
Alhucema, espliego, cantueso…según quien llega y la nombra, a todos estos nombres responden las especies de lavandas o cuando menos, aquellos arbustos aromáticos incluidos en el género botánico Lavandula.
La lavanda es un arbusto perenne de tallos divididos, hojas opuestas y lanceoladas color verde grisáceo, flores azuladas o púrpuras muy olorosas reunidas en espiga, propio del sur de Europa y la cuenca mediterránea que crece en sustrato básico y laderas soleadas.
Los aceites esenciales de la lavanda son ricos en hidrocarburos monoterpénicos, ésteres, aldehídos y cetonas. Se encuentran, entre las células de los pelos estrellados que cubren sus hojas, flores y tallos, formando unas gotitas que rápidamente se volatilizan al contacto con el aire. Suponen una adaptación evolutiva que dota a este género de un efectivo repelente de herbívoros e insectos. Dicha adaptación fue muy apreciada en la Antigüedad por su capacidad para perfumar el agua en un baño relajante o aromatizar las prendas de vestir después de la colada; no en vano su nombre, lavanda, procede del latín lavare (lavar).
La lavanda es un efectivo repelente de herbívoros e insectos
Además del uso aromático de sus aceites esenciales, posee a su vez sustancias efectivas en el tratamiento de quemaduras y enfermedades cutáneas. Así lo atestigua René-Maurice Gattefossé, uno de los pioneros de la aromaterapia a principios del siglo XX, que nos cuenta asombrado, como inmediatamente después de haber sufrido una grave quemadura en la mano la metió en un recipiente de aceite puro de lavanda y, no sólo desapareció el dolor, sino que la herida sanó con gran rapidez.
La medicina popular ha utilizado sus flores y brotes tiernos para tratar el reuma, el colesterol, “el estómago inflamao”, “el sarpullio”, “el dolor de garganta”, ”la perlesía”, …vamos ”pá tó”. Pues en las áreas donde crece de forma natural es considerada una suerte de panacea.
Su uso actual en fitoterapia se centra en el tratamiento de afecciones del tracto digestivo y dérmicas
Su uso actual en fitoterapia se centra en el tratamiento de afecciones del tracto digestivo (gastroenteritis, espasmos gastrointestinales, dispepsias, disquinesias hepatobiliares…) y dérmicas, sin olvidar su actividad antiinflamatoria y antiséptica.