
La respuesta no es sencilla, porque del cerebro sabemos muy poco, pero ese poco es inmenso y difícil de ‘traducir’ a los legos en la materia gris. Sin embargo, el neurólogo albaceteño Tomás Segura, de prestigio internacional, no lo dudó cuando el enfermero Virgilio Cencerrado lo invitó a dar una charla en su barrio sobre «ese universo» que atesora la cabeza.

Contesta el neurólogo Tomás Segura
Para empezar, sabemos poco del cerebro porque en él conviven 100.000 millones de neuronas, una galaxia con multitud de conexiones, de sinapsis. Pero el problema no está tanto en su inmensidad como en el tiempo que se ha perdido en investigarlo. De hecho, el Dr Segura se remonta en su charla El cerebro: un universo en tu cabeza hasta Aristóteles. Desde el siglo IV antes de Cristo este filósofo hizo un flaco favor a este órgano, porque otorgó todo el protagonismo al corazón, al considerarlo el origen del ser.
Así, si bien Hipócrates y Galeno hicieron lo que pudieron, al primero casi nadie le hizo caso y al segundo nunca se le permitió diseccionar humanos. Por tanto, habrá que esperar hasta el siglo XVI para encontrarnos con Andrea Vesalio y la primera disección del cerebro humano.
El señor Tan-Tan
En una charla tan interesante como amena, el neurólogo albaceteño, responsable del estudio más leído en Estados Unidos sobre COVID y cerebro, desgrana los hitos que dieron lugar a asumir que el cerebro es responsable tanto del movimiento como del ‘sentimiento’. Miguel Sabuco, Descartes o Turriano se mezclan en una argumentación que desemboca en el siglo XIX y Pier-Paul Broca. Y es que el señor Tan-Tan, un paciente del doctor Broca que lo entendía todo, pero sólo podía decir: «tan-tan», fue el responsable de que hoy sepamos que el habla está en el lado izquierdo del cerebro. Este señor, cuya materia gris aún se conserva, presentaba, como se comprobó en la autopsia, una anomalía en la parte izquierda del lóbulo central, lo que ahora se conoce como Área de Broca.
Los siglos XIX y XX supusieron el arranque de las investigaciones sobre el cerebro, aunque con métodos que hoy se enmarcarían más en el sadismo que en la medicina. Y es que Walter Freeman hizo decenas de miles de lobotomías. Con una especie de punzón atravesaba el cerebro de sus pacientes entrando por el ojo y sin anestesia, dejándolos libres de sus ‘locuras’ pero cual muñecos de trapo.
Phineas Gage y las lobotomías
Se detiene el Dr Segura en Hitzig y Fritsch, quienes en 1869 fueron quienes sellaron que el cerebro controlaba el movimiento. Pero habrá que espera a 1881, a David Terrier, para delimitar cada área motora. Y fue en 1848 el caso de Phineas Gage el que dejó claro que el cerebro define la personalidad. Un accidente provocó que una barra metálica, que entró por el ojo, atravesara el cerebro de este estadounidense, que no perdió función motora alguna pero que nunca volvió a ser el mismo. Precisamente, fue este caso, que advirtió de la importancia del lóbulo frontal, el que llevó a las lobotomías.
¿Soy yo el usuario y el cerebro es la computadora?
Watson y Crick o Penfield, pasando por Descartes, dieron las claves al Dr Segura para plantear una de las miles de preguntas que genera el cerebro sin que la ciencia acabe de darles respuesta. ¿Es el cerebro la causa fisiológica del yo o tan solo es su condicionante? ¿Soy yo el usuario y el cerebro es la computadora?
El neurólogo albaceteño, profesor en la Facultad de Medicina y jefe de Servicio en el Complejo Hospitalario Universitario de Albacete, sigue ahora inmerso en sus investigaciones sobre el ictus y el COVID, lo que en unos meses le llevará a ser de nuevo noticia internacional.