• La Sierra Parda de Ontur para asimilar la pérdida

    El psicólogo Rigoberto López y el dentista Manuel Martínez proponen la Sierra Parda de Ontur para alcanzar la ración de ejercicio semanal

    El Autor

    Rigoberto López Honrubia

    Profesor de Psicología de la Salud en la Facultad de Enfermería

    Cruzamos Ontur en busca del cementerio y seguimos la carretera hacia Montealegre. En el primer camino a la derecha aparcamos e iniciamos la marcha. Son las 10 horas de una mañana, fresca y soleada.

    Una mañana especial, en la que se ha producido una pérdida significativa para mí, la muerte de una amiga, tras varios meses de contienda, y de la que, ocasionalmente, hemos conversado en diferentes rutas.

    Seguimos el camino entre olivos y almendros y tras confrontarnos con la Cueva del Gato, decidimos visitarla e iniciar la ascensión campo a través, entre esparto, romero florido y otras plantas aromáticas, al primer objetivo, Sierra Parda (867 m). La cueva, muy estrecha, parece que continuara al fondo a la izquierda, y tal vez hubiera podido cobijar una buena camada de gatos, ¿monteses?, aunque ahora los restos apuntan a cabras.

    Cruzamos la Morra del Pitón y seguimos a buen ritmo hasta el punto geodésico, que me ha costado las primeras cañas por mi mala orientación. Unas extraordinarias vistas de cotas conocidas y los pueblos, Ontur y Montealegre, son una buena ocasión para carasolearnos y tomar un poco de fruta y el té, humeante, de las 11.

    Sierra de Enmedio

    Continuamos al segundo objetivo, la Sierra de Enmedio (838 m). Buscándonos las mañas para sortear una “segunda sierra parda”, y con las vistas del exiguo pantano de Ortigosa, una pequeña charca y mucho barro, descendemos hasta el Camino del Cerro de las Perdices, y empezamos la subida.

    Esta mañana Manu me lleva en volandas, un caminar decidido, sin paradas, pero cómodo. Y así, pasico a pasico, vamos cruzando la Sierra de Enmedio y descendemos hasta el Camino de Los Collados. Frente a nosotros unas antenas de telefonía, a las que se accede por un serpenteante camino. Es el tercer objetivo, la Sierra de los Mojones. El “ninot indultat” del día es una funda de gafas con un mando a distancia dentro, que Manu se lleva para su colección, en la que, como diría su novia, “tiene más tonterías que un mueble bar”.

    “Le transmito que Ramona se ha ido serenamente, sin dramatismos, con humor y con la elegancia y sencillez con la que se movía”

    Para nuestra sorpresa se inicia un GR local, ahora por carril, hasta las antenas, pero que después continuará por la cresta de la sierra en una preciosa senda que continuaremos un buen rato. El aire y el frio nos hacen que quitemos y pongamos prendas de abrigo en varias ocasiones, sobre todo en las cimas; nos retroalimentamos diciéndonos que para eso las traemos. La conversación es escasa, se agradece el silencio, y cuando lo hacemos está muy presente la muerte y la vida, con sus pérdidas y logros.

    Le transmito que Ramona se ha ido serenamente, sin dramatismos, con humor y con la elegancia y sencillez con la que se movía. Reímos con algunas ocurrencias y pequeños trazos del relato de vida. Y mi agradecimiento por haber podido compartir con ella en algunos tramos, sobre todo cuando más viento pegaba.

    Purines

    Cruzamos a la izquierda del Reguero de Bombache y llegamos al alto, donde las antenas. Buscamos un punto de observación y descanso y encontramos un banco de piedra con el que la naturaleza nos obsequia. Una mandarina y otro poco de té. En el repaso de picos nos llega una señal de alarma proveniente de nuestras pituitarias. No tardaremos en divisar con qué nos obsequia el viento, balsas de purines en el llano.

    Contrariados, pero sin aspavientos, iniciamos cuanto antes el descenso, compensados por un tramo de senda de las que nos gustan a ambos, por la cuerda, con excelentes vistas y facilitándonos el descenso; no terminamos de consensuar si es una senda ad hoc o han arreglado una antigua.

    Collado de las abejas

    Descendemos por el Collado de las abejas, cruzamos un arroyo y junto al casuto de Romanones, andamos un poco por el Camino de las Perdices y continuar ahora a la izquierda, a la falda de varios montículos que ocultan la Morra del Cachorro, entre oliveras y almendros hasta el Camino de Los Castillicos. Algunas cuadrillas están cogiendo oliva, que, por otro lado, abundan en el suelo. Y regresamos, poniéndonos a prueba con un ritmo de crucero (velocidad media de aproximadamente 9 Km, sin correr) al punto de partida. Tal vez espoleados por el deseo de saldar mi deuda y encontrar un bar donde comer, hoy alitas con patatas al horno y algo de aperitivo. Para reconfortarme mi socio me invita a comer.

    Hemos andado algo más de 11 km, en casi cuatro horas y con un desnivel de 475 m.

    Mapa de situación.

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