• MIR, todos podemos ser el número 1

    El Autor

    Víctor Muñoz

    Médico aspirante a MIR

    “Lunes estudio, martes estudio, miércoles estudio, jueves estudio, viernes estudio, sábado simulacro. Os lo va a pedir el cuerpo”.

    Eso nos dijeron, y prácticamente me avergüenza reconocer que durante mucho tiempo fue verdad. Los días pasaban, imposible diferenciar unos de otros y, el sábado, el cuerpo te pedía un simulacro (más o menos).

    Y entonces llegó. El día M, D o como lo queráis llamar. También nos habían dicho que solo iba a ser “un simulacro más”. Aquí ya no puedo estar tan de acuerdo.

    El examen MIR se siente diferente, porque es diferente. Estás en un sitio en el que has estado como mucho una vez, con gente que no acostumbras a ver (compañeros de otras academias, opositores EIR, FIR, PIR); pero, sobre todo, se respira otro ambiente. Puede que sea el hecho de haber estado preparándote para una sola cosa durante tanto tiempo, o que realmente aquello es más ceremonioso de lo que te esperas, pero yo no podía dejar de pensar que sí, que ese día era el de verdad.

    ¿Nervioso? Ni más ni menos de lo recomendable. Para un día del que depende, en cierta medida, lo que harás durante los próximos años. Ahora, allí había de todo, desde gente que no pudo contener las lágrimas antes de entrar, a cierto tráfico de medicamentos de unas aulas a otras, pasando por quien se controla el ritmo cardíaco con un pulsioxímetro. Lo dicho, de todo.

    Una vez dentro, no os puedo contar mucho que no se sepa ya. Una vez le dimos la vuelta al examen, iríamos comprobando poco a poco todo eso que le ha hecho ganarse al MIR 2018 los apodos de “atípico, incómodo, desgastante”.  El examen puede que fuera atípico, pero los incómodos y desgastados fuimos nosotros.

    Y así salimos, con caras de circunstancia. Ya estaba hecho, tampoco merecía la pena darle más vueltas… Eso te repites, porque si no, te vuelves loco.

    ¿Y ahora? Ahora ya no se estudia. Estamos a viernes y os juro que el cuerpo NO me pide simulacro. El cuerpo me pide descansar, recuperar un poco la vida que inevitablemente hemos dejado de lado durante estos meses. El cuerpo me pide de todo menos más MIR.

    Sin embargo, estamos viviendo lo que se suele llamar “postMIR”. ¿Así es como se llaman las vacaciones? Pues no, el postMIR significa superar la taquicardia al meter tu plantilla en diferentes plataformas para obtener una estimación de tu probable número de orden; significa aprovechar los tres días disponibles para solicitar la impugnación de preguntas… En definitiva, el dichoso postMIR es más MIR. Un poco más opcional, más flojito si queréis. Pero ahí sigue, nos persigue, y supongo que seguiremos a su sombra inevitablemente hasta el 17 de abril, cuando comencemos a solicitar nuestras plazas.

    Aún con todo esto, no podemos perder la perspectiva. El mundo sigue girando, para bien o para mal, y no podemos perdérnoslo. A nosotros nos lo recordaron a la fuerza, aquellos que ni siquiera pudieron estar, que en paz descansen.

    Aprovecho estas últimas líneas para recalcar que esto solo sirve para ordenarnos, que un número no puede hablar de nosotros más de lo que lo hace un buen amigo o un familiar. Y que, por cada persona a la que atendamos, que confíe en nosotros, tendremos una oportunidad de ser verdaderos números 1.

    Eso es lo que realmente importa.