• Sexualidad, enfermedad y dolor crónico

    El Autor

     Pilar Soria Antonio
    Psicóloga clínica, presidenta de Asexoraté (Asociación Sexológica de Castilla-La Mancha)

    Sufrir dolor no implica renunciar a la sexualidad. Habitualmente, cuando nos referimos al concepto de  enfermedad con o sin dolor crónico, nos fundamentamos en la disciplina médica y es legítimo, desde luego. Ante el sufrimiento, el primer deseo es eliminar la molestia que nuestro organismo siente.

    sexualidad dolor

    Además de la atención sanitaria, el cuerpo necesita otro tipo de cuidados cuando enferma

    En nuestra cultura, hemos aprendido que es la Medicina quien se responsabiliza de esa función. Sin embargo, además de la atención sanitaria, el cuerpo necesita cuando enferma otro tipo de cuidados que asistan a la persona en su padecimiento desde un plano integral y den respuesta a las demandas que se plantean desde los diferentes niveles: cognitivo, emocional-afectivo y sexológico, abordando el impacto que supone el diagnóstico y las dificultades que pueda llevar el tratamiento médico  que sea necesario aplicar.

    Necesitamos besos, abrazos y ternura

    Por estas razones, desde Asexórate, junto con la Fundación Aproxima, el 17 de noviembre, en el Centro Cultural José Saramago de Albacete, se presentará el “Proyecto Helena”, cuyo objetivo es mejorar la calidad de vida de las personas que viven con algún tipo de enfermedad con o sin dolor crónico, dándole el valor que le corresponde tanto a la  sexualidad como a la vivencia de su erótica. Porque las personas sanas o enfermas se buscan y se desean, necesitando besos, abrazos y ternura, gestos que forman parte del hecho sexual humano y que nos aportan reconocimiento y bienestar.

    “Se dan más variedades cultivables que trastornos curables”

    Para desarrollar este propósito, partimos de un planteamiento sexológico de la terapia sexual fundamentado en dos axiomas básicos: “Se dan más variedades cultivables que trastornos curables”. Y este otro:  “La exploración de los deseos reporta más valor que el detenimiento en el análisis de los miedos”.

    Disponibilidad para el placer

    Generalmente, las personas cuando están enfermas suelen vivir su cuerpo como lugar de dolor y sufrimiento, sin darse cuenta de que cada milímetro de la piel es capaz de brindar sensaciones agradables. El cuerpo tiene memoria, el estado emocional se modifica repercutiendo en la experiencia dolorosa. Es posible que dichas  sensaciones placenteras no eliminen totalmente el dolor, pero sí lo pueden silenciar. Para ello es necesario, desde luego, disponibilidad para el placer o al menos para el bienestar.


    Diré tu cuerpo como un conjuro de plata
    y reptaré tu nombre de sima voraz
    con el deseo izado bajo tormenta.

    Maria-Mercè Marçal


    La intervención sexológica que implementamos se fundamenta en el modelo holístico de la sexualidad humana con un enfoque global fundamentado en la Psicología humanista y un encuadre sexológico integrando diferentes modelos, como la respuesta sexual de Masters y Johnson, El Arte de Amar de Ovidio, adaptado por Efigenio Amezúa y dinámicas corporales creadas por Fina Sanz.

    La mayor parte de la intervención se hará en grupo por los beneficios que aporta. Hay estudios que demuestran que la relación social percibida influye en el desarrollo de estrategias de afrontamiento en pacientes con enfermedad crónica. Los vínculos que se crean se interiorizan como una fuente de apoyo emocional más relevante incluso que otras redes naturales de soporte, como son la familia y los amigos.

    Recuperar la autoestima

    Cada situación hay que valorarla de forma individual pero hemos observado que  hay una serie de alteraciones emocionales comunes, como un bajo nivel de autoestima por los cambios que a veces se producen en la imagen corporal y en ocasiones pérdida de control de la  funcionalidad como es el caso de las personas ostomizadas.

    El hecho de tener que aprender nuevas conductas de autocuidado, lleva consigo sentimientos negativos, como miedo al rechazo social, rabia por la dependencia de cuidados especiales e inseguridad por las modificaciones necesarias en la vivencia de la erótica. Cada persona es diferente y sus recursos varían, pero la mayoría de las alteraciones emocionales hacen referencia a la imagen corporal.

    Reiterando la idea central del trabajo que se presenta, partimos de que una enfermedad con o sin dolor crónico puede disminuir el deseo sexual genital, forma elegida para relacionarse en los encuentros llamados sexuales porque el modelo que ha prevalecido en nuestra cultura y que continúa siendo prioritario  por la mayoría de las personas ha sido estrictamente reproductivo y genital y el gesto erótico válido suele ser el coito.

    Más allá del coito

    Sin embargo, hay momentos en la vida de una persona en los que su sexualidad puede experimentar cambios como consecuencia de la enfermedad o de estar bajo los efectos de algún tratamiento farmacológico. En estas circunstancias, hay ciertas conductas sexuales que no son las adecuadas porque resultan molestas o dolorosas.

    ¿Por qué no cultivar un estilo de amar diferente?

    En lugar de seguir la norma y tratar de poner remedio a algo que no deseamos, ¿por qué no aprender maneras diferentes de expresarnos sexualmente? ¿Por qué no cultivar un estilo de amar diferente ya que las necesidades sexuales y el deseo de experiencias lúdicas existen en cualquier edad y circunstancia? Una persona que está viviendo un proceso de enfermedad tiene el derecho a reconciliarse con su cuerpo, a seducir, a ser acariciada, a gozar de su sexualidad. El erotismo no se limita a una zona en concreto, todo nuestro cuerpo es erótico y disponible para el placer, si así lo sentimos.

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