Sólo tiene 50 años, pero hace 14 que se convirtió en el padre del «Código Ictus» en Albacete, posteriormente ampliado para toda Castilla-La Mancha, un protocolo para tratar infartos cerebrales que ha salvado cientos de vidas y, lo más importante, ha frenado la progresión del más invalidante de los procesos, ya que se trata de la primera causa de discapacidad en adultos.
Cientos de pacientes han recuperado el habla, la movilidad o la consciencia gracias a que hace dos décadas un joven neurólogo, tan brillante como tenaz, volvió a su tierra para aplicar en Albacete lo que había aprendido en el Hospital Trueta de Gerona, que los trombos cerebrales se podían romper con medicación. El ictus había dejado de ser esa catástrofe irrecuperable: si el paciente recibía tratamiento precoz (en menos de tres horas), su cerebro podía superar el evento.
Médico, docente e investigador
Hoy el Servicio de Neurología del Complejo Hospitalario Universitario de Albacete, que lidera aquel médico, Tomás Segura, se ha labrado un nombre a nivel internacional. Ha realizado más de 25 ensayos clínicos en el campo del ictus (en la actualidad lleva a cabo cuatro sobre isquemia cerebral y un quinto sobre alzhéimer), siempre punteros, y ha merecido el reconocimiento de la mismísima FDA, el equivalente en Estados Unidos a la Agencia Europea del Medicamento.
Pero estos logros o el desarrollo del Código Ictus no han sido flor de un día. Detrás está el equipo de Neurología del Hospital Universitario de Albacete, con cuatro neurólogos que se dedican preferentemente al ictus, los doctores Ayo, García, Hernández y Ramos, dirigido por el doctor Segura, que siempre que puede muestra su agradecimiento por la confianza que le otorgó quien fuera su jefe cuando llegó a Albacete, el doctor Manuel Zorita.
Tomás Segura es el segundo de seis hermanos. Miguel, urólogo, fue el único que lo acompañó en el camino de la Medicina. Y es que en su familia siempre se habló de un tío, hermano del padre, al que un accidente de tráfico mortal truncó una brillante carrera como cirujano.
De Murcia a Madrid
Alumno de matrícula del Instituto Bachiller Sabuco, aquel joven se dejó llevar por la senda de su tío, con quien compartía nombre y apellido, y acabó estudiando la carrera de Medicina en Murcia. Finalmente, sería el catedrático Luis Puelles, con su forma de explicar la Neuroanatomía, quien le abriría los ojos hacia la Neurología.
La necesidad deductiva de aquella especialidad le atrajo desde el principio, así que, ayudado por una buena nota en el temido examen MIR, el médico albaceteño se especializó en el hospital madrileño de La Princesa, donde eran punteros en patología vascular cerebral.
Cuando acababa su residencia llegaba a la Medicina la ultrasonografía doppler transcraneal, una técnica que permitía al fin explorar los vasos cerebrales, hasta entonces ocultos por la barrera ósea del cráneo. El dominio de aquel aparato, que llegó a las manos de Segura casi por casualidad, le llevó a trabajar al Hospital Trueta de Gerona, donde los neurólogos liderados por el doctor Antonio Dávalos abrían entonces camino en España, y aplicaban ya en esos años de forma casi experimental, el tratamiento farmacológico trombolítico en el ictus.
Segura se adaptó bien a Cataluña y a su modo de atender el ictus, basado en Unidades Especializadas. Pero la casualidad lo trajo de ponente a su ciudad. Los neurólogos presentes en aquella conferencia de 1999 se interesaron por aquel método que permitía romper el trombo con fármacos. Resultaba insólito porque esos tratamientos aún no estaban admitidos para ese uso por la Agencia Europea del Medicamento, aunque bajo el paraguas del «uso compasivo» ya estaban dando grandes resultados.
