
La dignidad del ser humano tiene su origen en Dios creador, que manifiesta su compasión sanando y cuidando al ser humano. El lema, de la Jornada Mundial del Enfermo de este año, hace justicia a estas realidades de Dios: “Cuida de él. La compasión como ejercicio sinodal de sanación”.
Tomar conciencia para seguir cuidando, acompañando, empatizando y aliviando a los enfermos
Con los cuidados y la compasión, los seres humanos nos dignificamos y nos humanizamos.
Hemos de cuidarnos los unos a los otros siempre. En el inicio de la vida, en los momentos difíciles, en la enfermedad y en el final de la vida. Eso nos dignifica y da sentido a toda nuestra humanidad.
La teología del Antiguo Testamento nos enseña que Dios siempre ha cuidado y protegido a su pueblo, no lo ha dejado de la mano.
El Nuevo Testamento muestra también como Jesús se compadece, cuida y sana a los enfermos y necesitados. Él nunca deja de lado a los enfermos y a los pobres; son siempre el centro de sus acciones salvíficas. Su cercanía y compromiso con los enfermos y necesitados es una denuncia profética frente a una realidad de descarte social y religioso, como eran los pobres y los enfermos en aquel tiempo.
Hoy vivimos un ámbito cultural con cierto parecido al tiempo de Jesús. Donde la cultura de la tecnología, lo virtual y digital nos hacen correr demasiado y dejar de lado a todo aquel que no produce, que no aporta, que no puede viajar en la “alta velocidad” de las redes sociales.
El enfermo, el pobre y el desvalido en el centro
Esto nos ha llevado a descuidarnos. Todo lo contrario de lo que hacía Jesús, donde él cambia el centro de gravedad de la sociedad. Poniendo en ese centro al enfermo, al pobre, al desvalido. La acción pastoral de Jesús lleva a una integración total del género humano devolviéndole la dignidad perdida.
Que esta Jornada Mundial del Enfermo nos recuerde y nos haga tomar conciencia para seguir cuidando, acompañando, empatizando y aliviando a los enfermos; en los hangares, residencias y hospitales. Los tengamos presentes en la oración y les proporcionemos la medicina espiritual, que siempre alivia y cura; es Jesucristo compasivo y misericordioso.