Ni pastillas, ni rápidos atajos, ni bisturí o alimentos mágicos. Se pueden perder 22 kilos, con sentido común y fuerza de voluntad, sin que detrás vayan el pelo, los dientes y la salud mental. Y, lo más importante, también se puede mantener el peso sin sufrir el temido efecto rebote. La prueba de que es posible si recurres a un profesional sanitario está en la locutora de radio María García quien, en 2014, decidió que tenía que poner freno a un peso que jamás había visto en su báscula, pero que tampoco podía quitarse de encima sin ayuda.
María se miraba en el espejo y ni se reconocía. Tras un breve intento de perder peso por su cuenta, que resultó un fracaso, decidió ponerse en manos de un especialista, en este caso del farmacéutico y nutricionista Juan Miguel Ruiz Amaya, responsable en Albacete de Garaulet, una revolución encabezada por la profesora de Fisiología Marta Garaulet, quien con su libro “Comer con cabeza” está minando el negocio de las dietas milagro.
Cuando María pisó por primera vez este centro albaceteño pensó que en lugar de adelgazar, que era lo que pretendía, iba a engordar, ya que ella comía mucho menos de lo que le estaban indicando. Con el tiempo aprendió que el problema no estaba en las cantidades que consumía sino en qué ingería. Cinco comidas al día; comer lo mismo que el resto de la familia o no renunciar al pan le parecían consejos infructuosos aunque sonaran bien.
Lo más difícil, mantenerse
Hoy, tres años después de dar aquel paso, María pesa lo mismo que cuanto tenía veinte años y ha conseguido lo más difícil, mantenerse. Eso sí, en su casa han cambiado de filosofía de vida. Se come de todo con moderación; sin saltarse una sola comida y sin que falten a diario las frutas, verduras y ensaladas. Así, el día de esta entrevista, la locutora de EsRadio había desayunado un café con leche con una tostada de pan con tomate y dos lonchas de jamón serrano. A media mañana se había tomado una fruta y un cortado y había comido una ensalada, judías estofadas, una rebanada de pan y una rodaja de melón. Iba a merendar una cuajada con miel y arándanos y pensaba cenar calabacín con cebolla y huevo, un par de salchichas, un poco de pan y un melocotón.
La bollería industrial, los rebozados, pasteles o helados no están en el menú habitual de esta madre de familia, pero si sale a cenar o comer fuera o si hay una celebración, no se priva de nada, solo que asume que ese día la cena será más ligera o la semana, más comedida.
Como reconoce Ruiz Amaya, no todos los pacientes son como María, pero todos aprenden a cambiar de hábitos, a disponer de las herramientas para perder peso y mantenerse.
Las claves
Y es que es ahora, después de las vacaciones estivales, cuando surge la tentación de adelgazar rápido, pasando hambre con estrictas dietas con las que se pierden líquidos y masa muscular, con lo que se suele recuperar lo perdido y algo más. Ruiz Amaya ha hecho hincapié en que, quien haya ganado dos o tres kilos, no tiene que hacer nada, ya que volverá a su peso en cuanto regrese a la rutina. Eso sí, quien quiera perder más de ese peso, debe ponerse en manos de un profesional que le enseñe a comer y a cambiar los hábitos que le hayan llevado al sobrepeso o a la obesidad.
“Para adelgazar, es fundamental fijarse una meta, mantenerla y cambiar, porque detrás del 90% de los pacientes están los malos hábitos”. Con esta fórmula de Ruiz Amaya, mezcla de sentido común y fuerza de voluntad, María asegura que “comer bien me ha cambiado la vida. Soy feliz”.