• Carmen Mola se hace La Bestia

    Juan Javier Andrés

    “Brutal o irracional”, “de grandeza desmesurada, extraordinario”, “bestia vacuna, mular, caballar o asnal”. Hasta tres definiciones suelta la madre de todos los diccionarios de nuestra lengua, el insigne Diccionario de la Lengua Española. Todas sobre el mismo adjetivo. Bestial. Semejante calificativo, contundente a la par que agresivo, se ajusta perfectamente a lo que es La Bestia, el sorprendente último Premio Planeta. Es una aceptable novela negra, intrigante, trepidante e inteligentemente entrecruzada con gruesos trazos de novela histórica.

    No es lo único. Por esos irónicos azares del destino y del Planeta, nos ha descubierto el secreto mejor guardado del mundo editorial de los últimos años. ¿Quién se esconde detrás del famoso seudónimo de su autora, Carmen Mola, esa bestia superventas capaz de romper por los cuatro costados el competitivo panorama de la novela negra? La revelación echa por tierra todo tipo de conjeturas. No es una mujer. Obviamente no es madre. Sí, es de Madrid. Carmen Mola son tres hombres, tres guionistas de televisión (Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero), tres escritores, tres estilos complementarios, paradójicamente bien amoldados que, una vez más, nos regalan, con La Bestia, una obra entretenida, trepidante, por momentos apoteósica, por momentos sanguinaria, con todos los atributos que han hecho famoso a Carmen Mola.

    Carmen Mola La Bestia

    La Bestia es, ante todo, una correcta novela negra con una trama aparentemente sencilla que no para de enredarse y complicarse, aunque para los iniciados en el mundo literario de Carmen Mola defrauda y no cumple las expectativas. Un asesino anda suelto por ese Madrid caótico, convulso, agitado por el asedio invisible y mortal del cólera en 1834. Esa Bestia, como le denomina la prensa de la época, siempre elige a niñas, suele desmembrarlas y sus restos aparecen esparcidos en cualquier parte. Ante la obscena pasividad de las autoridades, sólo un valiente periodista que firma como “El gato irreverente” (Diego Ruiz), un policía tuerto venido a menos (Donoso), una voluntariosa niña de la calle (Lucía) y un misterioso carlista disfrazado de fraile (Tomás Aguirre), junto con una enigmática aristócrata (Ana Castelar), se jugarán literalmente la vida para cazar a la bestia y descubrir todo lo que ocultan sus asesinatos.

    En plena epidemia del cólera de 1834

    Si no fuera poco, sociedades secretas, carlistas, curas y aristócratas irrumpen por doquier en una historia que da para mucho. Es violenta por momentos, sanguinaria a ratos y demasiado trágica en ocasiones. También, en muchas fases, es tremendamente ilustrativa de una época tan miserable como desconocida. “Un hombre que desmiembra niñas. Me entran escalofríos sólo de pensarlo. El cólera, la guerra carlista y ahora estos asesinatos… Es como si el fin del mundo hubiera empezado y fuera distinto a lo que habíamos pensado, ni carros de fuego ni ángeles”, reflexiona uno de los protagonistas.

    Todavía azotados por la actual pandemia del coronavirus los autores tuvieron el acierto, y con ello, afrontaron el enorme reto, de ambientar la acción en plena epidemia del cólera de 1834. Una exquisita documentación permite al lector comprobar cómo paradójicamente muchos métodos de entonces nos resultan familiares casi dos siglos después, lo que resulta inquietante y aterrador.

    Entonces como ahora se recurría al aislamiento de los contagiados, a la prohibición de reuniones de más de diez personas y a hospitales sólo para estos enfermos tipo Zendal. También se daba rienda suelta a todo tipo de teorías conspirativas (el cólera es un castigo divino, procede del agua que envenenan los curas o la causan los pobres). Ahora como entonces, la ignoracia y el miedo campaban a sus anchas en detrimento de la ciencia. Por no decir de la medicina de entonces, todavía rudimentaria, anclada en el medievo, sin conocimientos ni formación y con un recurso entonces tan habitual como hoy tan escandaloso como son las sanguijuelas.

    De izq. a dcha, Antonio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez.

    Citas destacadas:

    “Todo son tonterías. El cólera viene desde Egipto y ha matado gente en muchas partes antes de llegar a nuestra ciudad. Todo el que diga que son polvos echados en las fuentes es presa de las supersticiones. Ya va siendo hora de que en España se crea más en la ciencia que en la magia”

    “Donoso se lo ha dicho más de una noche: los principios morales son perfectos para una tertulia, pero no calientan cuando hace frío”

    “Las opiniones femeninas son como nuestros deseos: algo de lo que no se habla, que es mejor dejar a oscuras en la alcoba”

    “Y estamos tan centrados en el cólera que la gente está muriendo de enfermedades que en otras circunstancias podríamos atender”

    “Ese odio procede de la ignorancia. Y del miedo a lo desconocido. Nadie entiende esta epidemia que deja muertos cada día, pero la gente necesita creer en algo, que los niños envenenan el agua de las fuentes, o los curas o los carlistas”

    “En esta ciudad el altruismo está en desuso; cada perro busca su hueso”


    Claves:

    • Título: La Bestia.
    • Autor: Carmen Mola.
    • Género: novela negra.
    • Año de publicación: 2021.
    • Páginas: 544.
    • Comentario: una obra que es mucho más que una novela negra y mucho menos que una novela histórica pero que defrauda a los lectores más enamorados de Carmen Mola.

