• Carta abierta de un sanitario

    El Autor

    Juan Solera Albero

    Médico coordinador del zona 7 de Albacete

    El pasado ha sido duro. Aguantando y superando las deficiencias, sobrecargas, con voluntad de servicio público. Hemos vencido las dificultades con poca o nula queja, sufriendo para salvar el día a día. Mejorando e intentando vadear la crisis.

    carta Juan Solera

    No sé si hay una vulneración del derecho a la salud cuando, sometidos a un estrés tan continuo, cometemos errores, siendo las consecuencias de estos en algunas circunstancias la vida o secuelas. Decisiones hay que tomar y muchas, pero las consecuencia y responsabilidad de todas ellas recaen en los sanitarios.

    Es posible que la sociedad no tenga la amplitud de mira para poder entender las limitaciones y excesos que ciertos profesionales soportan o han soportado, pero si te toca, no hay consideraciones y van por lo derecho, a culpar a aquel que tienen más cerca.

    Listas interminables de teléfonos

    Desde que llegas a un centro sanitario, te enfundas la bata y te sientas en el despacho, ves lo que tienes delante: listas interminables de teléfonos para contactar con los pacientes. La sensación de impotencia te invade y la capacidad de comunicarte y entender lo que está ocurriendo al otro lado del teléfono, no es nada fácil. Las horas son interminables.

    Es un esfuerzo que no nos han preparado para soportar tanto sufrimiento en tan poco tiempo. Ni comparación con ver, palpar y mirar a los ojos para sentir esa dolencia que tanto preocupa al resignado de tele-consulta.

    Reconocer la situación

    Que nuestra empresa reconozca la sobrecarga, saturación, desbordamiento de nuestro día, es algo que solicitamos y casi demandamos. De esta manera los errores podrían estar minimizados ante la sociedad.

    La máxima colaboración entre compañeros, solidaridad, comprensión y entrega se palpa. No es así con los responsables del piso superior. Cada día se nos exige más.

    Más casos, menos protección

    Es cierto que no hay comunidad que esté libre de COVID-19. Es cierto que son casos leves, pero las hospitalizaciones crecen. Sanidad informa y se ve el crecimiento diariamente. Estamos con baja protección y el efecto de rebaño está ausente. Muchos positivos son asintomáticos y cada vez baja más la edad de contagiados, que a su vez tienen menos complicaciones.

    Nos consolamos porque sabemos que tenemos un tiempo para seguir y otro para descansar (vacaciones). Creo que hacía tiempo que no se tenia la sensación de tanta alegría al ver al compañero regresar de sus descanso y saber que el siguiente eres tú.

    Recursos humanos: ni están ni se les espera

    Ya no hay falta de previsión porque el material debe estar disponible y sabemos o al menos confiamos que lo está. Pero los recursos humanos ni están ni se les espera. Mermados y cansados hay quien ha adelantado su jubilación por evitar estar en el foso en caso de repunte o en la segunda ola. Se espera más pronto que tarde. Eso sí, contener el brote puede que la pandemia se controle mejor. Vemos cada día que el calor no es un factor que reduzca la transmisión.

    Angustiados por las noticias que cada día vemos en los medios de comunicación y en las redes sociales, de nada servirán las medidas sino reforzamos a los sanitarios de primera línea. Indignados por las buenas palabras y muy preocupados por volver al principio. Vaivenes de decisiones de la Administración, pero no nos sobran ganas para continuar.

    Cansados, y con los actos ralentizados por agotamiento nos espera un otoño- invierno duro (seguramente), pero lo que peor llevamos, es la incomprensión e impotencia que sentimos ante la falta de respuesta de los del piso de arriba.

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