¿Sufrió Sorolla un ictus? ¿Qué efectos tuvo en su pincel? El neurólogo Tomás Segura analiza la trayectoria del genio de la luz
He tenido la oportunidad de conocer la Casa-Museo del pintor Joaquín Sorolla en Madrid. Una visita muy recomendable por cuanto el recorrido es una magnífica muestra no sólo de la genial pintura del autor, sino también de su colección de cerámicas, muebles, esculturas y fotografías de época.
Durante este año 2023 se celebra el centenario de la muerte de Joaquín Sorolla. El pintor valenciano, nacido en 1863, falleció en 1923 a la edad de 60 años.
Sorolla es uno de los grandes pintores españoles, lo que ya es mucho decir, y sin duda uno de los mejores que ha dado nuestro país en los últimos doscientos años. Un maestro de la luz y el color, obsesionado al inicio de su carrera con Velázquez y su capacidad de perspectiva, que fue virando artísticamente desde el detalle y la composición más clásica al trazo indefinido y el juego de contornos y profundidad.
Un pintor moderno para su época, que permitió una maravillosa transición de la pintura nacional desde el siglo XIX al XX; un artista que aunaba en su persona, además del soplo del arte, un gran conocimiento de la historia, de las nuevas tendencias y de la utilidad para la pintura de ese instrumento recién llegado que era la fotografía.
Fue quizá el primer pintor español que sacó sus pinceles a la calle, poniendo de moda en nuestro país y en América la composición al aire libre que llegaba hasta Madrid impulsada por los nuevos vientos del norte de Europa.
Hijo de una familia muy humilde, comenzó a estudiar Bellas Artes a la temprana edad de 10 años
Pero si en Sorolla maravilla el arte, el conocimiento y la innovación, quizá lo hace aún más su enorme capacidad de trabajo. Huérfano en su primera infancia, hijo de una familia muy humilde, comenzó a estudiar Bellas Artes- y por tanto a pintar- a la temprana edad de 10 años, y no dejó de hacerlo hasta casi la sesentena, siendo la pintura junto a su familia el único motivo de su vida.
Se calcula que en este periodo creó más de 3.000 cuadros y probablemente más de 10.000 dibujos y grabados. Una actividad ingente, que se realza ante el sorprendido espectador cuando este se da cuenta de que gran parte de su material pictórico requería situarse al aire libre, bajo el sol de Valencia en verano o en una calle de Burgos en invierno, frente a lienzos anclados a grandes muros (porque muchos de sus cuadros eran de dimensiones colosales) que le requerían subir y bajar cientos de veces los escalones de los escaños de los que se valía para alcanzar el límite de sus grandes pinturas.
Fulminado a la temprana edad de 57 años
Una actividad y un arte que sin duda se hubieran engrandecido aún más si Sorolla no hubiera resultado fulminado a la temprana edad de 57 años por un problema de salud que finalmente lo llevó a la tumba 3 años después.
Visión de neurólogo
Desde el año 2013 y con motivo de la celebración del 150 aniversario de su nacimiento, ha habido alguna especulación sobre las causas de la enfermedad del maestro Sorolla, que mayoritariamente, culpan al “agotamiento físico” de su inesperado final. Esta opción, como casi cualquier médico reconocerá conmigo, es poco probablemente el origen de un episodio médico tan abrupto, por lo que quiero exponer aquí mi visión de neurólogo, que quizá arroje alguna luz adicional sobre el asunto.
Mi hipótesis se basa en los testimonios que recogen el momento del accidente del pintor y en las fotos, escasas, que desde entonces retratan al Sorolla ya vencido. El suceso tuvo lugar, como no podía ser de otra manera en alguien del temperamento que he descrito previamente, mientras el pintor trabajaba: aquella mañana de julio en Madrid pintaba un retrato de la mujer de Ramón Pérez de Ayala. Especialmente revelador es el texto que el propio escritor, testigo presencial del momento del ictus, publicó cómo necrológica el día de la muerte del pintor años después.
Hablaba y pensaba perfectamente
Pérez de Ayala relata cómo súbitamente sufrió ante sus asombrados ojos una pérdida de fuerza en el lado izquierdo del cuerpo, que lo hizo caer al suelo, del que se levantó sólo con la ayuda del escritor y su mujer para intentar volver a ponerse frente al caballete, sin poder ya continuar trabajando. El autor asturiano deja constancia de que en esos momentos Sorolla hablaba y pensaba perfectamente, porque incluso entonces fue capaz de hacer ironía sobre su destino.
Sorolla era un hombre obeso y fumador cuando le sobrevino el ictus
Fotografías posteriores lo muestran en actitud de hemiparesia izquierda, siempre sentado – al parecer no volvió a caminar-, y cada vez más delgado. Joaquín Sorolla era un hombre obeso cuando le sobrevino el ictus; su costumbre de escribir una carta diaria a su mujer Clotilde desde que se habían comprometido ha permitido conocer el estilo de vida del pintor, y por eso sabemos que era un gran comedor (a mediodía tomaba 4 platos), gustaba fumar buenos habanos y su rutina cotidiana puede calificarse como sedentaria, prácticamente siempre a pie quieto o sentado observando sus modelos. Los lectores aficionados a este autor saben que su color favorito era el blanco, pero también que casi siempre introducía algún tono rojo en sus composiciones como medio de contraste.
