

Diez de la mañana y comenzamos ruta en Uña, Parque Natural de la Serranía de Cuenca. Treinta y ocho sosquiles despertamos a ese sencillo vaivén; caminar, respirar y dejarse llevar. Al abrigo de aneas y carrizos, comenzamos caminata junto a la Laguna de Uña, el Júcar, la central hidroeléctrica y el Canal de La Toba.
📷 Fotografías: José Antonio Tolosa Carrión

Libertad, humildad y fascinación
“Pocas palabras son capaces de expresar con total acierto los sentimientos que siente quien ama la montaña, pero si algunas logran aproximarse, esas son la libertad, la humildad y la fascinación. Sensaciones indescriptibles que te empujan a volver a ella una y otra vez”.
El Inicio es agradable. En los rostros de los caminantes descubro gestos ávidos de camino, paso alegre y cordada pizpireta. Transitamos sobre el GR66, hasta la intersección con el Arroyo de la Madera. Arroyo cristalino donde al vadearlo se reflejan en sus aguas nuestros pasos y brincos de piedra en piedra.
Las catedrales, paso-cueva alucinante, angosto y sombrío, con ceñidas paredes rocosas de formas caprichosas que te ahogan. En este lugar te sientes como los enanos de la Tierra Media en una novela de Tolkien.
- Distancia: 18,76 km.
- Desnivel positivo: 464 m.
- Dificultad técnica. Moderado.
- Desnivel negativo. 464 m.
- Altitud máxima. 1.389 m.
- Tipo de ruta. Circular.
Paso equipado con un par de escaleras de madera que alguien de forma totalmente altruista ha colocado y que ayudan bastante a superar este vericueto. Laberinto de estrechos callejones por el que vamos ascendiendo hasta salir de nuevo a la superficie. Y cogemos aire, respiramos.
Suavemente ascendemos sobre la senda de Buitrino, buscando perspectiva alta, acompañados por una nutrida manada de vacas con las que compartimos miradas, ellas sorpresivas y nosotros recelosas.
Paraje de La Asomadilla, donde las asomadillas a partir de este punto procuraremos que sean con cuidadillo. Se nos abren los horizontes y abajo, Uña con su laguna.
Altas perspectivas


Uña, una ruta con un sinfín de miradas
Enlazamos con el camino de Las Coronillas, vertiginosos miradores naturales se nos presentaran de aqui en adelante. El Mirador Puntal de San Roque, Mirador Rincón de Uña, Mirador de La Poza, Mirador Puntal de la Tola y el Mirador del Refrentón. Sobrecogedores todos ellos.
Mientras deambulamos de mirador en mirador («no todos los que deambulan andan perdidos”), abandonamos la cómoda traza del camino para descender hasta La Raya por unos estrechos, umbrosos y húmedos callejones. Bosque vertical impresionante, paredes tapizadas de una variada vegetación extraordinaria, Shinrin Yoku.
Llegamos a la joya de la corona de esta etapa, La Raya. Un enclave privilegiado, una cornisa espeluznante. Pisamos los terrenos del buitre leonado, dueño y señor de estos territorios.
Paisaje que quita el aliento.

Con algo de jindama, bastante precaución y una panorámica sobresaliente, avanzamos por este ceñido y colgado pasillo hasta donde nuestra valentía nos permite, hasta el fondo.
Desandamos nuestros pasos por La Raya y los estrechos callejones, para retomar el camino de Las Coronillas.
Bajamos de esta azotea por el bonito rincón del Escalerón. Entre magníficos pinos negrales perdemos altura por una revirada senda, transitamos por la zona de monolitos del Escalerón. Zigzagueamos bajo el Puntal de la Bandera, junto a los tornajos y fuentes que en estos recovecos abundantemente manan.
De nuevo abajo, junto a la Laguna, donde comenzamos, pero esta vez para finalizar esta majestuosa etapa.
Una jornada de pura magia en Uña, atizando el Sosquil para que se avive el alma. Descubriendo una vez más que estamos rodeados de belleza, de cosas maravillosas… pero sobre todo de personas extraordinarias.
