• La presidenta del CSIC confía en la vacuna española

    La química Rosa Menéndez, primera mujer que preside el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) desde su creación en 1937, está convencida de que el trabajo que desarrollan desde el inicio de la pandemia varios grupos de su institución permitirá conseguir la primera vacuna española contra el COVID-19. También confía en que una apuesta más decidida por la ciencia para responder a los desafíos del SARS-CoV-2 siente las bases para que España se sitúe entre los países que más fondos destinan a la investigación.

    Sergio Ferrer Pérez, The Conversation

    Rosa Menéndez, presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) /
    Joan Costa / CSIC Comunicación

    Tras su nombramiento dijo que “hay que hacer entender a los políticos que los científicos somos útiles para el país”. Tres años después, ¿diría que lo ha conseguido? ¿Qué falta por hacer?

    En estos tres años hemos avanzado considerablemente en el acercamiento de la ciencia a la sociedad. La pandemia ha contribuido de una forma inesperada y no deseada a que la sociedad comprenda la importancia de la ciencia.

    La estrategia que planteamos hace dos años con la puesta en marcha de las plataformas temáticas interdisciplinares que abordan iniciativas ambiciosas y de gran impacto ha representado un paso realmente importante. Estas plataformas han fomentado la colaboración entre grupos de investigación de distintas disciplinas, persiguiendo un objetivo común dirigido a la resolución de un problema concreto y en consecuencia directamente aplicable a la sociedad.

    Por supuesto que quedan muchas cosas por hacer. Tenemos por delante un 2021 con muchos retos enfocados a relanzar nuestro país después del golpe sufrido en esta terrible pandemia. Debemos seguir trabajando con entusiasmo para potenciar la ciencia de calidad, para facilitar la transferencia del conocimiento generado, para impregnar a la sociedad de cultura científica, para incrementar nuestra proyección internacional, para agilizar el trabajo diario en nuestra institución, para continuar mejorando nuestros resultados científicos y técnicos y para lograr el merecido reconocimiento a la labor de nuestros científicos.

    La pandemia ha mostrado que política y ciencia están más imbricadas de lo que la población general probablemente creía. ¿Cree adecuado el mensaje de “hay que seguir la ciencia” cuando hay otros factores a tener en cuenta?

    Creo que tras una situación como la vivida en el último año ha quedado claro que la ciencia juega un papel fundamental y las soluciones para mitigar el impacto de un virus desconocido pasan indiscutiblemente por potenciar la investigación y el desarrollo del conocimiento de una manera continuada. Gestionar una pandemia de estas características y sus consecuencias, que son muchas y afectan a todos los ámbitos de la vida, requiere meter en la ecuación cuestiones económicas, sociales y políticas. También es ciencia evaluar el impacto social de las decisiones y diseñar las formas más adecuadas de implementarlas para la población.

    El Ministerio de Ciencia ha logrado el mejor presupuesto en muchos años gracias a los fondos covid. ¿Cómo ve el futuro a largo plazo cuando este apoyo europeo se termine?

    El Gobierno de España, al igual que el de la Unión Europea, ha dado un paso muy importante asignando fondos Covid y fondos del mecanismo de recuperación a la ciencia y a la innovación para asegurar soluciones a la pandemia y para desarrollar diferentes iniciativas en líneas estratégicas relacionadas por ejemplo con el medio ambiente, la energía, la inteligencia artificial o el envejecimiento, que constituyen retos fundamentales para la sociedad. Es imprescindible que esta inyección de fondos se mantenga en el tiempo para continuar con los proyectos emprendidos y desarrollar otros nuevos y trabajar de una forma sosegada.

    Es imposible pensar que con dos años de financiación generosa se van a solucionar deficiencias estructurales de financiación en ciencia e innovación. El reto para todos es aprovechar esos fondos adecuadamente y sentar las bases para que España adelante varios puestos de forma definitiva en esfuerzo financiador en ciencia, para que esta sea capaz de dar respuesta a lo que la sociedad le demande en cada momento.

    Además, esta pandemia nos ha mostrado que la sociedad también puede movilizarse, sumando su contribución a los fondos públicos, que son siempre la base de nuestros proyectos. En este caso, para lanzar más de 100 proyectos en la búsqueda de soluciones a la covid-19 hemos contado con financiación recibida directamente del Ministerio de Ciencia e Innovación, de convocatorias competitivas como las lanzadas por el Instituto de Salud Carlos III o por diferentes autonomías y varias fundaciones. Hemos contado también con la inestimable ayuda de donaciones de gran número de empresas y particulares, a los que estamos muy agradecidos por el apoyo y lo que significa de reconocimiento y confianza.

    En este sentido, ¿supondrá la pandemia un antes y un después para la financiación de la ciencia?

    En mi opinión, sí, y espero que así sea. En estos momentos la sociedad es consciente del papel que desempeña la ciencia en el progreso de un país. Esto se ha visto reflejado en la subida del capítulo de inversión en ciencia en los presupuestos generales del estado para 2021, aprobados recientemente. Es muy necesario que esta inversión en ciencia, motivada ahora mismo por la pandemia y la necesidad de impulsar la recuperación del país, se mantenga en el tiempo.

    El progreso científico precisa para desarrollarse una inversión continuada, no puntual. En ciencia no cabe la improvisación. Todavía estamos lejos de los niveles alcanzados en otros países europeos y, tras la pandemia, creo que ha quedado demostrado que invertir en ciencia es invertir en seguridad y bienestar.

    La pandemia ha generado un clima de polarización extremo, en el que la población se posiciona incluso en temas técnicos como la epidemiología y la virología. ¿Qué pueden hacer los científicos para apaciguar este clima que vivimos actualmente?

