• Plástico, nueva amenaza para el cerebro

    El Autor

    Rafael Luján

    Catedrático de Histología

    El plástico forma parte de nuestra cotidianidad y resulta complejo concebir una realidad sin estos materiales. Su cantidad es tan elevada en el medio ambiente que nos encontramos inmersos en una exposición constante, lo que conlleva que estén presentes en varios órganos de nuestro cuerpo, incluido nuestro preciado cerebro. Pero ¿de qué manera llegan los plásticos hasta nuestro cerebro y qué efectos podrían tener sobre nuestra salud mental?

    ¿De qué manera llega el plástico hasta nuestro cerebro y qué efectos podrían tener sobre nuestra salud mental?
    La presencia del plástico en el cerebro es una realidad.

    ¿De qué manera llega el plástico hasta nuestro cerebro y qué efectos podría tener sobre nuestra salud mental?

    El aumento desmedido en la producción y uso de plásticos ha llevado a una creciente preocupación por su potencial impacto en nuestro organismo. No pueden degradarse fácilmente, lo que acarrea un nuevo problema: su descomposición en partículas cada vez más pequeñas.

    Los desechos plásticos se fragmentan en microplásticos, y estos a su vez en nanoplásticos, a través de su exposición constante a los rayos solares o al agua marina. Los microplásticos se definen como partículas de menos de 5 milímetros de tamaño, mientras que los nanoplásticos son aún más pequeños, con dimensiones inferiores a 0,001 milímetros.

    Debido a su tamaño diminuto y su persistencia en el medio ambiente, se han encontrado en prácticamente todos los ecosistemas del planeta, desde el fondo marino hasta el aire que respiramos. En el mar, estos fragmentos son consumidos por organismos como el plancton y otros invertebrados para terminar en peces, aves y mamíferos, ingresando así en la cadena alimentaria hasta llegar al ser humano.

    Microplásticos y nanoplásticos atraviesan la placenta y la barrera hematoencefálica

    Los microplásticos y nanoplásticos tienen la capacidad de atravesar las barreras biológicas, incluidas la placenta, esa vital estructura que provee de oxígeno y nutrientes a los fetos, y la barrera hematoencefálica, que regula el intercambio de moléculas en el cerebro. Este hecho, además de sorprendente, es de extrema preocupación, porque la barrera hematoencefálica es uno de los mecanismos cruciales que hemos desarrollado los seres humanos para impedir el paso de toxinas, patógenos y cualquier agente que pueda provocar daños en el sistema nervioso.

    Envases

    Más sorprendente aún es la rapidez con la que atraviesan la barrera hematoencefálica. Estudios en animales han demostrado que la ingesta en la bebida de microplásticos de poliestireno, muy usado en envases de alimentos, bolsas y artículos de un solo uso, llegó hasta el cerebro en tan solo dos horas, afectando a la conducta de los animales, y comenzaron a depositarse en el cerebro al cabo de siete días.

    ¿De qué manera llega el plástico hasta nuestro cerebro y qué efectos podrían tener sobre nuestra salud mental?
    Para proteger el cerebro del plástico hay que actuar. Imagen de una campaña de Greepeace en la que se advierte que reciclar no es suficiente.

    En los alimentos, el agua y el aire

    En los humanos, los microplásticos y nanoplásticos pueden ingresar al cerebro a través de varias vías, como el consumo de alimentos y agua contaminados, la inhalación de aire contaminado o la migración a través de las terminaciones nerviosas en la piel. No se sabe aún cómo los plásticos afectan al cerebro, pero sí sabemos que muchas sustancias químicas que se encuentran en varios tipos de plástico son carcinógenos, vinculados a efectos negativos para la salud.

    Enfermedad de Alzheimer

    También se desconoce la cantidad exacta de microplásticos y nanoplásticos que llegan al cerebro humano, pero es importante destacar que estas partículas tienen un potencial acumulativo en el cuerpo. Con el tiempo, la exposición repetida a estas partículas puede llevar a una carga plástica significativa en el cerebro, lo que aumenta el riesgo de daño crónico, de inflamación, trastornos neurológicos a largo plazo e incluso enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer. Estas partículas han demostrado tener efectos tóxicos directos sobre las células cerebrales, incluida la disrupción de la señalización intracelular y el mantenimiento de sinapsis, lo que puede tener consecuencias negativas en nuestros procesos de aprendizaje y la memoria.

    Una conexión preocupante

    La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa progresiva. Aunque su causa exacta aún no se conoce por completo, diversos estudios sugieren que los factores ambientales podrían desempeñar un papel importante en su desarrollo. Se sabe que existe una interacción entre los microplásticos y las proteínas beta-amiloide, lo que puede contribuir al deterioro cognitivo característico de la enfermedad de Alzheimer. Aunque la relación entre los microplásticos y la enfermedad de Alzheimer es un campo de investigación emergente, los hallazgos actuales sugieren que existe una conexión preocupante entre ambos. Sin embargo, es importante destacar que aún se requiere una investigación más exhaustiva para comprender completamente los mecanismos y el alcance de esta relación.

    Los efectos de los plásticos en el cerebro humano representan un desafío emergente para la salud pública. A medida que se van acumulando las evidencias sobre los efectos perjudiciales de estas partículas en el cerebro, es crucial tomar medidas para reducir la producción y liberación de plásticos en el medio ambiente.

    Podemos abordar este desafío y proteger la salud del cerebro humano

    En definitiva, no conviene que adoptemos una postura de resignación con el uso de los plásticos. En última instancia, la reducción de la contaminación plástica requiere esfuerzos colectivos a nivel estatal, industrial y personal. Al optar por alternativas sostenibles, la inversión en investigación, el promover la educación ambiental y fomentar la conciencia pública, podemos abordar este desafío y proteger la salud del cerebro humano, asegurando un futuro más saludable y sostenible para todos.

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