
Quería referirme brevemente a la salud ética y, por supuesto, moral de nuestra profesión, que ha normalizado la relación de interés económico con la industria farmacéutica, condicionando sus decisiones terapéuticas en función del dinero que recibe de la misma y elevando a categoría de normal lo que simplemente es corrupción.
Una corrupción conocida y tolerada
Corrupción conocida y tolerada por nuestras administraciones que no poner coto ante la situación que se desprende del trabajo.
No puedo por menos que manifestar mi enorme satisfacción tras leer detenidamente el minucioso trabajo de investigación de Ángel María Martín Fernández-Gallardo que publica el número de mayo de 2024 de la revista Acceso Justo al Medicamento, titulado “Multinacionales farmacéuticas introducen sus medicamentos en el SNS a golpe de talonario”.
En él disecciona los pagos efectuados a los médicos por las 18 grandes compañías farmacéuticas. Lo primero es agradecer el enorme trabajo desarrollado por el autor. Es tan meticuloso como infrecuente en nuestro mundo profesional, a pesar de la importancia y trascendencia de su contenido, tanto para la salud de los pacientes como del Sistema Nacional de Salud. Aunque son muchas las sensaciones y reflexiones que produce su lectura.
Aunque se trate de un gesto repetido rutinaria y frecuentemente en tantas ocasiones, cuando el medico prescribe un medicamento se retrata a sí mismo como agente moral, es decir, como un ser libre y responsable. Por ello, el Código de Ética y Deontología Medica (CEDM) es contundente en el Art. 20.2 cuando exige que el médico debe disponer de libertad de prescripción respetando la evidencia científica, las indicaciones autorizadas y la eficiencia.
Eficacia y calidad
Pero esa libertad viene exigida por el derecho del paciente a recibir un tratamiento que compagine los criterios de eficacia y calidad con el uso equitativo de los recursos disponibles. No puede el médico adulterar la libertad de prescripción y vender su buen juicio clínico y sus deberes de justicia a cambio de un incentivo financiero, proceda de la industria o de la misma organización en que trabaja. Queda muy claro en el artículo 20.3 del CEDM que es contrario a la Deontología Médica solicitar o aceptar contraprestaciones a cambio de prescribir un medicamento o de utilizar un producto sanitario.
Tal conducta corruptiva constituiría una ofensa a la dignidad de toda la profesión, ya que puede dar pie a que el público pueda sospechar difusamente de la integridad de todos los médicos. Como ocurre en el caso que nos ocupa. Cuando un médico prescribe medicamentos a un paciente o cuando ofrece información a otros colegas en formación o que tienen en alta consideración su información, no se puede separar libertad de responsabilidad, independencia de prudencia y sensatez de juicio.
El médico no puede corromper su independencia
El médico debe situar su compromiso con el paciente en el lugar principal y primigenio de sus preocupaciones con el fin de prestar a sus pacientes el mejor servicio de que sea capaz, al dictado de su competencia profesional y conciencia.
En consecuencia, el médico no puede corromper su independencia profesional con ningún otro interés que no sea la mejor atención al paciente y, en segundo lugar, al menor coste posible para el SNS. Esa independencia supone, sobre todo, un derecho de los enfermos, que deben ser atendidos por un médico competente, concienzudo e impenetrable por las influencias o compra de voluntad de la industria farmacéutica, tecnológica o cualquier otro agente, provengan de donde provengan.
Libertad con recta conciencia
El artículo de Ángel María nos pone ante el espejo para recordar que el médico tiene derecho a libertad de prescripción, pero no para ventaja o provecho propios, sino para mejor responder a las necesidades de su paciente.
El médico debe ejercer su libertad con recta conciencia, lo que supone estar siempre dispuesto a dar razón de sus decisiones, de un modo sincero, transparente, fundado y objetivo. No sé si podrán hacerlo eso cientos de profesionales de la medicina que se han beneficiado económicamente del favor de las multinacionales farmacéuticas. Gracias de nuevo.
¿Puede superar la realidad a la ficción?
CUESTA CREER QUE EL COLECTIVO MÉDICO NO SE REVELE.
Como también resulta inverosímil que los galenos promuevan algaradas callejeras por patochadas y estupideces corporativas: nivel A1 súper; supuesta falta de médicos; paga extraordinaria incompleta; deterioro de la atención primaria… En realidad se les debería “mover el cuajo” ante temas tan escandalosos como el que refleja el comentario anterior. Estamos hablando de una auténtica delincuencia (organizada) muy lesiva para la credibilidad de este colectivo.
Los ciudadanos no se merecen ser victimas de tales mafias tan “colegiadas” y “facultativas”, pues atentan contra su salud y bienestar. Por poner un solo ejemplo, sirva el patente trapicheo actual de recetar vitamina D, “sin ton, ni son”.
