• ¿Adiós a la cultura del esfuerzo?

    El Autor

    Francisco Martín Ros

    Médico de Atención Primaria

    “Ataúlfo, Sigerico, Walia, Teodoredo, Teodorico, Turismundo, Eurico y Alarico”. Esta es la famosa y denostada lista de los Reyes Godos que tanto “sufrimiento intelectual” nos ocasionó a los de mi generación y que a partir de ahora queda prohibida, o casi, su memorización.

    Ni la lista de los Reyes Godos ni el número “pi”

    La lista de las preposiciones, los ríos españoles que desembocan en el mar Cantábrico, el valor del número “pi” o recordar los poetas de la generación del 27, pueden pasar a engrosar la lista negra de lo que no deberá retenerse en la memoria.

    Esta semana he comprobado con pasmo como una licenciada superior desconocía quien fue Winston Churchill. Se está haciendo hincapié en lo que no es necesario saber, en lo que no debe memorizarse, pues todo está en los libros, o en internet, y basta teclear para obtener la información deseada.

    Se insiste en bajar el nivel de conocimientos que cada vez será menos evaluado, y por tanto menos exigente. Me pregunto dónde está el límite, si es que hay alguno. Porque si los ríos de España, los Reyes de la dinastía de los Habsburgo, las capitales de los países de Europa o la fórmula para calcular el área de un triángulo no son elementos básicos de cultura general que hay que saber, y por tanto memorizar alguna vez en la vida, el contenido de las materias académicas quedará mutilado y herido de gravedad.

    Ahora se habla mucho de la madurez intelectual del alumno como elemento más importante a evaluar. Pues bien, díganme ustedes qué madurez podrán alcanzar aquellos a los que no se les exigen esfuerzos memorísticos, no se les puede suspender para no socavar su autoestima y no pueden repetir curso por mucho que lo merezcan para evitar así estigmatizarlos injustamente.

    Solo sabemos lo que sabemos de memoria

    Se está demonizando la memoria -salvo la que interese ideológicamente-, y desde las más altas instituciones se propone evitar la aparición de la fatiga y de la ansiedad consecuentes a la cultura del esfuerzo.

    La madurez -o sea, la pérdida de la inocencia- es aceptar que para crecer es necesaria cierta dosis de dolor y una adecuada actitud para superarlo.

    Y para terminar recuerden algo que nadie podrá refutar y que no es otra cosa que solo sabemos lo que sabemos de memoria.

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