• El valor humano durante una pandemia

    El Autor

    Gonzalo Fuentes

    Médico de Urgencias en el Hospital de Villarrobledo

    Explicar lo sucedido en el Hospital de Villarrobledo desde el inicio de la pandemia se hace muy complicado. Vienen a mi memoria momentos, muy difíciles de plasmar en un papel; sentimientos de impotencia, miedo, soledad y abandono.

    A finales del mes de febrero ya nos dimos cuenta que estaban sucediendo hechos fuera de lo normal. La información aportada por el Ministerio de Sanidad no era coherente con los casos que empezábamos a ver de neumonías atípicas y procesos asociados a SARS COVID 19.

    Consciente de ello, ante esa situación, tomé la difícil decisión de aislarme de mi familia. Posteriormente, ya en marzo, cuando los procesos se van acumulando y los ingresos aumentando, se nos aportó, inicialmente, como medidas de protección, mascarillas quirúrgicas y batas de quirófano. Del resto de material preventivo ni hablamos por que no existía, o por lo menos, no lo pusieron a nuestra disposición.

    Los informes diarios del Ministerio se producían en varias ocasiones durante el día, donde por la mañana era una cosa, a medio día, otra, y, por la tarde, otra; así a diario siendo incongruentes, incluso contradictorios y, dicho sea con todos los respetos, creo que erróneos, por lo que tomamos la opción de seguir lo que se hacía en otros hospitales.

    Todo el día estudiando nuevos protocolos que se ponían en marcha en otros centros, revisando estudios de otros países, para buscar las mejores opciones para nuestros pacientes, adaptando por nuestra cuenta las normas de actuación dentro del servicio.

    Estrés continuo, apoyo, nulo

    El estrés era continuo y el apoyo externo, que se presupone a un sistema sanitario preparado, nulo.

    Al protestar por la falta de medios de protección individual, pues sabíamos el riesgo al que nos enfrentábamos, la respuesta oficial fue una mascarilla FFP2 para las guardias, con indicación de que la conserváramos.

    Seguían aumentando los procesos y la falta de apoyo al Servicio de Urgencias fue produciendo estragos en la plantilla, una sensación de soledad grupal que aumentaba los miedos por nuestras familias y nuestros pacientes.

    Caí en la guardia del 23 de marzo

    Caí enfermo en una guardia el 23 de marzo, sufriendo varios procesos asociados al COVID y por último una pericarditis con derrame pericárdico que me tuvo apartado del Servicio dos meses, completamente aislado y en soledad.

    Seguía con preocupación la situación del servicio de urgencias por los compañeros quienes gracias a su esfuerzo y compromiso han sacado adelante uno de los momentos más difíciles que hemos vivido como personas y sanitarios.

    A mi vuelta, la actividad había disminuido, en comparación al mes de marzo, pero el agotamiento físico y psíquico era patente entre los compañeros de todo el servicio (celadores, administrativos, auxiliares, enfermeras y médicos).

    Tolerancia, apoyo, comprensión…

    En la actualidad seguimos teniendo una sola mascarilla FPP2 para todo el turno o la guardia, si bien ahora nos dan calzas, gorros y batas impermeables, lo de los famosos EPI siguen sin dar señales, la actividad no cesa, y los casos siguen apareciendo regularmente y aumentando la curva de procesos por SARS COVID 19, lo que incrementa considerablemente la carga asociada de la actividad normal del servicio con los procesos más habituales.

    He aprendido durante esta pandemia el significado del valor humano, de la familia y de los grandes profesionales que me rodean, así como la tolerancia, apoyo y comprensión de los pacientes y sus familias.

    Artículo publicado en la revista del Colegio de Médicos

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