La deportista albaceteña, de 50 años, es una de las promesas del equipo español en los Juegos Mundiales de Trasplantados, que se celebrarán en Málaga del 25 de junio al 2 de julio. Manuela García Olivas recibió un trasplante de riñón en el año 1998. Antes y después de aquella donación que le dio una segunda oportunidad, no ha dejado de practicar deporte, un hábito que es tanto una afición como una prescripción médica.
“Súper Manuela” es el apelativo con el que Mateo Ruiz Jodar, presidente de la organización Deporte y Trasplante España, bautiza a García Olivas. Y es que ella representa el espíritu de esta asociación y de los Juegos Mundiales de Trasplantados, que no es otro que el de demostrar que la vida sigue, que no es necesario envejecer en una urna de cristal. Bajo esta premisa, para fomentar el deporte entre los pacientes, un médico trasplantador inglés decidió iniciar estos juegos a principios de los años ochenta. Porque si hay algo de sobra demostrado es que el deporte, practicado con moderación, alarga la vida del trasplante.
El caso de Manuela es particular porque ella ha sido deportista siempre, solo que ahora juega en una liga diferente. Desde los 6 años practicó el baloncesto y el tenis y nadó en el equipo Atlántida de Albacete. Su vida avanzó como la de cualquier joven hasta que a los 28 años, de la noche a la mañana y sin previo aviso, entró en diálisis. No tenía ni síntomas ni antecedentes, pero una revisión médica rutinaria de su empresa alertó de que tenía el colesterol por las nubes y una insuficiencia renal muy preocupante. Ocho meses después de aquel chequeo, la joven estaba en diálisis.
Durante 23 meses, Manuela tuvo que vivir pendiente de una máquina que se encargaba de hacer el trabajo para el que sus riñones ya no servían. Pero todo cambió el 15 de octubre de 1998. Ese día recibió el trasplante de riñón en el Clínico San Carlos de Madrid. Fue allí donde la doctora Dolores Prats insistió en prescribirle trabajo y deporte, por su salud física y mental. De hecho, mientras estaba en diálisis, Manuela formó un grupo con sus compañeros de tratamiento que se reunía periódicamente para jugar al tenis.
Así, a los dos meses de someterse al trasplante de riñón, esta deportista ya estaba trabajando y nadando. Hoy, con 50 años, prácticamente dos décadas después del trasplante, Manuela lleva una vida totalmente normal. El de Málaga será su primer mundial, pero el equipo español cuenta con que cosechará nuevos éxitos porque de los europeos de Cracovia volvió con cinco medallas. Sus secretos, según confiesa la deportista, no son otros que afán de superación y apoyo, tanto de su marido y de sus dos hijas como de su hermana Rosario, también nadadora, y de su entrenador, Juan Carlos Martínez Gascón, del Club Natación Máster Albacete.