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    2 comentarios

    1. Los tres escritores unificados bajo el seudónimo de Carmen Mola han dado cima con “La Bestia” a una novela histórica altamente interesante. La obra principia con ritmo trepidante y, tras algún altibajo inevitable en una extensa narración de 541 páginas y 85 capítulos, nos trasmite conocimientos y disfrute durante las cuatro partes que la constituyen. La trama se contextúa en el trágico Madrid de 1834, con el trasfondo de la primera guerra carlista y de la epidemia del cólera. Si a ello le añadimos un asesino serial psicópata y despiadado (pues desde el temprano capítulo 13 se nos revelará que La Bestia en realidad es un hombre) están dados los ingredientes para capturar al lector. El ambiente opresivo que permea la ficción se inicia mediante una descripción tremenda. Estamos en el Cerrillo del Rastro “no lejos del matadero de Madrid”. En ese barrio pobre, y bajo una lluvia pertinaz, los vecinos descubren el cadáver despedazado de una niña. Un perro escuálido y hambriento muerde con desesperada avidez su cabeza cercenada, y los niños del vecindario lo ahuyentan arrojándole piedras. Según se pretende, el culpable de ese asesinato y de otros similares es “La Bestia”, un animal sanguinario y semi demoníaco, o al menos eso es lo que creen los habitantes. El hilo narrativo lo conduce un relator omnisciente, pero el peso argumental gravita sobre la adolescente Lucía, que debe cargar con Clara, su hermana menor y con Cándida, su moribunda madre enferma de cólera. El otro personaje clave es el joven periodista Diego Ruiz que trabaja para “El Eco del Comercio”. Este último es un individuo que nos genera empatía. Es un idealista que no duda en fingir ser médico para ingresar en el lazareto donde se apiña a los pacientes terminales azotados por la peste. Allí visitará al desfalleciente padre de la niña desmembrada, en busca de información con la cual redactar una nota impactante para prevenir al público sobre la existencia del abominable homicida. Los capítulos que componen la primera parte se alternan, con cadencia perfecta, entre las tribulaciones de Lucía en el sórdido mundo en que sobrevive, y las andanzas del reportero Diego. Conforme advertí, el entramado, aunque es cautivante y escrito con calidad, tiene sus claroscuros. Ocurre que la crónica se desvía en varios de sus cauces, menoscabando su fuerza y su fluidez. Por ejemplo, cuando se nos obliga a seguir a Diego en su relación amorosa y adúltera con la aristocrática esposa de un ministro de la reina regente. Varias escenas de ese jaez, que no aportan al nudo argumental, lastran la acción y merman la tensión extraordinaria que los capítulos iniciales nos han producido. No obstante, la historia es notable. Los autores supieron documentarse a conciencia en el plano histórico, y poseen talento.

    2. nibia hernández

      «La Bestia» muestra una de sus mayores virtudes, en mi opinión, en ser un thriller histórico que se lee con facilidad, al punto de que, pese a sus voluminosas 541 páginas, pude concluirlo en pocos días. La capacidad de enganche que posee se debe, entre otras razones, al hábil empleo del «cliffhanger» dentro de su estructura. La técnica del cliffhanger, o sea de un final de episodio que queda «colgado de un precipicio», implica un suspenso obtenido gracias a una frase o situación que deja al espectador ansioso por saber qué ocurrirá después. En esta obra, los tres autores que se sirven del seudónimo «Carmen Mola» utilizan, sin excederse, ese potente recurso narrativo. Tal vez el paradigma de final de episodio donde se advierte ese recurso se encuentre en el capítulo 22. Allí veremos cuando la adolescente Lucía descubre, con horror, que el cliente que se filtró de improviso en su burdel es el brutal asesino conocido como «La Bestia» («…En la habitación está el gigante de la piel quemada. –¡Qué creías, que no te iba a encontrar?…»).
      A su vez, la técnica de las «vueltas de tuerca» es moneda corriente en la trama. Este otro recurso ayuda a que el capturado lector siga con deleite esa cabalgata alocada que los escritores imprimen al relato. Morirán personajes con los que el lector se había encariñado (el golfillo Eloy y el periodista Diego Ruiz entre otros). Morirá incluso bastante pronto el asesino que inspira el título del libro. Personajes que parecían nobles como Ana Castelar se descubrirá que pertenencen a la orden malévola de «Los carbonarios». Tras la investigación se sabrá que estos sediciosos son los verdaderos culpables de secuestrar a niñas púberes para sacrificarlas cuando alcanzan su primera mentruación. El argumento parece perder su credibilidad al paso de las páginas. Sin embargo, y he aquí la virtud esencial de la novela, los autores saben mantener con maestría el ritmo y la intriga.

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