• Gracias a la residencia de Salobre

    Carta remitida al Buzón del Lector de Diario Sanitario

    Después de todas las noticias que están saliendo en estos meses sobre las residencias de mayores, quería escribir esto para dar las gracias a todo el personal que forma parte de la Residencia de Salobre. Desde la directora Flori hasta los auxiliares, cocineros…

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    Mi padre llegó en el mes de julio en una situación crítica, después de una operación de cadera, habiendo pasado la COVID y con un peso muy por debajo del adecuado.

    Él venía de la residencia privada de “Los Álamos”, en la cual pagábamos 2.000 euros al mes y que se llevó todos los ahorros que mis padres tenían. Allí tuvo un trato nefasto, donde tuvo que convivir en un espacio reducido con otros pacientes positivos en COVID y donde los familiares no teníamos información acerca de la situación de nuestros residentes.

    No quiero dar mayor información sobre aquel mal trago que durante muchos meses tuve que pasar, ya que todo lo relaté en otra carta escrita en agosto de 2020.

    Al llegar a la residencia de Salobre, el personal me dijo que creían que lo llevaba para que falleciese -ya podéis imaginar el estado en el que internó allí-. A pesar de lo que vieron, no pasó un día sin que mi padre recibiese una atención excelente (como cualquier persona que entra en una residencia merece) que le hizo mejorar su estado considerablemente.

    Excepcional trato personal

    Después de la operación y de todo lo pasado, volvió a caminar y recuperó parte del peso que había perdido. Nadie que lo hubiese visto en el momento de su llegada a El Salobre, hubiera imaginado esa recuperación, propiciada en gran parte por el excepcional trato del personal.

    Han demostrado que realizan su trabajo por vocación y que cada persona que cuidan allí, no es solo la cuota que paga mensualmente, sino que representa un ser humano, con una familia que está pendiente de ella y que no puede estar presente en el día a día (en mi caso más de una hora de distancia), más todavía en la situación de pandemia que vivimos.

    La última visita antes de su muerte

    También quiero agradecer el gesto que tuvieron con nosotros el día 22 de febrero, cuando mi padre cumplía 82 años, y a pesar de carecer del protocolo indicado para las visitas a mayores en residencias, nos permitieron tanto a mí como a mis hijos verlo en un día tan especial y que, a la postre, sería el último momento que pasaríamos con él en vida, ya que esa misma semana falleció.

    Por último, dar las gracias a Nora, la asistenta social, que siempre ha estado pendiente del caso de mi padre, de mi persona y nunca ha escatimado en su atención a pesar de la distancia, del cierre perimetral de provincias y municipios que hemos tenido y de cualquier dificultad que hayamos tenido en este duro año.

    María del Mar Rubio Urrea (Albacete)

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