    Fuimos conscientes de la necesidad de información para combatir la ansiedad que la situación vivida durante la pandemia estaba provocando en la población. Por este motivo nuestros científicos han participado muy activamente desde el principio en actividades de difusión y divulgación. Es justo reconocer el gran esfuerzo realizado por todos ellos, trabajando incansablemente en el laboratorio y buscando tiempo para explicar lo que se estaba haciendo, resolver dudas y combatir bulos.

    El papel de la ciencia es comunicar con rigor científico, basándose en los datos conocidos y la experiencia científica obtenida hasta ese momento. España no dispone de estructuras establecidas y permanentes para este menester, por lo que los científicos individualmente son los únicos portavoces ante la sociedad.

    En los últimos meses se ha oído hablar mucho de la importancia de las ciencias sociales para entender y combatir la pandemia. ¿Cree que se les presta la suficiente atención?

    Los grupos del área de ciencias sociales y humanidades están siendo muy activos dentro de la Plataforma Temática Interdisciplinar Salud Global, orientada a buscar soluciones a la pandemia. En esta plataforma participan 300 grupos de investigación en más de 100 proyectos que abarcan, de forma coordinada, todos los aspectos relacionados con la pandemia incluido el impacto en la economía y en la sociedad. Proyectos que tratan sobre la construcción de viviendas, la influencia de la pandemia sobre nuestro modo de vida, el impacto en nuestros mayores y nuestros jóvenes, en nuestras estructuras y relaciones sociales.

    Necesitamos reconsiderar nuestro propio modelo como sociedad y debemos hacerlo no solo de la mano de la economía, sino también de la filosofía, de la sociología, y de la historia.

    Se habla mucho de los efectos para la salud mental que tiene la pandemia. ¿Cree que sería necesario analizarlos respecto a los investigadores? ¿Tiene el CSIC en mente algún plan para estudiar esta cuestión?

    Los investigadores que trabajan con el virus SARS-CoV-2 en primera línea “físicamente” tienen desde siempre protocolos de laboratorio bien establecidos, los adecuados para trabajar con organismos peligrosos. En cuanto a la salud mental, es cierto que en la situación actual pueden haberse visto sometidos a una mayor presión y nivel de estrés, tanto personal como profesional, y que esto pueda pasar algún tipo de factura. Ese esfuerzo continuado, sin descanso, y sin las “compensaciones” que la pandemia nos ha quitado a todos, es evidente que puede dejar rastro. Y lo peor es que será difícil que este nivel de exigencia del problema descienda en las próximas semanas, y tampoco se relajará el compromiso de nuestros investigadores. Se están realizando diferentes encuestas para valorar el impacto de la pandemia en el personal investigador.

    Hace falta tener datos contrastados para conocer bien la situación, o situaciones, analizar las variables que intervienen y diseñar modelos que palíen las consecuencias de la pandemia. Esto es aplicable a todos los sectores de la sociedad.

    En los últimos meses también se ha escuchado mucho sobre cómo la pandemia está afectando negativamente a las mujeres investigadoras. ¿Tienen algún programa en marcha para paliar los efectos negativos que puedan sufrir?

    Promover la igualdad en ciencia ha sido desde hace muchos años una prioridad en el CSIC. La Comisión de Mujeres y Ciencia del CSIC se creó en 2002 como órgano de asesoramiento de la Presidencia y trabaja desde entonces analizando y tratando de mejorar la situación en nuestra institución. Aunque se ha mejorado mucho, y actualmente el techo de cristal en el CSIC es más favorable que el de la Universidad o el de la media europea, aún se deben mejorar algunos aspectos.

    Los resultados de una encuesta, en la que han participado centros del CSIC, han puesto de manifiesto que, en tiempos de pandemia, ha habido mayor sobrecarga para las mujeres en tareas familiares y domésticas, que además han asumido trabajos más penosos. Aún así la participación de científicos y científicas en la Plataforma de Salud Global está equiparada.

    La coordinadora de la Plataforma es una mujer, Margarita del Val, y un gran número de los proyectos en curso en dicha plataforma están liderados por mujeres. Quizás la medida más importante que debemos abordar es el futuro del teletrabajo, y su implicación en la conciliación familiar, desde una perspectiva positiva, que necesita análisis, reflexión, acuerdo con los representantes de los trabajadores y normativa.

    Existen varias vacunas españolas en desarrollo por parte del CSIC. ¿Cree que veremos una vacuna española, sobre todo después de que la de Mariano Esteban haya dado resultados preliminares tan prometedores? Ahora que ya hay otras vacunas aprobadas, ¿puede ser un problema seguir investigando otras?

    Estoy convencida de ello. En el CSIC, estamos desarrollando tres proyectos de vacunas diferentes, con tres aproximaciones distintas. Todas ellas progresan satisfactoriamente y se está trabajando en paralelo con el sector privado para su producción. La vacuna CSIC-BIOFABRI desarrollada por el grupo de Mariano Esteban y Juan García Arriaza del CNB-CSIC, en colaboración con la empresa española Biofabri del grupo Zendal, es la que se encuentra más avanzada en su desarrollo en estos momentos y esperamos que puedan comenzar la fase clínica en unas semanas, tras los excelentes resultados que se están obteniendo en el laboratorio. Tenemos puesta nuestra total confianza en ella, así como en las otras dos vacunas, que están avanzando en su fase preclínica.

    La existencia de otras vacunas en el mercado no debe interferir para el desarrollo de nuevas vacunas alternativas. No se debe ver como una carrera en la que hay un ganador. Todas las opciones desarrolladas pueden jugar un papel muy importante a la hora de lograr inmunizar a toda la población, imposible ahora mismo de realizarse con las opciones existentes.The Conversation

    Sergio Ferrer Pérez, Ciencia+Tecnología, The Conversation

    Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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