• Rincón del Moro: la naturaleza cura

    El Autor

    Rigoberto López Honrubia

    Profesor de Psicología de la Salud en la Facultad de Enfermería

    Llegando a Tobarra seguimos la carretera a Pozohondo. Dejamos a la derecha la sierra de Abenuz, donde el balneario de la Pestosa, inicio de esta tanda de rutas con la que hoy cerramos el círculo, y seguimos hasta el Rincón del Moro. Nos planteamos que encontraría en estos parajes aunque intuimos la respuesta por lo que hemos ido conociendo en los últimos meses. Esta tarde hace calor, una de las motivaciones de la nueva andarina, que se  ha apuntado para salir al campo, darse caña y un baño de sol, aunque se ha provisto de un antiinflamatorio por si su ciático le pasa factura. 

    rincon_del_moro_uno

    Los japoneses, un poco más técnicos, realizan una práctica en la que se estimulan los sentidos al estar en contacto con la naturaleza, lo que les permite mejorar su salud y aumentar su sensación de bienestar y calma, le llaman Hhinrin-yoku (baños de bosque)

    Aunque el sol aprieta, al andar la temperatura es agradable y contamos con el contraste de zonas sombreadas donde hace casi fresco, o la existente en altura con un poco de viento, que hay que abrigarse. En fin una temperatura excelente para darnos un baño de campo. La previsión son 14 km con dos ascensiones a la sierras de Peña Losa y de la Umbría del Rincón, con una ascensión total de 522 m. Iniciamos el camino a la derecha y al poco nos parece ver las orejas de una liebre que escapa a la carrera, aunque sería extraño ya que estos animales además de estar en franco retroceso no suelen saltar. Tal vez el Moro se instaló aquí dada la riqueza de estos valles, y las montañas cercanas que le permitía una buena vista del paso hacia la serranía y el sur; en Peñas de San Pedro, a tiro de piedra, resistieron muchos compatriotas independientes del Califato de Córdoba, hasta que les cortaron los vuelos. Esta zona es el centro del triángulo Hellín, Peñas y Chinchilla, frontera árabe y castellana. Pero sin estar documentados, solo es una elucubración producto del baño de sol y del olor de los purines con los que han regado los barbechos sembrados de hierba a lo largo del camino.

    Llegamos hasta una aldea derruida, La Losa, en la base del pico del mismo nombre. Las grajas van saliendo de su interior en espantada, y las vemos regresar en bandada cuando nos vamos. Nos aventuramos a olismear en su interior y nos llama la atención un tornajo de madera de grandes dimensiones, hecho de una sola pieza. En el exterior un aljibe seco, de donde se proveerían de agua sin muchos problemas ya que hasta aquí baja un arroyo desde lo alto de la sierra. A su lado un abrevadero. Continuamos junto al arroyo por una senda de herradura, no viene en el ING, que nos llevará hasta el collado de la Sierra de Peña Losa. En el trayecto hay pinos, muchos reforestados, chaparros, carrascas,  monte bajo con una gran variedad de arbustos y plantas. En contraste con los olores que teníamos apenas unos cientos de metros atrás, ahora las fitoncidas, sustancias químicas de las plantas, impregnan nuestro olfato y nos oímos  exhalar bocanadas de satisfacción, a veces acompañadas de vocablos que expresan agradecimiento.

    Las fitoncidas, sustancias químicas de las plantas, impregnan nuestro olfato

    Y las flores de aliagas, jarillas, gamones, tomillo, y tantas otras que no sabemos nombrar, nos llevan en volandas hasta el mismo collado. Una pequeña parada a la sombra de una carrasca para comernos unos gajos de naranja que Mari Tere nos ofrece y nos saben a gloria. Reanudamos y de una tacada  llegamos al collado que separa las vertientes donde hay dos pequeñas cumbres, una era el antiguo punto geodésico, 1035 m, que trasladaron a otra montaña enfrente, Umbría del Rincón; nuestra sospecha de que la otra cumbre fuera una morra se desvanece. La nueva andarina no para de sorprenderse de las vistas que ofrece esta montaña, tantas veces glosadas en nuestras crónicas anteriores, mosaicos de colores en los valles, contrastes difuminados de picos y sierras, pueblos y aldeas, en fin, ¡Shinrin-Yoku!.  En el valle circundante, a un lado la casa de la Zarzuela, la Herrada, y un poco más lejos  la cola del embalse del Boquerón y más a la izquierda la presa, en la Sierra de Peñarrubia. Y al otro la Sierra del Cangilón, el Regajo, la Cañada de Tobarra, y la casa del Moro, entre otros. Para festejarlo, mientras identificamos picos, tomamos un té blanco, calentito, frutos secos y unas tortitas de sésamo con miel muy ricas.

    Hidratados y energéticamente recargados, iniciamos el descenso buscando el camino que algunos cientos de metros más abajo continúa hasta la cima del auténtico punto geodésico, repleto de torretas de repetidores y antenas. En la bajada tendremos la oportunidad de comprobar diferentes estilos de respuesta animal, la primera la huida, una culebra bastarda medianeta  corre montaña abajo hasta esconderse en unos matorrales; aunque nos hubiera gustado observarla con un poco de detenimiento, dejamos de incomodarla y continuamos el descenso animados por el canto de un cuco y el vuelo de un cernícalo. Y al poco rato, debajo de una aliaga,  un pájaro bolero, aún tiene las boqueras blancas que resaltan con su plumón negro, con sus redondos ojos abiertos de par en par, y ni un mínimo movimiento que delate su presencia (apagamiento). Lo retratamos y seguimos. Ya en el carril que serpentea hasta el pico Losa (Umbría del Rincón, 1038 m) algunas rampas nos ponen a prueba. En la cima corre el aire, nos abrigamos y fluimos (estado psicológico especial)…

    El contacto con la naturaleza ayuda a ayuda a reducir el estrés, las conductas adictivas, la tensión arterial…

    Cuando conectas con la naturaleza empiezas a beneficiarte de numerosos efectos positivos. Muchos datos (Quini Li, 2018) indican que ayuda a reducir el estrés, las conductas adictivas, la tensión arterial, el nivel de azúcar en sangre, mejora la salud cardiovascular, la atención y la memoria, el umbral del dolor, potencia el sistema inmunitario y la producción de proteínas anticancerígenas, ayuda a perder peso, dormir mejor y mejora el estado de ánimo, el vigor y la fatiga. Y no hace falta pasar mucho tiempo en contacto con la naturaleza, con un par de horas de vez en cuando es suficiente. 

    Hasta que somos conscientes que aún nos queda un rato y que tenemos que salir de estas crestas buscando alguna salida comprometida que Manu resuelve con maestría, y seguido de Mari Tere, en forma y cuidadosa, vamos descendiendo como las cabras que nos cruzamos. Un bancal de cebada, verde que amarillea ondulante y luminosa, nos estimula a atravesarla, al igual que una plantación de pinos en dirección al depósito del agua del Rincón del Moro, desde donde regresamos por la Nava de Abajo, en busca del Candil, para que Amparo nos refresque con sus cañas.