¿Intoxicado?
Se ha especulado con que las tinturas bermellonas de la época, que se obtenían utilizando sulfuro de mercurio, pudieron haberle intoxicado. De las palabras de Sorolla puede inferirse que efectivamente sufrió algunos síntomas atribuibles al hidrargirismo: en sus últimas cartas a Clotilde se quejaba de temblor en la mano, mareos frecuentes que le obligaban a sentarse y cefalea. Pero merece la pena recordar que una de las consecuencias más constantes de la intoxicación por mercurio es la aparición de hipertensión arterial. Y en mi opinión es esta última condición la que está detrás de la desgracia del pintor valenciano.
En su nota necrológica, Ramón Pérez de Ayala afirma que la hemiplejia izquierda de Sorolla se había antecedido algunos años antes de un “amago de parálisis”. Y todos estos datos juntos hacen sencillo inferir a un neurólogo vascular que el artista, fumador, de vida sedentaria, afecto de obesidad troncal y muy posiblemente hipertenso padeció un ictus isquémico lacunar.
Parece probable que se tratara de una trombosis que afectó a una arteria perforante cerebral
Una embolia cerebral es mucho más improbable, porque los trombos móviles (a eso llamamos los neurólogos émbolos) que se impactan en vasos del cerebro suelen hacerlo afectando territorios de la corteza cerebral, y por tanto, creando problemas neurológicos que no se limitan a pérdida de fuerza, equilibrio o sensibilidad, sino, sobre todo, a alteraciones del intelecto, la posición de la mirada o la capacidad para hablar o para entender, y no parece que recién acaecido el evento Joaquín Sorolla sufriera ninguna de estas alteraciones. Por el contrario, parece probable que se tratara de una trombosis que afectó a una arteria perforante cerebral.
Los seres humanos hemos conseguido ampliar nuestra capacidad encefálica aumentando el volumen del órgano y situando a la mayoría de las neuronas en la periferia, en la así llamada corteza cerebral. Esta zona contiene las neuronas que nos hacen hablar, sentir, pensar, calcular, que nos hacen ser nosotros mismos, con nuestras grandezas y nuestras miserias. Pero 100.000 millones de células situadas tan distalmente exigen un gran esfuerzo de intendencia, que la evolución ha solucionado dirigiendo las grandes arterias hasta la superficie del cerebro.
Sin embargo, en el devenir de esta evolución, los grupos neuronales encargados del movimiento y el equilibrio, aquellos que nos son comunes con el resto de las especies, incluso las menos evolucionadas, se han mantenido donde estaban, en la profundidad del encéfalo. Para conseguir proporcionarles sangre, las grandes arterias que se dirigen hacia la superficie emiten unas ramas tempranas, llamadas perforantes, que atraviesan la base del cerebro hasta alcanzar la zona.
La Medicina desconocía el poder devastador de la hipertensión
El problema de las arterias perforantes es que tienen una arquitectura de su pared poco desarrollada y que el estrés hemodinámico al que se someten es muy alto porque nacen proximalmente, justo cuando la sangre asciende por las carótidas con mayor brío. Cuando una arteria perforante sufre años de hipertensión arterial, tabaquismo o diabetes, experimenta engrosamiento de su pared y se ocluye. El resultado será siempre un problema motor o de equilibrio, sin afectación intelectual porque no habrá neuronas de la corteza afectadas por la isquemia. El infarto será pequeño y profundo, como una pequeña “laguna” de isquemia en el cerebro, por eso a este tipo de infartos cerebrales los neurólogos los conocemos como infartos lacunares. Es muy probable que Joaquín Sorolla padeciera este tipo de ictus. Le sobrevivió 3 años, impedido físicamente, pero no privado de su lenguaje o su razonamiento.
Debilidad motora, ataxia de la marcha…
Murió en 1923, cuando aún la Medicina desconocía el poder devastador de la hipertensión arterial, que es la responsable del 90% de los infartos lacunares. Sin corrección de sus causas ni tratamiento farmacológico preventivo (no se conocía entonces), es muy probable que el maestro desarrollara nuevos episodios de isquemia cerebral atribuible a arterias perforantes, cuya carga lesiva acumulada acaba provocando un cuadro clínico clásico de debilidad motora, ataxia de la marcha, dificultades deglutorias, labilidad emocional e incontinencia de esfínteres. La última fotografía del gran pintor, en Cercedilla, pocos días antes de su muerte, delgado y muy avejentado con solo 60 años de edad, además de impactar el observador, sirve para apuntalar más esta hipótesis.
En los últimos 20 años los neurólogos hemos avanzado de manera prodigiosa en el tratamiento del infarto cerebral. Pese a ello, la mejor estrategia para combatir una enfermedad será siempre su prevención. Y en la prevención del ictus es fundamental el control de la hipertensión arterial. De haberlo sabido hace 100 años quizá hoy aún pudiera maravillarnos más contemplar la obra del gran Joaquín Sorolla.
Imágenes de los jardines de la casa de Sorolla, en Madrid.