• Una enfermera ‘de primera división’

    Entre el fútbol y la sanidad pública, entre dos uniformes, Matilde Martínez Sánchez, Mati, ha formado parte de ese grupo de enfermeras polifacéticas que después de un turno de muerte no podía permitirse el lujo de descansar. Hace un año que la capitana del Funda dejó el balón, pero esta semana recibía un reconocimiento, al nivel de jugadores como Puyol, por abanderar la esencia del deporte y la deportividad, el One Club Award que el Athletic Club concede desde 2015.

    Entre el fútbol y la sanidad, entre dos uniformes, la enfermera Matilde Martínez, Mati, recibe un premio que la pone al nivel de Puyol.

    Mati ha compaginado durante más de una década el fútbol y la Enfermería, sus dos pasiones

    Sólo tiene 34 años y Mati ya acusa los síntomas de la artrosis en las rodillas por el sobreesfuerzo físico de tres décadas corriendo detrás del balón. Esta joven de Honrubia (Cuenca) se enamoró de la enfermería y del Fundación Albacete, El Funda, el equipo en el que ha invertido toda su carrera deportiva. Y la relación entre ambos amores no ha sido fácil.

    Todo empezó en La Almarcha (Cuenca). En aquel pequeño pueblo, de menos de 500 habitantes, la escuela rural tenía una treintena de alumnos entre los que sólo había dos chicas. En otras circunstancias, puede que Mati no se hubiera aficionado al fútbol, pero en aquel colegio no había más opciones.

    Así, a los 5 años comprobó que el fútbol era mucho más divertido que jugar a las muñecas. Su madre, una maestra exigente, sólo le puso una condición, podría dedicarse al balón siempre que respondiera en los estudios.

    Enfermera desde los 21 años

    A los 14 años, Matilde Martínez ya destacaba en todo, por lo que acabó en Albacete, en una residencia para deportistas donde una joven de Bolaños y ella fueron las primeras chicas. Fútbol y estudios fueron su sana compañía, tanto que con sólo 21 años Mati ya era enfermera.

    Con el título en la mano, se planteó un año sabático en el plano sanitario para dedicarse por entero al fútbol. Pero su madre le aconsejó que entrara en la bolsa de trabajo de la sanidad pública y que descansara el tiempo que tardaran en llamarla.

    Sin embargo, ese mismo verano empezó a trabajar, convirtiendo su día a día en un encaje de bolillos entre sus dos pasiones. El Funda la llevaría a alcanzar el sueño de la Primera División, pero no era un medio de vida ni presente ni futuro. Entrenaba entre tres y cuatro horas al día; viajaba los fines de semana y los descansos los invertía en trabajar como enfermera, en cuidar.

    Hace un año que la capitana del Funda dejó el balón para dedicarse a ‘cuidar’ de sus pacientes

    Como cualquier interina, ha firmado un sinfín de contratos. Ha trabajado en centros de salud, consultorios de pueblos y en hospitales comarcales hasta que la pandemia la llevó de cabeza al Servicio de Medicina Interna, a la planta COVID del Hospital General Universitario de Albacete.

    A todo se hizo esta enfermera hasta que el año pasado, mientras compaginaba el fútbol con el Hospital de Villarrobledo y la enfermedad de su padre, llegaron las palpitaciones. Su cuerpo y su mente le avisaban de que ya había abusado demasiado.

    En estas circunstancias, hace un año, Mati dejaba su relación a dos bandas para centrarse en la Enfermería. Hoy trabaja en consultas externas del Servicio de Endocrinología. No mira el reloj. Son tres enfermeras para ocho endocrinos, con pacientes tan complicados como los diabéticos. Aquí también entrena para ser cada día mejor enfermera.

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