• De alcalde a paciente

    Javier Cuenca explica los problemas de salud que lo obligaron a dejar la Alcaldía de Albacete

    Los últimos meses de Javier Cuenca como alcalde de Albacete fueron una auténtica pesadilla. Vértigos, mareos, pitidos en los oídos e incluso pérdidas de conocimiento se colaron en la agenda política e institucional convirtiendo una responsabilidad que le apasionaba en un infierno. Además, pasaban las semanas y nadie daba con el diagnóstico. Como era alcalde, se le presuponían estrés y ansiedad, pero finalmente su diagnóstico fue el de enfermedad de Menière, con la que convive desde 2016.

    Javier Cuenca

    Desde 2016, se enfrenta a la enfermedad de Menière

    Ha aprendido a convivir con la enfermedad, pero Javier Cuenca tiene que dormir con una radio desintonizada para que el ruido del aparato solape el del pitido de su oído izquierdo, un acúfeno permanente que, cuando debutó como paciente, no le dejaba conciliar el sueño.

    Recuerda que era octubre de 2016 cuando estaba en la Base Aérea de Los Llanos con motivo de la visita del Rey. De repente, empezó un mareo con el que ha aprendido a convivir, pero que nunca se ha ido del todo. En aquel momento, en un acto público, se tuvo que excusar para ir al aseo con la esperanza de que fuera algo momentáneo. Sin embargo, las pérdidas de equilibrio eran cada vez más frecuentes. Como en un primer momento los médicos achacaron sus síntomas al estrés y ansiedad propios de su cargo, máxime con la Feria de Albacete tan reciente, Javier Cuenca trató de seguir con su agenda bajando el ritmo.

    Cada día que pasaba surgía un síntoma nuevo, agravando un cuadro tan incapacitante que, como se le solapaban los sonidos, no era capaz ni de seguir los plenos municipales que encabezaba. Llegó un momento en el que los pitidos, la inestabilidad y la incapacidad para escuchar eran lo de menos, porque llegaron los vértigos y con ellos los vómitos constantes. Lo vieron un sinfín de especialistas y le hicieron pruebas tanto neurológicas como de corazón hasta que en Madrid el Servicio de Otorrinolaringología del Hospital HM de Sanchinarro le comunicó que tenía la enfermedad de Menière, una dolencia, en su caso del oído interno, crónica y sin cura, que acabaría en sordera.

    Un año en la cama con vértigos

    En el momento del diagnóstico, cuando ya no era capaz prácticamente de mantenerse de pie, también le informaron de que, si bien mejoraría con el tiempo, la incapacidad temporal a la que se enfrentaba podía durar más de un año. Así, en junio de 2017, Javier Cuenca renunciaba a la Alcaldía de Albacete. Volvía a su plaza en el funcionariado y decía adiós a una década dedicada a la política, ya que anteriormente había sido concejal y delegado del Gobierno regional. Pero no pudo incorporarse a su puesto de trabajo hasta que se recuperó, ya que se pasó un año en la cama incapaz de dominar los vértigos.

    En la actualidad, la enfermedad de Menière sigue ahí, pero los síntomas se han atenuado y los brotes capaces de postrarlo en una cama son cada vez más espaciados y más breves. Sabe que los pitidos seguirán y acabará perdiendo el oído izquierdo. Aun así, si en junio de 2017 se hubiese encontrado como ahora, Javier Cuenca no habría renunciado a la Alcaldía. Eso sí, al mirar atrás y recordar el año en cama, considera que hizo lo correcto.

    “Trastorno postraumático”

    Rompe el silencio ahora porque, si bien su historial como paciente de Otorrinolaringología seguirá abierto de por vida, tampoco ha recibido el alta en Salud Mental. Regresar al funcionariado, concretamente a la Subdelegación del Gobierno, le supuso un nuevo diagnóstico: “trastorno postraumático” y 485 días de baja psicológica derivados del contexto laboral. Ahora, además del otorrino, lo ven el psiquiatra y la psicológica clínica. Defiende que los pacientes ‘invisibles’ como él, aquellos cuyos síntomas no se ven, alcen la voz. Y eso es lo que va a hacer ahora que ha recuperado las fuerzas físicas y psicológicas.

    Un comentario

    1. Desde el principio deberían deshacer la prueba específica.
      Pero ya se sabe…

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