• El Madroño, punto insigne de Ontur

    El psicólogo Rigoberto López y el dentista Manuel Martínez proponen El Madroño, en Ontur, para alcanzar la ración de ejercicio semanal

    El Autor

    Rigoberto López y Manuel Martínez

    Profesor de Psicología en la Facultad de Enfermería y dentista licenciado en Cirugía y Medicina

    Desde Ontur, seguimos hasta el embalse de Ortigosa. En lo alto del cerro sobresale la Casa de la Confederación Hidrográfica del Segura, que parece intentar distraer del lamentable estado del embalse. En otros tiempos, tenían trabajo por aquí investigadores de la Universidad con las plagas de langosta que venían del desierto.

    En la actualidad los lodos son los protagonistas. Dejamos el coche a la salida del puente. Hoy seguiremos un PR, muy bien señalizado, que pasa por el Collado del Madroño, desciende y vuelve a subir al collado de la Florida. Dejaremos sin coger dos variantes, Los Cuchillos y la Artesica. Por el camino de la Umbría del Madroño, entre pomposos almendros en flor, vamos ganando altura rápidamente.

    A nuestra izquierda La Umbría, con cotas de novecientos y pico metros, y poblado de pinos. Abajo, a la derecha la Casa del Gobierno. En el camino encontramos unas construcciones muy peculiares, las minas de agua, Minaos, o fuentes donde recogían el agua de la montaña y la bajaban al pueblo. Estrechas y largas galerías construidas con piedra, que acumula una limpia y fresca agua y que se conservan en buen estado, por lo menos las que hemos visto, de Casto y Los Perales.

    Junto a esta última hay un merendero, que posiblemente gozo de mucho éxito en otra época. Ahora, a la izquierda, dejamos el camino y seguimos por una senda hasta el Collado del Madroño, 950 m. Asciende sin contemplaciones. La leyenda sitúa en estas cotas el trasiego de bandoleros y contrabandistas, “los fortuneros”, como el famoso “Peliciego” y guerrilleros carlistas.

    Desde esta vista privilegiada vemos al fondo la Sierra del Carche, las Hermanas de Hellín y de Jumilla, y rojea la Peñarrubia. Debajo Ontur, a la derecha Albatana y a la izquierda Fuente Álamo, Maineton, Fortaleza, Cenajo.  Detrás Arabi, Mugrón, Chinar… Desde el Collado subimos a la cima y coronamos el pico Madroño (1.052 m) por segunda vez. La anterior subimos por la cara este, campo a través hasta el punto geodésico y no recordábamos este basamento circular tan amplio.

    Bajada hacia el Collado de La Florida

    Es la hora del descanso y la reparación. En un abrigo, contemplando picos y valles en toda su extensión nos acomodamos, hace aire y venimos sudados, y compartimos el bizcocho de naranja de Lola, la suegra de Manu, jugoso y exquisito, las naranjas “ecológicas” de María Dolores, la fruta pelada y el tradicional té, hoy verde, que he traído yo.

    Repasamos los picos que ya hemos subido y nos recreamos sin ninguna prisa, al cobijo del esparto. Regresamos al collado, con cuidado por qué hay muchas piedras sueltas y se torna resbaladizo, como alguno comprueba, sin importancia. Se echa de menos unos bastones para sentirse más segura. Descendemos paralelos al arroyo de las Carretas, y lo cruzamos para seguir hacia el Collado de La Florida. Dejamos el camino por una nueva senda que otra vez entre almendros nos lleva al inicio de ruta.

    El monte es rico en esparto, jara, romero, y matorrales como matarrubia y espinos. Solo desentona abundantes restos de plástico de alguna ruta de BTT que no recogieron. El cielo sigue alborotado. Sobre nosotros hemos tenido grandes masas de nubes oscuras junto con claros por los que el sol ha proyectado sus rayos, conformando un mosaico de luces y sombras a lo largo de la tarde. Ahora, con el atardecer, franjas de colores naranjas, amarillos y violetas pueblan el horizonte.

    Han sido casi 9 kilómetros, en tres horas y cuarto, con un desnivel de 439 metros

    Tras quitarnos las botas, iniciamos el regreso, parando en medio del puente desde donde corroborar el mal estado del embalse, con dos pequeñas bolsas de agua en la cabeza y la cola, y un gran lodazal entre ambas.  Y llegamos a Ontur, donde la suerte nos lleva al bar de La Paca, tapas bien ricas, buena atención y calidad precio. Y el lomillete y los higadillos soberbios.
    Han sido casi 9 kilómetros, en tres horas y cuarto, con un desnivel de 439 metros.

    Madroño Ontur

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