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Los andarines de Diario Sanitario hemos decidido liarnos la manta a la cabeza y reunirnos en Peralejos de las Truchas (Guadalajara), un auténtico paraíso en el que teníamos una asignatura pendiente, la ruta de El Machorro. Una vez más, tenemos que insistir en que no hay vídeo ni fotografía comparable con vivir esta ruta de ocho kilómetros en directo.
El Machorro es un cortado que impresiona nada más levantar la cabeza desde Peralejos de las Truchas. La ruta, de ocho kilómetros, no es exigente hasta que se alcanza el tramo conocido como la gatera. Subirlo ha resultado todo un reto para ‘la multimedia’ que, aunque suene contradictorio, sufre de un vértigo que no acaba de dominar.
El caso es que nos trasladamos desde Albacete hasta Peralejos de las Truchas, una joya del Parque Natural del Alto Tajo que, aunque está en Guadalajara, pega a Cuenca.
Vamos los de siempre, los andarines que llevamos más de dos décadas subiendo y bajando montes, Terto y Manuel, con nuestras respectivas, y también se ha animado ‘la multimedia’ con el suyo. Echamos de menos a nuestro ‘mudito’, pero tenía un compromiso familiar.
En resumen, que llegamos a este pueblo de postal el viernes a última hora y el sábado por la mañana ya estábamos enfilando la ruta de El Machorro. El primer reto era cruzar el río, desde la presa del Molino, a mediados de marzo. La temperatura no estaba para que el agua del Tajo, fría como un témpano, nos mojara hasta casi la cintura. Aquí la solución la puso el que suscribe, Manuel, cicerone de esta aventura que, como pescador y vecino de adopción de Peralejos de las Truchas, tenía vadeadores para todos.
Enfundados en los pantalones de goma, algunos con goteras, cruzamos el río como patos mareados, ya que el suelo resbalaba y el agua arrastraba. Pero esto no era nada para lo que nos esperaba. Menos mal que la temperatura y el cielo, que amenazaba lluvia, se apiadaron de nosotros.
La gatera
Sólo hay un punto por el que se puede subir a El Machorro, la gatera, que es donde el vértigo pone a prueba a cualquiera. Sin embargo, conseguimos subir y llegar hasta La Raja, continuar por Belvalle y alcanzar la conocida como ‘ceja’ de El Machorro, que guarda los refugios de la Guerra Civil.
Robles, quejigos, pinos, acebos, enebros, majuelos, aliagas o pino albar nos acompañaron en una ruta con unas vistas impresionantes. Con una altitud de más de 1.500 metros, el recorrido hasta El Machorro nos permitió ver a los buitres desde abajo para acabar observándolos desde arriba. Pero no fue la única sorpresa de esta ruta con fauna salvaje. Nos tropezamos con una cabra de un tamaño más que considerable, de majestuosa cornamenta, que pudimos apreciar con detalle.
Descendimos finalmente por Hoyo Redondo hacia el Martinete para desviarnos hasta el punto por donde habíamos cruzado el río, por el puente de la Tobilla.
Si quieren hacer esta ruta, aconsejamos hablar con los lugareños y revisar el recorrido en Wikililoc antes de lanzarse a esta aventura. Por cierto, el bar de la plaza ha reabierto de manos de una chilena que, además de simpática, domina el senderismo.