Animo al resto de lectores a leer el número 30 (mayo de 2024) de “Acceso justo al medicamento” (AJM) , en su totalidad, pues todos sus artículos y páginas son bastante esclarecedores (
https://accesojustomedicamento.org/wp-content/uploads/2024/06/30-ACCESO-JUSTO-AL-MEDICAMENTO-Mayo-2024-NEV0-MODELO-2-comprimido.pdf )
En tal revista, Javier Sánchez Caro, se nos muestra desprovisto, por una vez, de sus rancias y casposas ataduras médicas, ofreciéndonos un acertado análisis sobre las implicaciones de la prescripción en los principios que regulan la bioética clínica, particularmente las relacionadas con el principio de justicia.
En el editorial de la referida publicación podemos leer: “Existen alternativas al modelo actual que permitirían que tanto la investigación, como la formación continuada y el desarrollo profesional de los profesionales sanitarios se llevara adelante con una financiación predominantemente pública, obtenida por ese volumen de ahorro enorme que supone el sobreprecio que pagamos por los medicamentos”. Más claro el agua, que señala la frase popular. Pero además concreta que “de esta manera conseguiríamos evitar la presión sobre los profesionales médicos y las consecuencias indeseables que originan para la salud de los ciudadanos”.
No me cansaré de repetir que al actual sistema de distribución de medicamentos, a través de los negocios farmacéuticos, con el consiguiente gravamen, de aproximadamente un 30% en su precio, es inmoral. Que implica que muchos ciudadanos no puedan acceder a los fármacos. La solución no es aumentar la red de chiringuitos farmacéuticos, como aparecía el pasado día 17 en este diario (“La región sumará 104 nuevas oficinas de farmacia”) . Y no es que no me parezca lógico que tales “negocios” lleguen a los núcleos que han aumentado su población. Por el contrario, me refiero a que no se pueden mantener estos mercados de medicamentos en poblaciones que no llegan a un número de habitantes adecuado, pues obviamente, el negocio no será rentable. O a que el número de boticas, al igual que el de graduados en farmacia, pueda ser infinito. Veo más lógico que se liberalice la venta de medicamentos comunes en otras áreas comerciales. Me refiero a los fármacos que todos tenemos en casa y que podemos adquirir sin receta. Pero en esto, parece ser que no nos interesa equipararnos a otros países europeos.
Igualmente resulta muy difícil de asimilar que tras el exhaustivo análisis que realiza el Inspector Farmacéutico del Sescam, Ángel María Martín Fernández-Gallardo, en el señalado monográfico, bajo el título: “La red oscura que las administraciones farmacéuticas ocultan tras los pagos a profesionales sanitarios: sus lideres de opinión en el SNS y su red al descubierto”, nadie tome decisión alguna. ¿A tal grado de corrupción ha llegado nuestro sistema de salud?
También en el número de mayo de AJM colabora Els Torrele con un excelente trabajo que lleva por título: “¿Por qué nuestros medicamentos son tan caros? Spoiler: no por las razones que te dicen…-PMC”. Y la respuesta que aporta es que estos precios altos de los fármacos se podrían evitar, evitando el “confiar en el actual modelo de negocios con fines de lucro para la innovación médica, vendiendo medicamentos al precio más alto posible.”
Lo dicho, ahora que la pausa de vacaciones nos permite disponer de más tiempo, merece la pena repasar detenidamente la revista señalada por la mucha luz que aporta sobre los derroteros en que se han instalado las profesiones médica y farmacéutica.
Yo me pregunto hasta donde llega este movimiento de enviciamiento y degradación. Por descontado que cuenta con la connivencia de la administración sanitaria, como se refleja en las opiniones de los expertos señalados. Pero creo que la podredumbre traspasa ese nivel, contaminando a las diversas raleas políticas.
Finalmente, animo a los responsables de AJM a realizar otro monográfico sobre pruebas, medios y tecnologías sanitarias improcedentes o innecesarias. Aunque se escape un poco de su objetivo, merece la pena abordar este tema. También la aparición de “sapos y culebras”, está garantizada.
Isidoro, con furia latente,
a los médicos desprecia,
con palabras hirientes
y un odio que enloquece.
En su mente hay tormenta,
contra ellos arremete,
cada día se lamenta,
y su cólera promete.
¿Será que siente envidia,
o algún rencor escondido?
Porque su rabia desmedida
es un drama divertido.
Con sus quejas y reproches,
nos hace reír a todos,
Isidoro y sus derroches,
¡qué espectáculo tan loco!
Un idiota enmascarado,
facultativo presunto,
no tiene clase, ni hombría
para tratar este asunto.
Sujeto vil y ruin
que apoya la delincuencia,
más le valdría pensar
con un mínimo de decencia.
Con tanto fundamentalismo
como hay en su profesión,
un mínimo de humildad cabría
y meditar la cuestión.
Yo también tengo por cierto
que sus delicadas rimas,
entre atronadores ridículos,
le sitúan en las cimas.
Seré el único médico tonto que no recibe NINGUN tipo de retribución por prescribir tales o cuales medicamentos. Yo prescribo por experiencia clínica y según guías de práctica clínica. Lo más que me llevo de un laboratorio es un boligrafo. Si eso puede entenderse como un «gran regalo»….