La ‘diferencia’ entre el Hospital Virgen de la Salud y el grandioso Universitario de Toledo
Desde que dejamos el Virgen de la Salud y nos trasladamos al fabuloso y grandioso Hospital Universitario de Toledo, los profesionales estamos viviendo de alquiler… Sí, efectivamente, nuestro gran muro de choque es la concesionaria, y todo tiene que pasar por ella.
En el nuevo hospital, todo tiene que pasar por la concesionaria
Antes, la vida en el Virgen de la Salud era mucho más sencilla. Teníamos a nuestro personal de mantenimiento, que realizaba una atención inmediata y personalizada en cualquier momento… Ahora, todo ha cambiado para peor. Por ejemplo, para ubicar algo tan básico como una mampara o cortina de ocultación en una consulta, pueden pasar meses, y realizar todo tipo de peticiones desde todos los mandos intermedios y superiores, y continuar sin embargo sin instalarse.
O simplemente una cerradura en la puerta del banco de leche. Sigue pasando el tiempo, siguen produciéndose las peticiones, pero la concesionaria continúa sin ponerla. Puede parecer nimio, pero algo tan insignificante como una cerradura es vital para que sólo pueda acceder personal autorizado en un lugar tan delicado por su contenido.
No son antojos, son reclamaciones justas para mejorar el servicio que se ofrece a la ciudadanía.
Se ha llegado al caso de que sean los propios profesionales, en ocasiones, los que compran con su propio dinero los accesorios necesarios. Comprobar que todo es tan farragoso de lograr provoca hartazgo, un malestar impensable en un servicio público.
Dependientes de una concesión ‘globalizada’
Es preciso recordar los orígenes, cómo su levantamiento posterior contrato de concesión de servicios no sanitarios, recayeron en grandes constructoras que más tarde decidieron vender a fondos extranjeros. Desde países más allá del Atlántico es difícil atender con premura y diligencia asuntos tan peregrinos como el mantenimiento, las reparaciones, las renovaciones de mobiliario e instalaciones que hubiera que acometer, así como otros servicios no asistenciales.
Pero así es nuestro mundo globalizado, vivimos de alquiler y no sabemos siquiera quién es el arrendador. Mientras tanto, como diría Larra, los trabajadores reciben por respuesta un “vuelva usted mañana”; los días se convierten en semanas, las semanas en meses… y así hasta que lo que parece insignificante se vuelve exagerado.
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