• Cirugía contra el párkinson, dura prueba

    El Autor

    Lola Játiva

    Presidenta de la Asociación de Familiares y Enfermos de Párkinson

    Hace cosa de un mes, recibí una llamada de una chica, operaban a su padre para ponerle el estimulador que hoy por hoy es el último recurso ante el párkinson. Para los que no sepan en que consiste, os diré que es una batería que te implantan bajo la piel y que lleva unos cables conectados al cerebro que hace que algunos síntomas mejoren pudiendo bajar la dosis de medicamentos. Es necesario cumplir unos requisitos para optar a esta operación que dura alrededor de siete horas y es despierto casi en su totalidad. Una difícil decisión.

    Estuvimos hablando un rato y, aunque no estaban en la asociación, le dije que me podía llamar ante cualquier duda y que ya lo haría yo para saber cómo se le había dado.

    El lunes me volvió a llamar, supuestamente el martes operaban a su padre, llevaba una semana ingresado para las últimas pruebas y desde el sábado sin medicación, duro muy duro. Estaban preocupados, pero seguros que había sido una buena decisión.

    Pero el hospital se quedó sin camas en la UCI y previniendo cualquier contratiempo no se arriesgaban a meterlo en quirófano. Una sabia decisión aunque para el paciente y la familia un duro golpe. Así que lo mandaron a casa hasta final de mes.

    Así que me pedía que fuera hablar con él, aparte de estar  bajo mínimos por la retirada de medicamentos, anímicamente estaba hundido. Me recogió y fuimos a casa de sus padres. Me encontré un hombre que no era persona, sentado en una silla de ruedas, tan encorvado que la barbilla tocaba sus rodillas, sin poder moverse y sus ojos… cuánta tristeza había en sus ojos.

    (…) cuánta tristeza había en sus ojos

    Me senté junto a su mujer y sus dos hijas alrededor de él, estuvimos hablando mucho rato, le conté mi actitud ante la enfermedad, la que él debía tener, pequeños trucos, le hablé de las personas que iban a la asociación, algunos físicamente mejor que él, otros, igual o peor, pero allí estaban a diario, luchando, buscando cualquier ocasión para unas risas. Encontrando ese lado no tan negro de las  cosas que nos pasan en la vida que no gustan. Demostrando que si no puedes ir en línea recta, podemos dar un rodeo, pero que llegar se llega.

    Lo cogí de la mano, y aunque las palabras llegan, es necesario sentir. Poco a poco se fue animando, reímos, pero también lloró, lloró por primera vez delante de su familia, lo necesitaba. Y su mirada cambió. Ya no estaban tristes, acabamos todos abrazados y riendo. Cuando conseguí que me soltará la mano, su hija me llevó de nuevo a casa, y durante el trayecto fui yo quien lloró. Lloré de satisfacción , y aún me emociono al recordar cómo lo encontré y cómo salió a despedirme, sus palabras de agradecimiento, las de su mujer, las de sus hijas.

    Y esto es lo que hacemos en nuestra asociación, esto es en realidad lo importante, trasmitir ese cariño y esa fuerza que nos es tan necesaria para poder seguir luchando contra una enfermedad,  para no perder las ganas de  vivir. Estas personas que no conocía de nada ya están en mi corazón y yo en los suyos. Ellos están agradecidos, pero  yo  he recibido otra vez una gran lección de vida, que hace reafirmarme como persona, y saber que elegí el camino correcto.