• “Me llaman el hombre milagro de Toledo”

    El sacerdote Francisco Javier Salazar cuenta su experiencia después de sufrir un ictus

    El sacerdote Francisco Javier Salazar Sanchís cuenta con el apoyo de la Organización Nacional de Ciegos (ONCE) desde que hace un año un ictus lo dejó prácticamente sin visión. Estuvo más de 24 horas tirado en el suelo de su casa, sin conocimiento, hasta que lo llevaron al hospital. Llegaron a considerarlo desahuciado y, aunque hoy camina con un bastón blanco que delata su discapacidad, dice orgulloso: “Me llaman el hombre milagro de Toledo”.

    El estrés y la hipertensión desencadenaron todo

    Párroco de San Justo, pastor de Toledo, fiscal General del Arzobispado, defensor del Vínculo del Tribunal Eclesiástico y Promotor de Justicia, Javier Salazar Sanchís tiene claro que fue el estrés el que estuvo muy cerca de quitarle la vida, pero sobre todo fue crucial no darle importancia a la hipertensión.

    Su historia puede valer de ejemplo para todas aquellas personas a las que una subida de tensión no les lleva a un cambio de vida. Recuerda este sacerdote que todo empezó en el entierro de la madre del obispo de Albacete, Ángel Fernández. Aquella noche el dolor de cabeza fue insufrible, tanto que, finalmente, pidió ayuda. La máxima pasaba de 25, situación que sólo en Urgencias consiguieron estabilizar.

    Sin embargo, no dio tiempo a que este sacerdote acudiera a las pruebas médicas programadas. El 25 de abril de 2022 un ictus lo dejó tirado en el suelo de su casa durante más de 24 horas. Al faltar a una reunión y no coger el teléfono, saltaron todas las alarmas. Los servicios de emergencias tuvieron que entrar por la ventana para rescatarlo y llevarlo hasta el Hospital Universitario de Toledo.

    ADACE y la ONCE han sido su apoyo después del alta hospitalaria

    Hoy, este sacerdote de 62 años se considera afortunado. No recuerda ni un solo día de su ingreso en el hospital, pero le han contado que estuvo desahuciado. Pensaban que, en el mejor de los casos, iba a sobrevivir encamado.

    Pero milagrosamente el padre Francisco Javier Salazar fue mejorando día a día hasta hoy. No tiene problemas a la hora de expresarse ni dificultades para moverse, sin embargo apenas tiene visión periférica. Gracias a la ONCE cuenta con tecnología que le ayuda a leer el ordenador, así como ha aprendido a caminar con la ayuda del bastón blanco que delata sus problemas de visión.

    Le costó recuperar la memoria e incluso reconocer a las personas. También pasó de no ver absolutamente nada a que un manto blanco lo sacara de la oscuridad. Para este religioso, ordenado hace 34 años, la asociación de daño cerebral ADACE, la terapia ocupacional y el apoyo de la ONCE y de sus feligreses han sido vitales para recuperar su día a día como sacerdote.

    Eso sí, consciente de su segunda oportunidad, aconseja a quien tenga la tensión alta o fuertes dolores de cabeza que acuda al médico, que se tome la vida con tranquilidad para que entre las oraciones de sus feligreses y el trabajo del personal sanitario no acabe siendo otro “hombre milagro”.

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