Un voluntarios de contratos temporales
Al final, este interés hizo que el doctor Segura pudiera regresar a su tierra, aunque durante muchos años tuvo que conformarse con contratos laborales precarios, firmados de modo mensual. En aquellos días de principio del siglo XXI aparecían en la región 5.000 nuevos casos de ictus cada año, casi un cuarto de ellos afectando a pacientes menores de 50 años, la mayoría de los cuales terminaban sufriendo grandes discapacidades. En el Hospital de Albacete no había entonces guardias de especialidad médica y Segura comenzó a prestarse voluntario para acudir a urgencias en aquellos casos de ictus jóvenes de pocas horas de evolución.
Armado con su aparato doppler, muchos de aquellos pacientes con oclusión de gran arteria fueron tratados mediante “uso compasivo”. Finalmente, en el año 2004, y gracias a la ayuda del también neurólogo Villanueva, a la sazón subdirector médico del hospital, y no sin alguna resistencia, se creó la guardia específica de neurología en el Hospital General de Albacete, que fue en realidad creada para atender ictus en fase aguda.
El 112, clave
Pero en esta enfermedad el transporte precoz de los pacientes al hospital es un punto crucial. Segura recuerda cuán difícil fue convencer a algunos facultativos del Servicio de Emergencias Médicas 112 de que tan importante como trasladar rápidamente a Urgencias un infarto de miocardio o un traumatismo era hacerlo con un ictus. Contó en aquella brega con la ayuda del doctor Bernardo Touza, quien sigue prestando sus servicios en el 112 de Albacete. Así, en el año 2008 se creó el Grupo “Código Ictus de Castilla La Mancha”, que inicialmente adoptó para su forma de trabajo el protocolo albaceteño.
En octubre de 2009, vio la luz el primer Protocolo Regional de Atención Urgente al Ictus, el famoso “Código ictus de Castilla-La Mancha”
En el año 2009 sólo tres centros -Albacete, Toledo y Alcázar- estaban preparados para atender el código ictus. Hoy, ocho años después, el Código Ictus está vigente en los hospitales de Albacete, Toledo, Alcázar de San Juan, Ciudad Real, Guadalajara y Cuenca. En todos estos hospitales es posible administrar tratamiento trombolítico intravenoso, pero solo puede hacerse hasta 4,5 horas tras el inicio de la clínica.
Desde hace 2 años, se sabe que si el trombo se destruye sin fármacos, accediendo directamente a él por vía arterial y extrayéndolo mediante dispositivos que actúan como “sacacorchos”, el tiempo de actuación se amplía hasta 8 horas. Así, Albacete y Toledo han implementado esta técnica, y el Código Ictus Regional contempla enviar a uno u otro hospital aquellos pacientes de la región que se hallen entre 4 y 8 horas de evolución.
Albacete ha pasado en 15 años de ser un hospital cualquiera de provincias, donde el manejo del ictus era prácticamente de sostén, a convertirse en nodo de referencia para administrar tratamiento activo a más de un millón de habitantes
La provincia de Albacete dispone hoy de una moderna Unidad de Ictus, con enfermería específica y especializada, protocolos complejos y atención multidisciplinar, que engloba a médicos del 112, urgenciólogos, radiólogos, intervencionistas, reanimadores, neurólogos y rehabilitadores. Una Unidad de Ictus que atrae cada año a decenas de médicos rotantes de otros hospitales de España o del extranjero. Una Unidad de Ictus que ha reducido la mortalidad de esta patología a menos del 3% y que ofrece a los pacientes las terapias más recientes, las que se investigan internacionalmente en forma de Ensayo Clínico, y los últimos avances tecnológicos, muchos de ellos conseguidos también merced a la reinversión de los ingresos que aportan esos mismos ensayos clínicos.
Esta Unidad y el Servicio de Neurología, como otros muchos en Albacete, no abunda en fotografías con políticos ni se favorece de inversiones millonarias de material por parte del Sescam, pero se ha labrado un prestigio y adquirido una experiencia que convierte a sus pacientes en privilegiados.
2 comentarios
Pingback: El ictus, protagonista en “Meriendas del Corazón” – Diario Sanitario
Pingback: Castilla-La Mancha amplía el Código Ictus – Diario Sanitario