapia, de las que hablaremos en futuros textos. La pseudomedicina ayurveda es la más divertida por todos los términos, doshas o tattwas que utiliza para marear la perdiz. Los doshas hacen referencia a los humores (como los griegos y los romanos; imagino que nadie querría para sí un tratamiento de hace 2000 años basado en elementos, cualidades o estaciones). Los tattwas son 24 principios cósmicos entre los que se encuentra el éter, el ano o la inteligencia cósmica. Todo, cual cuento chino, mejor dicho indio, para engañar a incautos con lenguaje oriental que vende mucho y cura poco o más bien nada.
La última que desgrano brevísimamente es la pseudomedicina cuántica que es la que más me indigna. Como Físico y sufridor de varias asignaturas de Física y Mecánica Cuántica y Nuclear durante mi licenciatura, cuando escucho el uso del término “cuántico”, no puedo más que enfadarme y sentir una increíble rabia interior. Dudo que esos mal llamados terapeutas sepan qué quiere decir “cuántico” o ni mucho menos entender una simple descripción de la naturaleza en términos cuánticos, obviemos aquí la ecuación de Schrödinger o la interacción débil. Pero claramente usan el desconocimiento generalizado de algo que, de primeras, suena a que es difícil o incomprensible, casi mágico, para como el resto, aprovecharse del dolor de la gente.
Pues bien, la pseudomedicina cuántica es el colmo de la paja mental en la que los términos pseducientífícos como energía vibratoria, paquetes de energía o cuantos, orden cuántico o resonancia forman la base de su descripción como “nuevo paradigma” para entender la unión del cuerpo humano y el universo: las células o las moléculas interactuando con estos campos universales que nada tienen que ver con los campos gravitatorios o el bosón de Giggs y su relación con las enfermedades como un juanete o una fístula; dónde vamos a parar.
En definitiva, estas pseudoterapias utilizan un lenguaje más o menos místico, o más o menos pseudofísico, para, aprovechándose del desconocimiento de la gente, utilizar la falta de tiempo que el médico le puede dedicar a su paciente en su consulta, para venderles pseudotratamientos que lo único que consiguen es vaciarles el bolsillo a base de mamarrachadas. La hiperespecialización de la profesión médica, que en mi opinión creo que es buena, genera a veces en el paciente ese desconcierto del “ni me han mirado” y sea ahí, por culpa del estrés, las listas de espera, la falta de tiempo, en mi opinión, donde se encuentra el principal problema y caladero de porqué los vendedores de humo tienen éxito.