• Hasta que ha muerto un niño

    El Autor

    Alberto Nájera López

    Doctor en Física, profesor de la Facultad de Medicina de Albacete

    Ya he comentado en otras ocasiones que estoy bastante cansado y aburrido de explicar por qué la homeopatía no puede funcionar y, por tanto, que es una estafa. Además, que estas pseudoterapias vestidas de buenrollismo, naturista en muchos casos cuando no “ecológico”, son muy peligrosas. Y a las pruebas me remito. Recientemente, conocíamos el caso de un niño italiano que moría por una simple otitis que los padres habían tratado con homeopatía, esto es, con pastillitas de azúcar sin ningún principio activo que hiciera nada para frenar la infección. Así, ésta se extendió por su cuerpo causándole la muerte. Terrible que en el siglo XXI muera un niño por no darle un simple antibiótico que, en cuestión de horas, habría garantizado la curación del menor.

    En los últimos tiempos, por fin, las Organizaciones profesionales tanto de Médicos como algunas de Farmacéuticos, han dado un golpe encima de la mesa y han dicho basta, desvinculándose de esta pseudoterapia sin base científica que nunca debió entrar en sus estructuras. Aunque tarde, bienvenido sea pues hoy en día, en España, el 53% de la población piensa que la homeopatía funciona y confía en ese oxímoron (pareja de palabras con significados opuestos) que son los “médicos homeópatas”. Pero gracias a la acción de los científicos, y de grupos de escépticos, se les empieza a ver como charlatanes, embaucadores, vendedores de pastillitas de azúcar que no valen para nada.

    Y ellos mismos lo han reconocido en un comunicado que la Asamblea Nacional de Homeopatía (ANH), sí esto existe, ha hecho en respuesta al caso italiano. En este comunicado indican que, atención que es literal: “la homeopatía […] no sustituye a otros tratamientos farmacológicos cuando éstos sean necesarios”, es decir, que la homeopatía no debe usarse cuando haga falta un tratamiento de verdad. Por tanto, que el supuesto producto homeopático (no voy a caer en el error de llamarlo “medicamento”) no es un fármaco real o válido que sólo debe usarse cuando no haga falta un tratamiento.

    Curioso pues, ¿quién decide cuándo hace falta un tratamiento de verdad y no uno de azúcar? ¿Ellos? ¿Un médico de verdad? Lo mínimo que se le exige a un medicamento para ser considerado como tal es que sea efectivo, que funcione. Como alternativo, el producto homeopático debería ser capaz de sustituir a un tratamiento, llamémoslo convencional, esto es, que ha demostrado su eficacia científicamente, cosa que los propios homeópatas admiten abiertamente que no es así.

    En su comunicado hacen referencia al Código Deontológico al cual se debe someter cualquier actuación de un médico, pero parece que no se lo han leído, pues éste dice en su artículo 26 que se “desaprueba a los facultativos que prescriban tratamientos sin evidencia científica demostrada”, cosa que en más de 200 años los homeópatas y su absurda memoria del agua no han conseguido. Pero claro, esto no es porque no sean válidos sino porque, según ellos, sus tratamientos no pueden ser revisados mediante el Método Científico. Es algo así como “si no da los resultados que yo quiero, entonces es que lo estás haciendo mal tú y no yo”. Así que blanco y en botella o en este caso, blanco y en paquetes de 1 kg, azúcar al módico precio de más 400€/kg.