
Es cierto que todos los poetas escriben grandes novelas. Y cualquier lector experimentado podría mencionar un puñado de buenos ejemplos. Quizá uno de los mejores sea el de la trilogía narrativa de Ospina, y destacando en ella, el de su prólogo, un prodigio en prosa que sólo podría haber sido escrito por un poeta. Les invito a leerlo, y a viajar con el autor hasta «El País de la Canela», porque encontrarán que más allá del lenguaje maravilloso del texto atrae también el marco épico en el que se sitúa.
Experiencias poco comunes
El mismo motivo, forma y contenido, explica por qué todos los buenos cinéfilos recuerdan la escena de la muerte del mutante de Blade Runner, aquella en la que lamenta que cuando su vida se apague, desaparecerá también todo aquello extraordinario que él ha vivido, diluyéndose como lágrimas en la lluvia. No es desde luego tan cinematográfica cómo Blade Runner ni tan extraordinaria como las hazañas de los conquistadores españoles en el Nuevo Mundo, pero la vida de todo médico está llena de experiencias poco comunes y el guión de nuestro trabajo se desarrolla en un escenario que es muy dado a la épica y a la estética.
El neurocirujano inglés Henry Marsh, uno de los profesionales más reputados de su país en este área de la Medicina, ya jubilado, se ha permitido publicar sus experiencias profesionales en un libro muy recomendable para cualquier tipo de lector y diría que imprescindible para quien quiera dedicarse a la cirugía en general o a la práctica médica neurológica en particular. Mucho más centrado en el fondo que en la forma, pero escrito con un lenguaje directo, «Ante todo no hagas daño», historias de vida, muerte y neurocirugía (excelente traducción al español de Patricia Antón) se adorna sin embargo, casual o voluntariamente, con el ambiente frío de los hospitales y el color gris de Inglaterra.
El doctor Marsh repasa su vida profesional ejemplificándola caso a caso con alguno de los extraños problemas médicos que tanto abundan en Neurología. Compren el libro. Pasen y vean cómo los médicos, sobre todo los médicos de hospital, nos enfrentamos día a día a la muerte y el padecimiento de nuestros pacientes y sobre todo nos enfrentamos cada día a nuestros fracasos.
Dicen que cada médico guarda un cementerio en casa
Pasen y vean cómo en la sanidad moderna, al menos la sanidad pública -tan parecida la británica y la española- los profesionales saltamos de la tragedia a la burocracia, de la decisión más trascendente sobre un tratamiento a la discusión más banal sobre la necesidad de rellenar un formulario, y todo mientras intentamos dar confianza a los pacientes y nos mostramos seguros frente a nuestros estudiantes y residentes.
Entren y asistan al dolor de los enfermos, el sufrimiento de sus familiares y la angustia de aquellos que los atienden, los que un día se van a casa con el aura del héroe en la mirada para al día siguiente hacerlo con el sabor amargo del fracaso guiando cada paso.
¿Por qué Henry Marsh?
Dicen que cada médico guarda un cementerio en casa. Es cierto. Conforme pasan los años observas con amargura que recuerdas más las equivocaciones que los aciertos, tienes grabada en tu cerebro más profundamente la mirada de la angustia que la del agradecimiento. Peaje de esta bendita profesión, que tiene tantas otras cosas buenas. Por todas, las buenas y las malas, recomiendo el libro de Marsh, pero lo hago también porque sobre él sobrevuela la magia de la Neurología, esa especialidad tan sorprendente para cualquiera de nosotros como tuvo que serlo el Nuevo Mundo, con sus pájaros multicolor, sus manglares infinitos o sus bosques de canela, para los hombres de la Meseta.