• Usted, querido lector: ¿es monista o dualista?

    El Autor

    Tomás Segura Martín

    Jefe de Servicio de Neurología

    Hace unas semanas un conocido programa de la radio vespertina me preguntaba por el caso de un señor que afirmaba haber permanecido 35 años en coma y despertar del mismo sin secuelas físicas e incluso -y esto ya sí que era llamativo- habiendo sido capaz de engendrar varios hijos durante ese periodo…

    monista dualista

    ¿El hombre es algo más que un ordenador?

    Como no conocía la noticia, me limité a dar información objetiva, de neurólogo, sobre la conciencia y sus alteraciones. Es este en realidad un tema fascinante que mezcla anatomía, fisiología y también, en algunos casos y para algunos autores, filosofía y espiritualidad, por lo que disertar sobre el mismo es siempre un motivo de satisfacción para cualquier neurólogo.  

    El cerebro funciona como una compleja caja de circuitos, y gracias a los anatomistas y a muchos clínicos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, sabemos que cada uno de ellos se sitúa en una zona diferente de nuestro encéfalo.

    Sin embargo, la conciencia, es decir la capacidad para estar alerta sobre uno mismo y sobre el entorno, no depende del funcionamiento más o menos correcto de una parcela concreta de nuestro cerebro, sino que para ser plena exige el funcionamiento igualmente pleno de todo el sistema nervioso. Por eso, cuando nos avisan porque un paciente se encuentra obnubilado, estuporoso o en coma, es decir, sufriendo una alteración importante del nivel de conciencia, siempre hay que valorar la posibilidad de una intoxicación, un trastorno metabólico general, un traumatismo encefálico muy importante o una lesión vascular situada en la zona central del cerebro, su tronco o tallo.

    Estar consciente exige por tanto que nuestro cerebro funcione a pleno rendimiento, pero ser consciente es algo más complejo, que abandona el área pura de la Neurología para adentrarse en una mucho menos definida.

    ¿Dependen solo de él?

    Sin duda que todo aquello que somos, nuestras virtudes y defectos, nuestros sueños o aspiraciones más íntimas, nuestra conducta y nuestras creencias, dependen de ese untuoso órgano protegido por el hueso craneal, el cerebro, pero… ¿dependen solo de él? Francis Crick, sí el de Watson y Crick, los descubridores del ADN, creían que así era, y esto lo convirtió en una de las figuras señeras defensoras del monismo.

    Descartes, mucho más atrás en el tiempo, era por el contrario dualista, es decir, creía que una cosa era la mente y otra diferente el cerebro.

    La inmensa mayoría de los científicos actuales son monistas, es decir, mantienen que todo lo que somos depende tan sólo de esa extraña combinación de chispas y sopas, es decir, de electricidad y química, que hace funcionar nuestro cerebro.

    Posibilidades casi infinitas

    Pero sin ánimo de quitar importancia al órgano que ha ocupado los últimos 30 años de mi vida laboral, terminaré este artículo mencionando las palabras de Wilder Penfield, neurólogo y neurocirujano del siglo XX, una de los las personas que con más profundidad describió el funcionamiento del encéfalo, quien mantenía que “el hombre tiene a su disposición un gran ordenador, de posibilidades casi infinitas, el cerebro, y sin embargo el hombre es algo más que un gran ordenador”. Y usted, querido lector, ¿es monista o dualista?

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