• Puntualizaciones de un médico

    Me llamo Juan Manuel Marín Olmos y soy licenciado en Medicina y Cirugía y también en Geografía e Historia. Y por eso mismo sé que la medicina y la ciencia presentan historicidad, es decir, los conocimientos cambian con el discurrir del tiempo.

    Hace ya una temporada que leo su diario y hace tiempo también que he estado sopesando la posibilidad de escribirles unas líneas que hacen referencia a su declaración de intenciones. Permítanme que les diga que sé de antemano que no servirán de mucho puesto que, entre otras cosas, no existe en sus páginas el derecho de réplica.

    Tienen ustedes un lema muy bonito “Sapere aude”, y también tienen palabras muy bellas en su declaración de intenciones. Hablan ustedes de “establecer puentes” y también dicen de forma casi poética que en sus páginas “no tienen cabida la injuria, la calumnia, la controversia o la polémica malintencionada” etc. Sin embargo, ustedes cuentan con un colaborador que desde las páginas de Opinión se dedica justamente a eso mismo que ustedes dicen tratar de evitar. Ese señor que no es médico, y que no se enfrenta en el día a día al padecimiento de las personas enfermas, se dedica de manera sistemática y con tono chulesco y faltón a descalificar a todos aquellos que se atreven a explorar territorios que van más allá de, lo que podemos llamar, ortodoxia médica o científica. Y no solo eso, sino que de forma burda y grosera mete en la misma coctelera a todo aquello que le suena alternativo o no convencional, aunque no tengan nada que ver, ya sea la orinoterapia, la homeopatía o las flores de Bach. Lamentable falta de rigor.

    No hace mucho tiempo, el editorialista (pediatra de profesión) del órgano oficial de una sociedad médico-pediátrica, pedía “mentes abiertas” en relación a las prácticas médicas no convencionales y decía también que “es de necios criticar lo que no se conoce y menospreciar lo que no se entiende”. Creo que esas “mentes abiertas” debe ser la actitud que debe caracterizar el pensamiento médico y científico. Hemos tenido a lo largo de la historia demasiadas Hipatias de Alejandría, demasiados Migueles Serverts y demasiados Giordanos Brunos, y también demasiados inquisidores y Torquemadas. Como dice Luc Montagnier “no se debe suprimir una parte de la ciencia porque no concuerde con los dogmas”. Hermosas palabras las del premio Nobel pero que desgraciadamente suelen caer en saco roto; es curioso como la historia se repite, una y otra vez.

    De todas formas, y para acabar, pueden decirle a ese excelso colaborador, que hace llamamientos belicistas a sus huestes al grito de ¡Al ataque!, que no le tenemos absolutamente ningún miedo y que si escribe en esos términos no debe quejarse cuando lo comparen con los “Camisas Pardas” (las SA hitlerianas) pues sus actitudes fascistoides y totalitarias nos conducen a un inquietante pensamiento único.

    Y a ustedes recordarles tres cosas. La primera, que el 15 de diciembre de 2009, la Asamblea General de la Organización Médica Colegial refrendó por unanimidad la homeopatía como acto médico. La segunda que, según el Código de Deontología Médica: “Los médicos deben tratarse entre sí con la debida deferencia, respeto, lealtad, sea cual fue la relación jerárquica que exista entre ellos. Tienen la obligación de defender al colega que es objeto de ataques o denuncias injustas”. Y la tercera, que pseudociencia (término que se presta a la manipulación) no debe hacerse sinónimo de charlatanería, pues de hecho se dice que entre el 80-90% de la práctica médica convencional es pseudociencia, aunque tal vez sería más apropiado decir práctica médica de base empírica. El empirismo no es superchería ni charlatanería. El problema es utilizar las palabras y los conceptos como herramienta de poder de forma torticera.

    Juan Manuel Marín Olmos (Albacete)