• Un enfermero, frente al coronavirus como sacerdote

    Se llama José Serrano Navarro; ha sido enfermero durante más de tres décadas y ahora es sacerdote en la primera línea del coronavirus. Si antes “cuidaba” del cuerpo, ahora vela por el alma en su papel de capellán del hospital albacetense Perpetuo Socorro. El miedo al contagio no ha impedido que haya acudido allí dónde lo han llamado. No ha permitido que los pacientes murieran en la soledad de una habitación. Ha cogido la mano, con doble guante y mascarilla, pero la ha cogido, acompañando hasta el último aliento y administrando el sacramento de la unción de los enfermos.

    enfermero sacerdote José Serrano
    El enfermero y sacerdote José Serrano, en la capilla de su hospital.

    “Lo más duro de esta enfermedad es la soledad”

    El coronavirus lo ha revolucionado todo en dos meses. De la noche a la mañana, los pacientes han pasado de llegar a Urgencias siempre acompañados a entrar solos y salir solos, bien por su propio pie, bien en ambulancia o en un último viaje sin velatorio y sin apenas despedida. Para José Serrano Navarro, el enfermero sacerdote, “lo más duro de esta enfermedad es la soledad”. Y es que vivir lejos de los tuyos la incertidumbre de un virus que infunde tanto temor no es sencillo.

    Todo el personal sanitario del Perpetuo Socorro tiene el teléfono de Pepe, el sacerdote. Esta semana ha cumplido 69 años y, aunque tiene más de una papeleta para que el coronavirus lo sitúe en la lista negra, ha estado ahí desde el inicio de la pandemia, dispuesto a escuchar, a acompañar o administrar los últimos sacramentos. Ha hecho de intermediario entre la Tierra y el Cielo, entre la familia y el enfermo. Ha visto derrumbarse a todos sus compañeros, desde los del servicio de limpieza hasta los médicos más acostumbrados a lidiar con la muerte.

    “Ha sido un golpe muy duro. Ha traído mucho dolor y sufrimiento”

    Y es que “el personal hace lo que puede, pero le falta tiempo”, de ahí la importancia de la labor del capellán, cuya única misión es aliviar, escuchar y acompañar.

    “Ha sido un golpe muy duro. Ha traído mucho dolor y sufrimiento”, reflexiona ahora un sacerdote y sanitario que si bien espera que no regrese con tanta virulencia, sabe que el coronavirus no se ha ido y desencadenará más dolor.

    Aunque es sacerdote desde los 65 años, este capellán ha conseguido aunar sus dos vocaciones, la enfermería, que ejerció hasta los 61 años, y el sacerdocio, que, en su caso, confluyen en un fin común, el servicio a los demás. Empezó cuando las jeringuillas se hervían y el enfermero era “el ayudante” del médico y se ha jubilado viendo con orgullo cómo su profesión ganaba autonomía.

    enfermero sacerdote José Serrano

    En realidad, este enfermero y sacerdote ha hecho siempre lo mismo, aportar serenidad a los pacientes. Lo hizo en su periplo por Yeste, Mahora, Hoya Gonzalo, Minaya, Munera o Pozo Cañada, y ahora sigue transmitiendo esa tranquilidad que tanto necesita quien se enfrenta, sin la compañía de los suyos, a esta enfermedad.

    Pepe, el sacerdote no trabaja solo en el pequeño hospital albacetense del Perpetuo Socorro. Cuenta con el apoyo de una obrera de la cruz, Soco, y de otro sacerdote, Carlos Esparcia.

    Hemeroteca:

    El capellán no está para echar sermones

    El médico que se ordenó sacerdote

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