La enfermedad o te mata o te hace fuerte. Hipertensos, diabéticos, anoréxicos, impotentes u obesos. Personajes con enfermedades gravísimas se pusieron el mundo por montera. La autopsia de Carlos II decía que su corazón era como un grano de pimienta y que tenía un solo testículo negro como el carbón. El mismísimo Kennedy padecía un síndrome autoinmune que le causaba diarreas continuas, debilidad e hipogonadismo.
Kennedy sufría una enfermedad autoinmune
Todas estas curiosidades las ha expuesto el endocrino del Hospital General Universitario de Albacete, José Joaquín Alfaro, en una charla para la Sociedad de Medicina y Cirugía de Albacete que puede verse en la web chospab.es. Siguiendo la estela del padre de la Endocrinología, de Gregorio Marañón, el doctor Alfaro ha buceado en la historia hasta encontrarse con que Akhenatón, padre de Tutankamón y marido de Nerfertiti, tenía un trastorno de identidad sexual.
Llama la atención que el famoso faraón tuviese pechos y caderas prominentes, pero tampoco se queda atrás el caso de Maximino I, que se decía que medía más de dos metros y que sus anillos servían de brazalete a su esposa. Probablemente, era un gigante acromegálico.
Akhenatón, padre de Tutankamón y marido de Nerfertiti, tenía un trastorno de identidad sexual
Sancho I, conocido como El Gordo, no podía ni subirse al caballo. De hecho, la nobleza lo destituyó por su obesidad mórbida. Tuvo que recurrir a un médico musulmán para adelgazar y recuperar la corona. Eso sí, la dieta saludable le pasó factura. Murió al comerse una manzana envenenada.
Peor fue lo de Enrique IV de Castilla. Su hipogonadismo le hizo ganarse el apodo de El Impotente. Y no menos duro fue el caso de Enrique VIII de Inglaterra, que de guapo y delgado pasó a una obesidad mórbida. Su hija, María I de Inglaterra, tuvo embarazos fantasma.
Sissi tenía anorexia nerviosa
A más de un médico le gustaría viajar en el tiempo y tratar la anorexia nerviosa de Sissi, la diabetes de Pedro II o la hipertensión que mató a Eisenhower. Y es que no todos tuvieron la suerte del presidente Kennedy, él contó con la cortisona para dominar una enfermedad autoinmune que le generaba hipogonadismo, debilidad y constantes diarreas.