Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad. Si el maestro Bretón ya lo decía hace casi 125 años, ¿qué no diría hoy? Afortunadamente, buena verdad que es, y en el campo de la salud, esos adelantos no paran de traernos conocimientos que permiten desarrollar nuevas técnicas y procedimientos que conllevan mejores niveles de salud, más posibilidades en la restauración cuando esta se pierde y, en general, una mayor calidad de vida.
Pero todo ello, no debe hacer creer a la población, y menos a los profesionales, que se hace una plena y absoluta delegación de responsabilidad hacia las manos expertas. Por el contrario, cada vez se requiere más de la implicación directa de las personas de a pie en lo que concierne a su propia salud y la de quienes le rodean.
Si nos centramos en el ámbito de la urgencia, el European Council Resuscitation se hizo eco hace unos lustros de lo que Ahnefeld aportara ya en 1960, e introdujo el término “cadena de la supervivencia” como una secuencia de acciones (o grupos de acciones) a desarrollar para aumentar los niveles de supervivencia en situaciones críticas. Como toda cadena, su fuerza es la del más débil de sus eslabones.
De los cuatro con los que surgió, los dos últimos son muy complejos y de desarrollo profesional (llegada rápida de servicios especiales, traslado y cuidados avanzados), pero los dos primeros son sencillos y aplicables por la población: activar servicios de emergencia y desarrollar unas maniobras básicas de apoyo en tanto llegan los servicios especializados.
La mitad de las muertes en la primera hora de un accidente de tráfico se producen por cierre de las vías aéreas y hemorragia interna
Es decir, realizar primeros auxilios. Hace unos años la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil por un lado, y Cruz Roja Española por otro, afirmaban en sendos informes que casi el 50% de las muertes que se producen en la primera hora tras un accidente de tráfico (se descartan así las muertes instantáneas y las diferidas tras recibir atención sanitaria profesional), se deben a dos problemas: cierre de las vías aéreas y hemorragia externa.
Estas situaciones pueden ser resueltas por cualquier persona con unos conocimientos extraordinariamente simples, obtenidos a través de una, también, sencilla formación. Por ello no se entiende bien que en nuestra sociedad tengamos plenamente desarrollados los eslabones complejos y costosos, a desarrollar por profesionales altamente cualificados y con aparatajes de última generación, pero fracasen los eslabones que resultan económicos y sencillos de desarrollar, los de la población. La efectividad de unos, puede perder mucho sin el previo desarrollo de los otros.
Cómo hacerlo
En la Universidad de Castilla La Mancha, se han realizado en las facultades de Enfermería algunos estudios sobre cómo hacer llegar (mejor y más) dicha formación básica a los ciudadanos. El último de ellos, por ejemplo, fue un trabajo en el que se creaba un material por el que los estudiantes de enseñanzas medias, cuando aprenden un idioma moderno (francés o inglés habitualmente), al tiempo, pueden aprender las bases teóricas para desarrollar una atención básica en una urgencia.
Se demostró que el sistema funciona: se adquirían dichos conocimientos sin mayor esfuerzo ni merma alguna en el aprendizaje del idioma. Es solo una de las muchas estrategias que se pueden desarrollar para lograr el objetivo.
Esta semana, un grupo de estudiantes de la Facultad de Enfermería de Albacete se acercará a una escuela a explicar a unos jóvenes cómo resolver momentáneamente situaciones básicas de urgencia. En tanto todos estos aspectos de la enseñanza quedan de una vez reglados (y a ser posible para siempre), parece una más que interesante iniciativa, vaya que sí.