• ¿Protegerán los brotes de una segunda ola?

    Si los brotes de coronavirus, inevitables, se controlan ¿protegerán de una segunda ola? El investigador Vicente Soriano, de la Universidad Internacional de La Rioja, indica en The Conversation cómo los brotes del Covid-19, que califica de “inevitables”, podrían proteger de una segunda ola.

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    Considera que los brotes que se están dando son la “consecuencia inevitable de los desplazamientos, con intercambio de población”. Y señala que se dan también con el calor, porque el buen clima reduce la transmisión pero “no la elimina”.

    Asegura que, en verano, la realización de actividades en espacios abiertos y el efecto desinfectante de la exposición solar prolongada ayudan a reducir los contagios. Son beneficiosas, además, las medidas aprendidas sobre distanciamiento social, con uso de mascarillas, higiene de manos y minimización de contactos interpersonales (abrazos, besos, etc.).

    Inmunización de población no vulnerable

    El investigador ve muy improbable que antes de Navidad esté disponible una vacuna protectora de la infección por SARS-CoV-2. De igual modo, es inevitable que haya brotes de casos hasta que se alcance un umbral suficiente de protección en la población, esto es, “la inmunidad de rebaño”. De hecho, en España, esa inmunidad está, por debajo del 10%.

    Indica que los brotes actuales afectan sobre todo a personas más jóvenes, y la proporción de casos graves y la mortalidad son muy bajos (inferior al 0,5%). Nada que ver con lo que ocurrió en marzo y abril, durante la primera ola del tsunami, cuando la COVID-19 hizo estragos entre la población más vulnerable, sobre todo en ancianos y en las residencias geriátricas.

    “Ritmo saludable de contagios”

    Con esta mayor benignidad de los nuevos infectados por SARS-CoV-2 y, en ausencia de vacuna, señala que expertos italianos dicen que podríamos tolerar un “ritmo saludable de contagios entre personas no vulnerables” hasta el otoño. Dicho de otro modo, una buena estrategia para prevenir el riesgo de una segunda ola consistiría precisamente en tolerar durante el verano los brotes entre personas no vulnerables, esto es, sin riesgo de gravedad.

    Evitar la vuelta a confinamientos masivos

    Considera que el confinamiento universal fue una medida desesperada y que ahora “puede programarse una protección más inteligente de las personas más vulnerables”.

    Recuerda que fueron muchos los sanitarios –médicos y enfermeras– que se pusieron enfermos o estuvieron de baja por cuarentena, en gran medida porque no se disponía de material de protección suficiente. La avalancha de pacientes desbordó los hospitales y la atención fue a menudo subóptima.

    Pero apunta que “ahora disponemos de material de protección sanitaria y sabemos tratar mejor COVID-19. “También podemos adaptar con rapidez espacios hospitalarios en función de la demanda y medicalizar hoteles. Y, sobre todo, las residencias geriátricas están mejor atendidas”, destaca.

    Cree que los daños del confinamiento prolongado son devastadores en la economía y, peor aún, en la salud mental de las personas. Los humanos somos sociales y precisamos la estimulación derivada del contacto con otros.

    Refuerzo sanitario y pruebas rápidas

    En resumen, dado que cree que no es positivo mantener el confinamiento de forma indefinida, aboga que idear nuevas formas de recuperar la normalidad sin poner en riesgo la vida de la población más vulnerable. Y cree que los brotes, controlados, pueden ayudar a evitar una segunda hola

    Propone tres medidas para alcanzar ese equilibrio.

    • La primera, reforzar los sistemas sanitarios, con especial atención a los servicios de atención médica a los ancianos en domicilios y geriátricos.
    • La segunda, idear pruebas diagnósticas rápidas, a ser posible en saliva, baratas y de venta en farmacias, que puedan repetirse tantas veces como sea conveniente, para aislar pronto los nuevos casos positivos y saber quién está inmunizado.
    • Finalmente, ve fundamental reafirmar las medidas de distanciamiento social en la convivencia (mascarillas, evitar el contacto físico, limpieza de manos frecuente, actividades en espacios abiertos, etc.), sobre todo con los ancianos.

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