Esta es la historia de un hombre que sobrevivió caricaturizando médicos. López Galiacho, González Jiménez de Córdoba, Gotor, Mansilla, Eugenio Serna o el pediatra Palencia Petit. Retrató a toda una generación de facultativos a mediados de los años cincuenta del siglo pasado. Y es que las circunstancias, fue la mano derecha del médico republicano Arturo Cortés, convirtieron al archivero Alberto Mateos en visitador médico y dibujante.
Alberto Mateos, el caricaturista y cronista olvidado
Caricaturista, archivero, periodista, profesor, fotógrafo, políglota, licenciado en Filosofía y Letras y albaceteño hasta la médula. Alberto Mateos Arcángel (Albacete, 1900-1987) corría el riesgo de pasar desapercibido por haber nacido en la época equivocada y por haber crecido intelectualmente en el bando perdedor de una contienda civil.
Nació en Albacete un caluroso 7 de agosto del año 1900. Su extirpe le marcaba, ya que, en una provincia mayoritariamente analfabeta, empezaba a caminar el hijo del cronista Rafael Mateos y Sotos.
Y es que estaba escrito que aquel niño, Alberto, iba a seguir los pasos de su padre, quien además de cronista de la villa fue director de la Biblioteca Nacional en Albacete y corresponsal de la Real Academia de San Fernando de la Lengua y la Historia. Su madre, Dolores Arcángel, era hija de un farmacéutico de la calle Zapateros.
Miguel de Unamuno
Para hacerse una idea de su peso en el panorama cultural, es suficiente con decir que Mateos fue el artífice de que Miguel de Unamuno llegara a Albacete invitado por el Ateneo. De hecho, el Libro de Oro de esta institución, que se dio por desaparecido durante la Guerra Civil, lo tenía Mateos guardado y no lo devolvió hasta que comprobó que su seguridad estaba garantizada.
Uno de los capítulos que más ha trascendido de la vida de Mateos fue el de su encierro después de la Guerra Civil. Permaneció nueve años escondido en una pensión de la capital, de topo, como se decía entonces. Él no quiso huir de su Albacete, pero su condición de republicano era un peligro, por lo que su mujer lo escondió. Ni sus propias hijas supieron que el señor que les daba clase con tanto cariño era su padre.
Arturo Cortés
Mateos arrastraba una losa en la España de la dictadura. Y es que llegó a ser secretario personal del gobernador civil, el médico Arturo Cortés. Así, terminada la guerra, no quiso huir al exilio, como Cortés que acabó en México. Pero el sentido común le obligó a permanecer escondido hasta el año 1948.
Nueve años después de la Guerra Civil, volvió a pasear por su Albacete sin esconderse, pero tuvo que trabajar en lo que pudo. Aquí, antiguos alumnos a los que dio clase en el Instituto Bachiller Sabuco lo ayudaron a emprender una nueva carrera profesional, la de visitador médico. Al final, en cualquier contexto y circunstancia regresaba a su gran vocación. Con el beneplácito de los laboratorios Carlo Erba, Mateos acabó haciéndoles caricaturas y acuarelas a los facultativos albaceteños. Hizo creativo hasta el trabajo de visitador.
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