• Los Chospes, una cita que gana seguidores

    El Autor

    Julio Lorenzo y Rigoberto López

    Historiador y psicólogo, ambos senderistas

    Amanece un apacible día de otoño a pesar de mediarse enero. Ni el frío ni la niebla de los días precedentes y previsión de llegar a los 20 grados. Por la despejada y luminosa vega del río Jardín nos encaminamos al punto de encuentro en Los Chospes: bar Maravillas, saludo, cafetito y puesta a punto. Arrancamos sobre las 8,30 sosquiles, sanpedreños y chosperos, 53 en total. Los más pequeños se quedan con la monitora del Aula de Naturaleza realizando talleres. Abre la marcha Bruno, organizador y factótum del evento con la colaboración municipal.

    Hacia Casas del Colmenar

    Cruzamos el pueblo en dirección a las Casas del Colmenar, a nuestra izquierda el cementerio. Enseguida, corrales ganaderos parcelando las praderas salpicadas de encinas donde pacen toros bravos y mugen saludando nuestro paso.

    Entre carrascas y sabinas, romeros y labiadas olorosas, a lo largo de un cómodo y esponjado carril descendemos hasta la vega del Río del Pesebre y los Ojos del Arquillo, dos espectaculares lagunas (una casi seca, actualmente) de gran biodiversidad, ubicadas entre altos cerros, que se adornan de una exuberante vegetación de carrizales, eneas y nenúfares.

    Apropiado hábitat para todo tipo de fauna, aunque destacan anfibios, peces, aves (ánades, pollas de agua, zampullines, andarríos, algún que otro aguilucho lagunero, gavilanes, etc). Ocupado desde el Paleolítico, como indica una morra bien visible en la orilla de la laguna, antes debió constituir una isleta, pero terminó anexada.

    Los Chospes se ha convertido en el punto de partida de un grupo senderista, cada año más grande, que comparte una sana afición.

    Abundan las covachas que hasta hace bien poco estaban habitadas, y los abrigos, donde aparece alguna pintura rupestre.

    Desde una ladera escuchamos los comentarios geológicos sobre la formación de esta laguna travertina a cargo de Julio, sosquil historiador, y sus apuntes acerca del modo de vida en el Bronce Final, 2000 a.C.

    Nos sitúa en el entorno de aquellos habitantes primitivos, la riqueza boscosa y faunística que les llevó a levantar esa morra que bien pudiera incluirse en el particular grupo de motillas que caracterizan la zona de La Mancha. Descansan bajo tierra y hierba las murallas helicoidales, restos de viviendas, cerámica y demás enseres domésticos, a la espera de la subvención necesaria para la piqueta del arqueólogo.

    Los Chospes se ha convertido en el punto de partida de un grupo senderista, cada año más grande, que comparte una sana afición.

    Los misterios del ojo grande

    Al Ojo Grande lo envuelve un gran misterio local respecto a los peligros que esconde, desde carros tirados por bueyes que yacen en su fondo, hasta corrientes traicioneras que absorben a los bañistas y conexiones con el inframundo. En realidad, es una apacible laguna de limpias y refrescantes aguas (muy concurrida en verano) y cambiantes de color en función de la refracción de la luz. Una piscina natural de ensueño, 400×110 m. y una profundidad de entre 8 y 7 metros, un idílico paraje enmarcado por sauces, carrascas y alguna que otra noguera.

    Almorzamos, solo un ligero refrigerio pensando en la parrillada del mediodía. Continuamos río abajo, el camino antes era cauce, y el río lo ha reclamado. Franqueados por choperas y zarzas, un rosario de covachas perfora el ribazo, margen izquierdo, la zona es conocida como Calderón de las Torcas.

    Llegados a la cueva del Alenco, un abrigo rocoso más bien, nos detenemos a observar sus pinturas rupestres del arte levantino. Su posición prominente presidiendo y gobernando el río y la altura de morro que las contiene, nos hace suponer que fué un santuario.

    Imagen: Iberia mágica.

    Destaca entre ellas un poderoso ciervo perfectamente perfilado. El tinte rojo habitual nos descubre trazos también de una cabra asaetada por un cazador y adivinamos otra preñada -ver el calco adjunto-, pero desgraciadamente los líquenes y las descamaciones de la roca lo hacen muy difícil. Añádase a ello que algunos arrojan agua para verlas mejor, según nos comentan lugareños. Una barbaridad que una verja evitaría. Tomen notan las autoridades competentes del Masegoso.

    Casas del Martinete

    Proseguimos hasta las Casas del Martinete, pequeña aldea con herrería, como indica su nombre, y antigua piscifactoría, zona de molinos y batanes. Tras cruzar la carretera, AB-5028,  nos encaminamos a la ermita de la Virgen de la Encarnación en el Villar-Gordo, pequeña y desconocida joya erigida en lo alto de un  resalte rocoso en un meandro del río.

    Fue una iglesia de repoblación, erigida a principios del XIII tras la reconquista de Alfonso VIII. Fueron tropas santiaguistas las que le ayudaron y pudieron levantar en sobrio estilo cisterciense una pequeña capilla que después, siglo XV o XVI, se agrandaría con una nave de tres tramos y arcos diafragmáticos para soportar una sencilla techumbre de madera.

    Los Chospes se ha convertido en el punto de partida de un grupo senderista, cada año más grande, que comparte una sana afición.

    Románico tardío

    Apreciamos sus características constructivas, apoyándonos en el trabajo adjunto publicado tras la restauración de 2003 por el profesor José Sánchez Ferrer, recientemente fallecido. Observamos los restos de la traza de un románico tardío, la bóveda de crucería gótica del presbiterio, el camarín de la virgen y la preciosa pila bautismal románica;  la otra, la benditera, fue robada, y esta es una copia. Y nos hacemos promesa de regresar, siempre se acude otra vez donde uno disfrutó. Tal vez en la romería que se realiza un par de veces al año para traer y llevar la virgen desde su iglesia matriz, la de San Lorenzo sita en El Ballestero, distante 8 km. 

    Nuevamente en marcha, el camino que nos conduce a la Loma de las Cañas entre tierras de labor y monte bajo. Guijarrales, carrascas y el olor a tomillo que se expande a nuestro alrededor nos van acercando a la Vía Verde Sierra de Alcaraz. Pasamos por debajo de un puente y continuamos ligeros y expectantes hasta Los Chospes donde un puñado de jóvenes colaboradores nos están preparando una parrillada.

    Aula de Naturaleza

    Previamente, mientras las ascuas hacen su función, visitamos el Aula de Naturaleza donde Irina nos insufla su conocimiento y amor por la naturaleza y nos sorprendemos con las recreaciones de animales significativos de la zona. Nos agrupamos enseguida, por la gusa, entorno a las mesas de las barbacoas en corrillos, de espaldas al airecillo que se está levantando. Van llegando a buen ritmo las viandas: pancetas, forros, morcillas, chorizos, tomates con ajetes, mandarinas, etc. La organización está resultando estupenda, adecuada, el colofón perfecto a un estupendo día de campo. Discurre la charla y las anécdotas entre bocado y bocado.

    Rematamos como empezamos, un café del Maravillas, vamos despidiéndonos y emplazándonos para futuras rutas, cada mochuelo a su olivo. En el recuerdo quedan un buen sabor de boca, han sido aproximadamente 15 kilómetros de marcha relajada y placentera en algo más de 4 horas.

    Los Chospes se ha convertido en el punto de partida de un grupo senderista, cada año más grande, que comparte una sana afición.

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