• Peña del Roble, receta contra sedentarismo

    El psicólogo Rigoberto López y el dentista Manuel Martínez proponen la Peña del Roble para alcanzar la ración de ejercicio semanal

    El Autor

    Rigoberto López y Manuel Martínez

    Profesor de Psicología en la Facultad de Enfermería y dentista licenciado en Cirugía y Medicina

    La propuesta de la tarde ha sido la Peña del Roble. Se ha apuntado también Juan, que va resolviendo los inconvenientes para salir a andar con nosotros. Le advertimos de que tiene que mejorar el calzado y que hoy será una prueba de fuego para sus pies. Desde Peñas de San Pedro nos dirigimos en dirección al Saúco. A mitad de camino, tras La Rambla, está la aldea del Roble, coronada con un macizo de piedra espectacular.

    Estamos en tierras de peregrinaciones y fervores, de esta aldea es el santero del Cristo del Sahúco de las últimas décadas, ya mayor para ejercer. Nos pertrechamos, manga corta, y visitamos la fuente que mana desde el interior de una cueva, y la carrasca centenaria que se encuentra entre las de más porte de la región.  

    Iniciamos la subida a la Peña del Roble por el camino que serpentea, descubrimos la plataforma donde una pareja de águilas tiene su nido desde hace años.

    Llegamos al collado y nos dirigimos a la base de la Peña, para bordearla por su cara norte y visitar la Cueva de la Encantada. Una de las andarinas se sorprende de lo oscura que esta, incluso con la linterna de su móvil encendida; al salir se quita las gafas de sol; la otra andarina se queda fuera vigilando.

    Tras una somera exploración salimos, y decidimos atajar por el paso que hay encima de la cueva al punto geodésico (1255 m). Tras superar algunas vicisitudes, nos recuperamos de los miedos surgidos con las sorprendentes vistas del llano y de la sierra. Nos recreamos. Continuamos por la cuerda, a un lado pinos y pinos, al otro acantilado y barrancos, y algún roble faginata.  

    Toda la extensión de la Peña está sembrada de piedras afiladas, agujereadas, que hay que andar con mucha atención.  ¿Qué es meditar?, andar con conocimiento, sin hacerte daño, disfrutando. Son cosas que surgen en el grupo. Las cabras van evitándonos, pero las olemos, y nos dejan pruebas de ello. Cuando llega la hora del té, hoy 5.45, buscamos un solárium y compartimos frutas escarchadas de La Pilarica y galletas. Debajo la Casa Alta, de los Octavios de Cañada Juncosa que antes producían buenos tomates. Y proseguimos.

    Al llegar al abrigo donde hacen majada en verano, empezamos el regreso, un poco por camino y otro por la loma entre monte bajo, o por el arroyo de colores extraños, gris y azulado. Ya en la puerta de hierro cogemos la senda que nos devuelve a la gran carrasca, para retratar los afectos con estas luces del atardecer. Y otra vez agua de la fuente, alguna nuez nueva, y el gato que busca su recompensa sabiendo a quien acercarse.

    En la carretera un gato muerto, atufé, atufé, cuando vaya a comer que no se me salte la hiel, ni por un día ni por un mes, dice alguien.  En el Labrador de Aguas Nuevas, un primo Picano, y tapas bien elaboradas. Confidencias y risas.  8 km, 350 de desnivel, 3.5 horas.  

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