• Nada escapa al “codificador”

    codificador

    Adrián Gómez Rosich es el codificador del Hospital de Hellín.

    Registran miles de altas y cirugías ambulatorias al año. Su trabajo, aunque desconocido, es fundamental. Todos los hospitales cuentan con la figura del “codificador”. Son documentalistas que trabajan en los sótanos introduciendo un sinfín de datos y códigos con los que se elaboran las estadísticas que dicen hacia dónde va el gasto sanitario o qué patologías generan más ingresos. El “codificador” del Hospital de Hellín es el enfermero y documentalista Adrián Gómez Rosich.

    Desde el año 1992, todo hospital tiene que tener su “codificador”, es decir, tiene que registrar un Conjunto Mínimo Básico de Datos (CMBD) de cada paciente para estudios de investigación o para medir parámetros como el gasto sanitario.

    Todos los informes de alta y cirugías ambulatorias pasan por las manos de estos trabajadores, que tienen que leerse los historiales y poner números a los tratamientos en base a la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE). Así, todo el movimiento que genera el Hospital de Hellín pasa cifrado al Sescam, de aquí a la Consejería y, de ahí, al Ministerio de Sanidad. Sus datos son básicos, por ejemplo, para el Instituto Nacional de Estadística (INE).

    Los codificadores son los que introducen los datos en los ordenadores o como llamaron una vez a Gómez Rosich, “el chico del sótano”. Y es que los archivos están siempre en los “bajos fondos” de los centros sanitarios.

    Pero ¿cómo se llega a un puesto tan especializado? Adrián Gómez Rosich era enfermero en Pozo Blanco cuando abrió el Hospital de Hellín. Se trasladó porque el cambio de comunidad le acercaba a su tierra, a Valencia. Como este enfermero no llevaba nada bien el sufrimiento del paciente, en cuanto surgió la posibilidad de los archivos, se bajó al sótano, donde trabaja desde hace más de dos décadas. Eso sí, estudió un máster y se licenció en Documentación. Aquel esfuerzo no tenía compensación en el terreno laboral, pero Gómez Rosich quería dominar su nueva parcela.

    El trabajo del “codificador” es difícil de explicar. Ni los compañeros de los hospitales suelen saber quiénes son, dónde están o qué hacen, pero todos los años, los del Sescam tienen que ir a Talavera de la Reina, al Instituto de Ciencias de Salud, a reciclarse. En el caso de Gómez Rosich, por sus manos pasan más de 5.000 altas al año y entre 3.000 y 4.000 informes de cirugías ambulatorias. Cada complicación o cada patología tiene un código con el que él tiene que codificar la información e introducirla en la base de datos.

    Y todos los datos van al Agrupador, el grupo relacionado de diagnóstico, una información fundamental en Estados Unidos, donde los hospitales cobran en función de los resultados.