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A pesar de de lo doloroso de un ataque de gota, su abordaje aún es deficiente. La gota es una enfermedad reumática, provocada por el acúmulo de los cristales de urato en las articulaciones, que, aunque en la mayoría de pacientes es fácil de tratar, tanto en atención especializada como en Atención Primaria los datos indican que el manejo es deficiente en más del 50% de casos, tal y como advierten desde la Sociedad Española de Reumatología (SER).
Los ataques de gota son muy dolorosos y pueden durar desde un par de horas hasta varios días. Ocurren de forma espontánea por la inflamación de una articulación provocando una sensación de calor, enrojecimiento, hinchazón y un aumento de sensibilidad. Generalmente estos ataques se dan en el dedo gordo del pie, aunque puede afectar a cualquier articulación.
Si no se tratan pueden afectar a la articulación y sufrir de forma recurrente estas crisis convirtiéndose en un problema crónico que acabe por reducir la movilidad.
Cómo prevenir los ataques de gota
El Colegio de Podólogos de Castilla-La Mancha da siete consejos básicos para prevenir los temidos ataques de gota:
- Reduce el consumo de alcohol: las bebidas alcohólicas de alta graduación y en especial la cerveza aumentan la producción de ácido úrico.
- Mantente hidratado: es recomendable beber unos dos litros de agua al día.
- Evita los alimentos ricos en purinas: carnes rojas, vísceras, marisco, refrescos con alto contenido en azúcar o el pescado azul. Las verduras y hortalizas a pesar de su alto contenido en purina no aumentan el riesgo de padecer gota.
- Control médico: si tienes el ácido úrico alto haz un seguimiento médico y realízate análisis de forma periódica para detectar posible hiperuricemia.
- Mantén un peso saludable: el sobrepeso hace que el cuerpo produzca más ácido úrico.
- Vitamina C: el consumo de esta vitamina ayuda a reducir el nivel de ácido úrico en la sangre. Algunos alimentos ricos en vitamina c son los cítricos, los tomates, el brócoli, los pimientos o las espinacas.
- Controla los niveles de azúcar en sangre y el colesterol: unos niveles elevados aumentan el riesgo de un ataque de gota.
