Hace ocho años, el neurólogo albaceteño Tomás Segura escribía uno de los artículos más leídos en Diario Sanitario, en el que hacía referencia a esos pacientes que no se olvidan, al pesado cementerio que cada médico lleva a sus espaldas. En esta ocasión, su recuerdo era para Rocío, una joven maestra que murió víctima de un ictus. Precisamente, esta semana, bajo el lema ‘Lágrimas en la lluvia‘, Segura, el padre del ‘Código Ictus’ en Castilla-La Mancha, recordaba este caso en una conferencia.
El neurólogo Tomás Segura hace referencia a esos pacientes que un médico nunca olvida
No hay que olvidar que en España entre el 10 y el 15% de todos los afectados por un ictus (140.000 personas cada año) son niños, adolescentes o adultos jóvenes. Un trombo en el cerebro o una hemorragia no sólo es un riesgo para personas mayores. De hecho, hay más muertes por esta causa que por accidentes de tráfico.
Rocío era una maestra de 30 años de edad, destinada en un pequeño pueblo de la provincia de Cuenca. El joven neurólogo imaginaba entonces que su paciente estaba pasando el mejor momento de su vida, con la oposición aprobada recientemente, con un trabajo que le encantaba y casada hacía menos de un año con su novio de toda la vida.
Sin embargo, un miércoles por la tarde, mientras hacía ejercicio en el polideportivo municipal, Rocío, tras perder fuerza de forma súbita en las extremidades derechas, se desplomó.
Gracias al Código Ictus, en menos de tres horas se encontraba en Urgencias del Hospital General Universitario de Albacete en manos del Dr Segura, que estaba de guardia.
También jugó a favor de esta joven que Albacete ya despuntaba en el arte de la ecografía, por lo que a los pocos minutos de ponerse en manos del neurólogo, Rocío ya tenía el diagnóstico: disección de carótida interna izquierda.
Un antes y un después
Pero aquí acabó la fortuna de la joven maestra. Recién empezado el siglo XXI Albacete no tenía los medios con los que sí contaba en 2016 o que ha perfeccionado en 2024, que permiten resolver sin secuelas lo que arrebató la vida a Rocío.
“La carótida interna izquierda es responsable de la perfusión de la zona más importante y más extensa de nuestro cerebro, así que los pacientes que sufren un infarto en dicho territorio quedan condenados con gran probabilidad a no poder hablar ni entender nunca más la lengua que aprendieron de sus padres, a no poder mover correctamente las extremidades del lado derecho, a tener desviada la cara hacia la izquierda y a no ser conscientes de la parte derecha de su campo visual”, recordaba entonces Segura.
Segura sabía por aquel entonces que el tratamiento trombolítico podía empeorar el hematoma de la disección, la única arma a su disposición y la que utilizó con Rocío sin ningún éxito.
La cara amarga de la profesión
Una década después, en 2016, el Dr Segura, jefe del Servicio de Neurología del Hospital General Universitario de Albacete, hablaba con una paciente muy parecida a Rocío, con Vanesa. Confirmaba que su recuperación del lenguaje, de la visión, y de la fuerza de sus extremidades había sido completa después de extraerle un trombo de una localización muy similar al que tenía Rocío aquel día de hace 10 años.
“Esa, sin duda, es la cara amarga de nuestra profesión, aunque probablemente también resulte nuestro mayor acicate. Y es que aunque Vanesa nos diera las gracias a nosotros cuando se iba de alta, totalmente recuperada sólo 5 días después de su trombosis, sin saberlo, ella le debe también mucho a Rocío”, recordaba en 2016, rememoraba en 2024 y tendrá siempre presente el Dr Segura.