• Tres décadas en busca de la respuesta a la sordera

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    José Manuel Juiz, en el centro. De pie, de izquierda a derecha: José Julio Cabanes, técnico de laboratorio; Juan Carlos Alvarado, investigador del IDINE y profesor de la Facultad de Medicina; Alejandro Gibaja, investigador en formación; Verónica Fuentes, investigadora del IDINE y profesora, y Mari Cruz Gabaldón, técnico de Laboratorio.

    “El sistema auditivo es una ventana al cerebro, un modelo privilegiado para entender el sistema nervioso”. Por este motivo, el grupo de Neurobiología de la Audición que dirige el catedrático José Manuel Juiz lleva la friolera de 27 años investigando. Y se acerca a la fórmula para prevenir y reducir sorderas provocadas por medicaciones, por exposición al ruido y por el envejecimiento. Su combinación de magnesio y antioxidantes, patentada en Estados Unidos, espera ahora dar el salto del laboratorio al paciente con ensayos clínicos. Este equipo quiere ahora demostrar que su fármaco puede proteger al oído del cisplatino, un quimioterápico que deja sordos a pacientes oncológicos. 

    El equipo del doctor Juiz ha encontrado “la pastilla” que frena y previene la sordera en una combinación de vitaminas y magnesio tan barata como inocua, pero su carrera, como la de todos los investigadores, es de fondo. Está a la mitad de un camino que ni siquiera empezó en Albacete y que ahora involucra también a la Universidad de Michigan (EE UU). Y es que Juiz trabaja a caballo entre La Mancha y Estados Unidos, donde se formaron durante una década dos de sus más estrechos colaboradores, los científicos Verónica Fuentes y Juan Carlos Alvarado.

    Han demostrado que su fórmula, barata y sin apenas efectos secundarios, puede tratar lo que hasta ahora se consideraba irreversible, la sordera. Pero el salto al paciente no será pequeño, ya que es difícil que un laboratorio financie un ensayo clínico que, aunque de éxito asegurado, no dará como fruto un fármaco caro.

    En 27 años, siempre financiándose con fondos competitivos, este grupo ha investigado, con la infinita paciencia del científico, cómo funcionan los circuitos cerebrales, cómo el ruido acelera las células auditivas hasta el punto de agotarlas, lo que les lleva a producir toxinas que las mata. Y, lo más importante, una vez que mueren, estas células no se regeneran. De ahí la importancia de bloquear esos tóxicos y revertir la muerte por ruido, envejecimiento y fármacos, máxime si se tiene en cuenta que la sordera desencadena tanto demencias como problemas psiquiátricos.

    La clave estaba en revertir la muerte celular por ruido, envejecimiento y fármacos

    Y si hoy este grupo cosecha éxitos es porque detrás hay décadas de esfuerzo. Todo empezó cuando un leonés de raíces gallegas, José Juiz, estudió Medicina en la Universidad Complutense de Madrid. La carrera no le era ajena a sus antepasados, pero él sí sería el primer Juiz en aventurarse en el mundo de la investigación. Se doctoró por la Universidad de Alicante con su mentor, Jaime Merchán y, empeñado desde un principio en la neurobiología de la audición, acabó en Estados Unidos. Quería saber por qué mueren las neuronas responsables de la audición. En 1991, Juiz decidió que su deber era volver al país que lo había formado, por lo que regresó como profesor titular de la Facultad de Medicina de Alicante e investigador del Instituto de Neurociencias bajo la batuta de Carlos Belmonte.

    Fue a primeros de los noventa cuando José Juiz crea su propio grupo de investigación en Alicante, el de Neurobiología de la Audición, el mismo que en 1998 traslada a Albacete,  y a través del cual se incorporan a la facultad albaceteña investigadores hoy muy reconocidos, como Rafael Luján. En 2002, Juiz, como decano fundador de la facultad albaceteña, crea el Centro Regional de Investigaciones Biomédicas, en el que se integra su grupo. Ocho años después, en 2010, nace, también impulsado por él, el Instituto de Investigación en Discapacidades Neurológicas (IDINE), que pretende, también bajo el paraguas de la Universidad de Castilla-La Mancha y con Juiz a la cabeza, especializar la investigación biomédica regional. Y así es como aquel grupo alicantino pasó a Albacete, entró en el CRIB y ahora sigue su carrera en el IDINE.

    Con dos patentes en Estados Unidos, tres decadas de investigación y un equipo de prestigio internacional, el salto hacia el ensayo clínico ya está en el aire.