• El Rincón del Moro para subir a la Losa

    El psicólogo Rigoberto López y el dentista Manuel Martínez proponen el Rincón del Moro para subir a la Losa y cambiar el sedentarismo por el senderismo

    El Autor

    Rigoberto López y Manuel Martínez

    Profesor de Psicología en la Facultad de Enfermería y médico dentista

    Al llegar a Tobarra seguimos por la carretera a Pozohondo. A la derecha la Sierra de Abenuz y de Los Buhos y nos desviamos hasta el Rincón del Moro. Aparcamos en los pinos junto a la ermita de San Juan.  Empezamos a andar por el camino junto a la molineta, donde en una losa ponen su seña de identidad.

    Esta tarde el sol aprieta. Una de las andarinas se resiente casi de entrada. La previsión son 11 km con dos ascensiones, sierra de Peña Losa y de la Umbría del Rincón, con un desnivel alrededor de 500 m. Discurrimos entre plantaciones de pinos y bancales que rojean de amapolas, paralelos a una rambla, en donde un zorro sorprendido nos observa antes de desaparecer. Llegamos hasta Casa de la Losa, derruida, y comprobamos que el tornajo de madera de una sola pieza que nos llamó la atención en la ruta de hace tres años sigue ahí.

    La resentida entra en fase 2, tiene una pajarilla y, sabiamente, elije continuar a su ritmo por el camino hasta el punto geodésico de la etapa, pasando del resto. Replanteamos la ruta; dos de nosotros continuamos monte a través hasta la cuerda de Sierra de Peña Losa. Un tercero, el “hombre cuidador”, después de asegurar el itinerario y las fuerzas de nuestra pajarilla, sigue por la rambla y luego ladera hasta el collado, donde hemos convenido en juntarnos. Y, como si de silbos se tratara, vamos cantando nuestras posiciones, aunque también los móviles ayudan; más adelante ya nos divisamos, cada cual por su sitio.

    En el camino que termina en las antenas parece haber movimiento, un par de bicicletas y otras dos personas corriendo, y un punto que negrea y nos saluda con la mano, aunque se mueve poco; nosotros tres estamos en vertientes adyacentes.  Se agradece las sombras de pinos y carrascas, aunque también proliferan chaparros y otras variedades de arbustos y plantas que entorpecen la andada. Y las flores de aliagas, jarillas, gamones, tomillo y muchas más que no sabemos. La ruta se endurece por el efecto del calor. La segunda pajarilla esta a punto de saltar, pero finalmente se retiene, tal vez animada por el aire de la cuerda y las vistas del valle que queda a nuestra derecha, entre Casa Colorada y Casíca del Borde, un mosaico de verdes, que continúan con La Sierra de Peña Losa.

    Ya en el collado, tras la reunificación, subimos hasta el antiguo punto geodésico (1031m).   En el valle, a un lado la casa de la Zarzuela, la Herrada, y un poco más lejos el embalse del Boquerón y la presa. Podemos identificar, entre otros, el Castillo de Las Peñas, El Padrastro, Porrón, Peña Lavada, Hellín, Volcán de Cancarix, Los Donceles, Hoya del Conejo, Tobarra, y tantos otros.

    Hidratados y recargados, iniciamos el descenso buscando el camino que algunos cientos de metros abajo nos llevará hasta el pico Losa (1038 m, Sierra Umbría del Rincón), donde además abundan torretas, repetidores y antenas. El “hombre fortaleza”, en plena forma, nos abandona para ir al encuentro de su pajarilla, casi a la misma velocidad que un par de cabras que saltan a su lado.

    Ya en el carril que serpentea hasta la cima, algunas rampas nos ponen a prueba. Nos cruzamos con dos ciclistas que bajan a toda velocidad y una pareja de corredores que nos saludan. Arriba, nuestros andarines están instalados a la sombra de una caseta, con unas estupendas vistas, y la mesa preparada para la merienda. Hoy son los bollos de Lola, la madre de Cesi, que con una onza de chocolate hacen nuestras delicias. Las variedades de té, aún calentito, nos ponen a tono. En tanto van contándose las anécdotas surgidas. En una de ellas, al fragor del efecto Ayuso, alguien grita ¡Viva la libertad!, y al rebufo de unos ciclistas se oye ¡Y su p— madre! Y es que estamos gente para todo.

     Aunque estamos muy a gusto decidimos continuar por que aún tenemos que crestear esta sierra buscando algún descenso por donde acortar.  La merienda y el descanso nos ha reconfortado a todos y bajamos sin perder comba. El “hombre planta” se interesa por una de ellas muy colorida que incorporará a su mochila para identificación. De cuando en cuando el aleteo de perdices, que se alejan de nosotros.

    Llegamos a un bancal de cebada, verde y luminosa por los rayos del final del día y, tras atravesarla, nos colamos en un campo de pinos reforestados, del que salimos con prontitud porque están muy cerrados. Y ahora, a campo abierto, cruzamos un barbecho hasta llegar al Rincón del Moro, vigilados por tres perros que, parece, quisieran jugar con nosotros. Seguimos hasta la ermita donde aparcamos, y tras cambiarnos de calzado, continuamos viaje para festejar, esta tarde en la Cocinilla de Calaña (Tobarra), de donde salimos muy satisfechos con su servicio. En el trayecto de regreso nos quedan fuerzas para discutir de política. ¡Y la semana que viene más!

    📌Aquí puede consultar la ruta en Wikiloc

    Puede ver otras rutas en la sección ‘Senderismo’

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