• Vergüenza ajena

    El Autor

    Dolores Carcelén

    Periodista

    Cuando la sanidad pública de Castilla-La Mancha llegó al colapso, sin respiradores, sin protección para sus profesionales, con las Urgencias más que al límite y, para colmo, con las bolsas de trabajo agotadas, llegaron sanitarios de todos los rincones del país. Sabían que se jugaban la vida, porque, de hecho, había muerto la Dra Sara Bravo con solo 28 años. Pero vinieron. A cambio, tenían un contrato temporal y alojamiento, ya que, en pleno Estado de Alarma, no iban a encontrar dónde meterse.

    Hoy, una chica de 23 años, se ha echado a llorar mientras me contaba su experiencia en la UCI de Albacete. Llegó el 4 de abril, desde Cádiz, a firmar el primer contrato de su vida. Era la primera vez que salía de casa. Sola, a más de 600 kilómetros de sus padres, ha visto cómo se moría un paciente detrás de otro mientras trataba de cuidar a cada uno de ellos envuelta en plásticos.

    Y ahora que por fin respira, que las altas superan a los, inexplicablemente, llamados exitus, ha recibido un SMS del Gobierno regional, que últimamente nos tiene muy acostumbrados a este ataque propagandístico a la intimidad. Pero el mensaje de texto, que han recibido todos sus compañeros, no era para darle las gracias o para decirle que se lavara las manos o para anunciarle que ya podía comprar las mascarillas en las farmacias. La misiva de la Administración le advertía de que ella, como el resto de los refuerzos que aún trabajan en la región, se quedan sin alojamiento, aunque en principio se queden hasta septiembre para cubrir vacaciones. En resumen, que los echan de las residencias de estudiantes donde han vivido los peores momentos de sus vidas.

    Me ha dado vergüenza ajena. Me parece un gesto inhumano y, si es legal, lo que está claro es que es inmoral. Pero mientras añadía otro borrón al historial que tiene el Sescam en Recursos Humanos, esta enfermera me contaba que en Albacete le están negando el alquiler de pisos por ser personal sanitario. Del Gobierno de Castilla-La Mancha ya no me sorprende nada, pero me ha dolido que mi ciudad dé esta respuesta a quienes, literalmente, han dado la vida por nosotros.

    Sara Bravo había muerto en marzo, con sólo 28 años, y Belén Crespo llegó el 4 de abril, con 23 años

    Había que tener valor para presentarse a trabajar en un hospital de Castilla-La Mancha el 4 de abril, máxime si se trataba del de Albacete, como ha sido el caso de Belén. El 27 de marzo, Albacete era noticia internacional por un vídeo que abría los ojos a todos menos a quienes tenían que poner solución al desastre.

    Estoy segura de que ahora que ha salido a la luz este desplante a quienes nos han ayudado, sobrarán los techos para darles cobijo. Pero la vergüenza ajena que me da recordar este testimonio, que se suma a otros muchos, no se me va a pasar, como tampoco voy a olvidar.

    Aún recuerdo cuando los trabajadores de las residencias contaban que sólo paraban para salir a la puerta a llorar. Pero este drama, que cuenta la pérdida de vidas a cientos, merece otro artículo.

    Me temo que no tenemos la mejor sanidad del mundo y aseguro que la palabra “humanización”, en boca de cargos políticos, es una mentira más.

    Gracias a todos los que habéis ayudado en esta pandemia, desde quienes cosieron gorros y mascarillas desde sus casas hasta los que os habéis jugado la vida. Y nuestro pésame para todas las familias que ahora lloran las miles de pérdidas.

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    Hemeroteca:

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