Pacientes, galenos, boticarios y sabios consejos médicos pueblan El Quijote
El Quijote, la segunda obra más leída después de La Biblia, está lleno de guiños a la Medicina. Para empezar, su protagonista no saldría hoy sin diagnóstico de la consulta de Salud Mental. Primer consejo de rabiosa actualidad: «Come poco, y cena más poco».
«Se le secó el cerebro»
“En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro de manera, que vino a perder el juicio”.
Esa absorbente locura, de tanto leer y leer libros de caballería, convierte a un flaco y cincuentón hidalgo, Alonso Quijano, en don Quijote de la Mancha, el caballero andante más famoso de la literatura universal, y le empuja a un mundo de aventuras y desventuras en compañía de su escudero Sancho, su rocín Rocinante y su amada Dulcinea del Toboso.
Don Quijote hubiese necesitado psicólogo y psiquiatra
Solo la delicada Salud Mental de Don Quijote ya es un guiño a la Medicina.
Abundan citas a la higiene y salen a relucir los boticarios
La manera en que el insigne Miguel de Cervantes escribe a principios del siglo XVII ese delirio en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha rompe para siempre las costuras de la literatura de la época, edifica la primera novela moderna de la Historia y construye la que será, con el tiempo, la segunda obra más leída después de la Biblia.
En esta monumental obra maestra hay muchos guiños a la Medicina, se cuelan conocimientos de cirugía, aparecen críticas a los galenos “ignorantes”, abundan citas a la higiene, salen a relucir los boticarios, entran en escena hierbas y otros remedios naturales, y todo con un protagonista atrapado en su locura, un estado mental del que se ocupa la psiquiatría.
El estudio de un médico
Un sesudo análisis de esta magistral novela deja muchos registros y pinceladas de medicina. Hace más de un siglo, en 1905, y a petición del entonces presidente del Colegio de Médicos de Albacete, Tomás Pérez, el médico titular de Socuéllamos, Francisco Martínez y González, ahondó en estos llamativos vínculos en su obra Del estudio de El Quijote, ¿se desprende que su autor tenía conocimientos médicos?
Su padre, Rodrigo El Sordo, era cirujano menor de oficio
Aunque Cervantes no estudió la carrera de Medicina, sí tuvo acceso, mediante la lectura de libros y el trato con personas ilustradas, a unos conocimientos que luego plasmó en su obra cumbre.
Tampoco hay que olvidar que su padre, Rodrigo El Sordo, era cirujano menor de oficio. Además, su bisabuelo materno, D. Juan Luis de Torreblanca, pertenecía a una ilustre saga de médicos cordobeses.
«No espero volver (de las galeras) según me cargan los años y un mal de orina que no me deja reposar un rato»
Medicina en general, fisiología, higiene, farmacología, moral médica, botánica y cirugía, entre otros, tienen cabida en El Quijote, y a lo largo de sus páginas se encuentran muchos ejemplos. Uno de los personajes, el Galeote, alude a lo que hoy se conoce como cistitis: “no espero volver (de las galeras) según me cargan los años y un mal de orina que no me deja reposar un rato”.
«Cuando la cabeza duele, todos los huesos duelen»
En otra ocasión el ingenioso hidalgo se explica, no sin razón, que “cuando la cabeza duele, todos los huesos duelen”. O cuando nuestro protagonista le recalca a Sancho Panza que “una boca sin muelas es como molino sin piedra, y en mucho más se ha de estimar un diente que un diamante”.
«Mucho más se ha de estimar un diente que un diamante»
A modo de buen dietista el Quijote le regala consejos muy acertados a su fiel escudero: “come poco, y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la cocina del estómago. Sé templado en beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto, ni cumple palabra. Sé moderado en tu sueño, que el que no madruga con el sol no goza del día”.
«Come poco, y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la cocina del estómago»
También destacan las alusiones a los remedios naturales, como cuando el ingenioso hidalgo sufre una herida y un “cabrero”, ni corto ni perezoso, “tomando algunas hojas de romero de mucho que por allí había, y aplicándoselas a la oreja, se la vendó muy bien, asegurándole que no había menester otra medicina”.
Sorprende que, entre las cualidades que El Quijote resalta de un caballero andante, recuerde que “ha de ser médico, y principalmente herbolario, para conocer en mitad de los despoblados y desiertos las yerbas que tienen virtud de sanar las heridas”.
“… Y a garrotazos, empezando por él, no me ha de quedar médico en toda la Ínsula»
Cuanto menos llama la atención que muchas de estas recomendaciones que escribió Cervantes tengan hoy, cuatro siglos después, plena vigencia y muchos galenos las suscribirían con toda claridad. Aunque tristemente también tienen plena actualidad ciertas críticas a los malos profesionales de la medicina.
“… Y a garrotazos, empezando por él, no me ha de quedar médico en toda la Ínsula, a lo menos de aquellos que yo entienda que son ignorantes; que a los médicos sabios, prudentes y discretos los pondré yo sobre mi cabeza y los honraré como a personas divinas”, le dice Sancho Panza al médico Tirteafuera.