Desde Albacete por la carretera de Ayora hasta el kilómetro 6, donde giramos a la izquierda para dejar el coche e iniciar el camino muy cerca del cortijo del Molinero, que rodeado de almeces, cornicabras envainadas, huertos poblados de maleza y paredes de piedra que canalizaban el agua, esconde en su interior restos de su maquinaria, piedras de molino y torvas. Dejando a la izquierda la Vereda del Saltador, seguimos el camino de la Hoz del Zarra, la de Abajo, entre restos de cortijos que contemplaban un rico valle antes de ser desecado para alimentar el pantano de Almansa, la Aldea de la Hoz. Un olor impregna nuestro olfato, y la búsqueda da como resultado una imagen escalofriante, una cabra se descomponía colgada de un árbol al enredar la pata derecha en una rama.
Siguiendo el valle llegamos a la central hidroeléctrica, que a pesar de estar en ruinas, saca pecho para mostrarle al visitante que aquí un abundante caudal alimentaba su fuerza generadora de electricidad. Algunos restos de su antigua maquinaria pueden contemplarse.
Iniciamos el Cañón del río Zarra. Nos descolgamos con una cuerda por la presa de los Comuneros, utilizando un enganche que alguien había fijado a la pared; nuestro propósito es avanzar por él hasta Zarra. Ante nosotros un paisaje sorprendente, cortados, barrancos, pliegues de piedras del fondo, cuevas, abrigos de cabras, protegido y vigilado por un monte alto, espeso de pinos y maleza, con escarpadas laderas y torrenteras que desaguan a la hoz, y altas cimas. El nene nos informa que estamos pasando cerca de la Cueva Valle, y aunque vemos su boca, la dejamos para otra ocasión.
Avanzamos por el cauce seco, maravillados, hasta que el barranco de Gregorio nos espolea, y nos lo pone difícil ya que ni con la cuerda podemos avanzar sin sumergirnos en una poza de aguas negras. Después de varios intentos, decidimos subir por La Umbría, llena de maleza y espinos, y agarrándonos con uñas y dientes a lo largo de ½ km, conseguimos acercarnos hasta la presa del Rentón, a la salida de las hoces. Una fruta y agua en tanto descansamos un poco, nos sorprende con la cercana visita de una cabra y su cría, que avanzan despacio como si no nos viera, ¿estará ciega?, hasta desaparecer.
De la presa, llena de junquillos e infinidad de ondas concéntricas, salen dos acequias que valle abajo riegan escasos huertos en los que hay abundantes cerezos y melocotoneros, y algunos almendros, olivos y caquis. Seguimos por el camino, a la derecha de la presa, pasando por un merendero, la Presa de Zarra, que dispone de fuente y asadores. Llegamos a Zarra pueblo, que se asienta en un terreno escarpado y, por empinadas calles y casas cerradas, llegamos hasta la plaza donde mana La Panoja, junto a la Iglesia renacentista que está separada de la torre en la que suenan las campanas llamando a misa.
Después de refrescarnos continuamos hasta la calle Alta, para coger la senda que sale del cementerio y llegarnos hasta el carril del Carrascón antes que se haga más de noche. La marcha impuesta por Manu voy pudiendo engañarla gracias a las vistas del valle de Ayora (Zarra, Jarafuel, Cofrentes), Montemayor y el Palomeras. Recurrimos a un cabrero para clarificar el itinerario, que nos aconseja no acercarnos al prentil (cortados) y seguir por donde vienen sus cabras.
Entre estas y el nene, vamos avanzando monte arriba, dejando a la derecha primero el camino del cortafuegos y después el de las antenas, y por el de la Balsilla, después del Collado de la Vega, nos llegamos hasta la carretera. La luna llena y el fresquito de la noche nos acompañan en este tramo final de etapa. El jamón y el queso del Zapa, en Alatoz en fiestas, ponen la guinda. El amigo infiltrado ni ha venido, ¡ni casi se le espera!